Con la fuerza de un 'miura'
Plenamente castellano, potente, característico. El vino de Toro resurge con fuerza convirtiendo la DO en una de las comarcas vinícolas con mayor proyección de futuro
No podía ser de otra forma. Con una historia plenamente vinculada al vino y una geografía tan propicia para el cultivo de la vid, situada en las riberas del río Duero, Toro tenía que volver a deslumbrar en las mejores cartas de vino. Y así ha sido. En los últimos años muchos han sido los bodegueros que han sentido la llamada de esta tierra y de su noble variedad autóctona, la siempre querida tempranillo, allí denominada tinta de Toro. Pero el despertar de esta comarca nace del impulso de la gente de allí, hombres como Manuel Fariña que durante años ha luchado por situar los tintos de Toro en los más altos puestos, bien a través de su propia bodega, bien desde la presidencia de la denominación de origen. Junto a él, muchos otros que han seguido su estela, consolidando un sueño: reconvertir la imagen del vino duro y alcohólico de Toro en un vino tánico, estructurado y de gran personalidad. Las excelencias vinícolas de la zona y esta tendencia regeneradora han llevado a bodegueros de distintos puntos a interesarse por sus vinos, lo que se ha traducido en una renovación que ha apostado por las variedades típicas en vez de extranjeras y que hoy se demuestra con sus vinos: vigorosos, plenos, intensos, que soportan bien el contacto con la madera y que comienzan a ser muy valorados también fuera de España. Vinos que, tras la modificación en los gustos del consumidor -antes se acercaba más al vino ligero y ahora aboga por tintos con cuerpo-, se han convertido en una referencia obligada en cualquier carta de vinos.
La zona vinícola de Toro ocupa una pequeña extensión de la Comunidad de Castilla y León, específicamente en la provincia de Zamora. La comarca adquirió el carácter de Denominación de Origen en 1987, aunque su pasado vinícola es muy antiguo, remontándose a la época celtibérica, convirtiéndose en el vino de nobles y reyes en la Edad Media, llegando a ser el vino más famoso y apreciado de toda la Península.
Toro goza de un clima continental muy extremo, seco, de precipitaciones escasas, árido y muy duro a pesar de las influencias atlánticas. El periodo de heladas, vigiladas muy de cerca por los viticultores, amenaza en los meses de octubre a mayo y la altitud sobre el nivel del mar atempera los rigores del sol en verano. Las condiciones de terreno son las idóneas para el cultivo de la vid. Con relieve ondulado, suaves pendientes y suelos pardos, la variedad por excelencia, la tinta de Toro o tempranillo crece vigorosa. Estas duras condiciones permiten a la cepa dar lo mejor de sí misma.
La DO Toro elabora tintos, rosados y blancos, pero son los primeros los que han dado fama a la comarca. Están elaborados con un mínimo del 80% de tinta de Toro y presentan un color intenso, cuerpo y cierta astringencia en boca. Suelen tener una graduación alcohólica elevada. La variedad garnacha, también típica en la zona, está en franca regresión, utilizándose sólo como complemento a la tinta de Toro. La variedad blanca de mayor calidad en la zona es la verdejo, la excelente uva de la vecina Rueda, que suele mezclarse con malvasía, la otra uva blanca aceptada por el consejo regulador.
Todos los dioses parecen haberse puesto a favor de los vinos de Toro. El cambio de la moda se ha unido al cambio de la mentalidad de los bodegueros de la zona, que han dejado definitivamente de lado las antiguas formas y maneras de elaborar en aras de una total apuesta por la calidad. Aun así Toro, por sus pequeñas dimensiones, sólo acoge escasas bodegas, pero han conseguido despuntar con vinos absolutamente innovadores colocando la denominación en las más altas cotas.
El genio de la botella
Podría parecer un mero envase, un frío contenedor que permite transportar y comercializar adecuadamente el elixir de los dioses. Pero la botella forma parte activa en el desarrollo y creación del vino. El cristal es, sin duda, el mejor medio de conservar durante largo tiempo las cualidades de un vino.
El vidrio es un material inalterable, que no transfiere directamente ningún tipo de sabor o aroma al vino, pero la estancia en botella influye de manera activa en el envejecimiento del vino a través del fenómeno de la reducción o asfixia, que permitirá un mejor desarrollo del deseado bouquet, redondeando su cuerpo y matizando su expresividad hacia aromas y sabores sutiles y elegantes.
La longevidad de un vino, su posibilidad de perpetuidad, le viene dada gracias a la fase final de su elaboración, el embotellado. Es imposible garantizar las condiciones de un vino que no se aloje en botella.
El envejecimiento en botella no procede, como se pensaba en un principio, de la oxidación que se podría producir en su interior gracias a la pequeñísima cantidad de oxígeno que penetra a través del corcho, sino, como hemos comentado, del fenómeno contrario, el de reducción o no contacto con oxígeno. Dependiendo del tipo de vino y del envejecimiento previo en madera, el producto tendrá una distinta evolución en botella, influyendo especialmente la presencia de taninos y acidez total en su tiempo de vida.
Su forma, su color y su transparencia no se debe exclusivamente a un carácter práctico o estético, sino que es el resultado de largos estudios enológicos que permitan hacer de este alojamiento una parte más de la vida del vino. Así, se opta por vidrios verdes o violetas que detienen parcialmente las radiaciones solares y protegen el vino de la acción de la luz. Igualmente, la calidad final del vino o sus características propias llevan a la elección del tipo de botella, que suele tomar el nombre de la región que difundió su uso. Encontraremos formatos Borgoña, Burdeos, Alsaciana, Champagne, Chianti, Tokaj, etc.
En cuanto al tamaño, las botellas habituales tienen una capacidad de 75 cl, siendo también comunes las medias botellas (37,5 cl) y los formatos Magnum (150 cl). Apuestas más atrevidas o con carácter conmemorativo optan por tamaños mayores como el Doble Magnum, el Jeroboam, el Mathusalem o incluso el Nabucodonosor, de 16 litros.
Hasta el siglo XVIII las botellas destinadas a alojar el vino eran en su mayoría esféricas, pero la imposibilidad de almacenarlas en horizontal, permitiendo el contacto con el corcho, hizo que las bodegas fueran replanteándose nuevas formas hasta consolidar los tipos y tamaños hoy difundidos en todo el mundo.
Numanthia Tinto Cosecha 1999
Las características propias de Toro fueron las apropiadas para este nuevo proyecto de Marcos Eguren. Hablamos de la Bodega Dominio de Eguren y, por supuesto, de su tinto Numanthia, una atrevida apuesta por los vinos de alta expresión, que demuestra una gran visión de futuro. Numanthia 99 ofrece un precioso e intenso color rojo picota madura con irisaciones rubí, casi opaco, limpio y muy brillante. En nariz se encuentran elegantes aromas de intensidad alta, con predominio de frutas negras con toques especiados. En boca es potente, carnoso y bien definido, con una magnífica estructura y un tanino noble y dulce. Será complemento ideal de platos de caza mayor de pelo y pluma.
Bodega: Dominio de Eguren. Crianza: 19 meses en barrica nueva de roble francés. Variedades: tinta de Toro. Cosecha: 1999 -excelente-. Temperatura de servicio: 17º-18º C. Precio: 26 euros.
Valpiculata Tinto Cosecha 1999
Es uno de los proyectos más innovadores de Toro, creado por Juan Pablo Peñalba. Valpiculata de 1999 procede de una selección exclusiva de viñas del siglo XIX. Se trata de un monovarietal de tinta de Toro que ha permanecido 11 meses en barrica nueva de roble francés y del cual sólo se han realizado 12.000 botellas. Un tinto de precioso color rojo cereza picota madura con ribete granate, casi opaco. En nariz aparecen primero aromas a establo, cuero viejo y brea; una vez oxigenado éstos dejan paso a una sinfonía de perfumes de gran concentración, complejidad y fragancia. En boca es potente y elegante, maduro, concentrado, amplio y con gran equilibrio. Acompaña unas perdices rellenas o un jarrete de ternera.
Bodega: Valpiculata. Crianza: 11 meses en barricas de roble francés. Variedades: tinta de Toro. Cosecha: 1999 -excelente-. Temperatura de servicio: 17º-18º C. Precio aproximado en bodega: 18 euros.
Gran Colegiata Campus Tinto Cosecha 1998
Manuel Fariña ha realizado una labor de reconversión en la zona, sirviendo de motor para el resto de los bodegueros, tanto desde su propia marca como desde la presidencia del consejo regulador. El Tinto Campus Viñas Viejas ha sido elaborado con uvas seleccionadas de la variedad tinta de Toro procedentes de cepas de entre 50 y 140 años y ha envejecido en roble durante 15 meses. Un vino color picota madura, limpio y brillante. De buena intensidad de nariz con recuerdos de grosella y fruta compotada y de tostados de madera y café. En boca, gran estructura, excelentes taninos, muy largo y cálido. Maridará con platos gelatinosos como las manitas de cerdo o los callos a la madrileña.
Bodega: Fariña. Crianza: 15 meses en barricas nuevas de roble francés y americano. Variedades: tinta de Toro. Cosecha: 1998 -muy buena-. Temperatura de servicio: 16º-17º C. Precio: 18 euros.