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Cuando una treintañera hereda una empresa

La muerte del fundador del Grupo GMV de tecnología espacial, defensa e Internet obligó a una sustitución improvisada. La joven hija del empresario y su principal colaborador forman un eficaz tándem. Texto Antonio Ruiz del Árbol

Existen acontecimientos que no pueden incluirse en las previsiones de ninguna compañía. A veces se dan circunstancias cuyo tratamiento, cuya solución nunca podrá encontrarse en el mejor tratado de economía. El pasado mes de agosto murió, de forma repentina, Juan José Martínez García, fundador y presidente de Grupo GMV, mientras paseaba por los Picos de Europa.

La conmoción interrumpió la tranquilidad vacacional de las 400 familias que viven de la nómina de la compañía que el ingeniero aeronáutico había fundado en el año 1984 y bajo cuya dirección e impulso ha logrado convertirse en uno de los principales referentes empresariales españoles en los mercados de la tecnología aeroespacial, de la defensa, del control electrónico de los sistemas de transporte y de las soluciones a través de Internet.

En un momento se había quebrado una línea de gestión estable que había hecho crecer la cifra de negocios de GMV desde 7,67 millones de euros (equivalentes a 1.276 millones de pesetas) en 1996 a 36 millones de euros (5.990 millones de pesetas) el ejercicio pasado.

Lo imprevisto de la situación dejó al grupo empresarial sin la menor perspectiva sobre cuál sería su futuro. En la plenitud de su madurez como emprendedor y como ingeniero, Juan José Martínez García no había previsto un plan de contingencia para preparar su sustitución.

En medio del dolor, la familia del empresario, heredera de la práctica totalidad de la propiedad del grupo, y los principales colaboradores del fallecido hubieron de inventar en pocas semanas una opción de recambio que fuera capaz de restaurar el pulso perdido y la confianza de la compañía.

Y el resultado fue una solución bicéfala que convertía a Mónica Martínez Walter, hija mayor de Juan José Martínez, en presidenta de GMV, y a Luis Mayo Muñiz, responsable de las actividades de espacio y defensa, en director General del Grupo.

Mónica Martínez, a sus 30 años de edad, ha recibido la forzada herencia de la presidencia mientras desarrollaba su trabajo como investigadora en la Pennsylvania State University, con participación en campañas de medición de contaminación, tras cursar sus estudios de química en el Instituto Max Planck en Alemania.

Con una voz entrecortada que delata tanto la responsabilidad con que ha asumido su nueva situación como una larga estancia fuera de España dedicada a los estudios, Mónica asegura que su gran reto 'es hacerme merecedora de la presidencia de este gran grupo'.

No renuncia a seguir con su carrera profesional de investigadora y desde la muerte de su padre ha permanecido durante tres semanas cada mes en Estados Unidos, desplazándose a España los siete días restantes para atender los asuntos de GMV. Ahora gestiona su próxima mudanza a Alemania para poder compatibilizar mejor sus dos actuales actividades, al entender que una menor distancia facilitará las cosas.

Junto a la inesperada presidencia del grupo, Mónica asegura que su padre le ha dejado como herencia 'un gran equipo de profesionales'. Su tándem con Luis Mayo acaba de echar a andar, pero Mónica tiene la sensación de que 'funciona', así que el objetivo es continuar adelante, ahora ya desde una mayor proximidad.

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