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Papel

Stora Enso arrebata a International Paper el liderazgo del sector papelero

Con una capacidad de producción de papel y cartón de 15,2 millones de toneladas al cierre del último ejercici, el grupo papelero suecofinlandés Stora Enso se situó en el primer puesto mundial del sector, por delante de la estadounidense International Paper. Stora Enso facturó el año pasado 13.500 millones de euros y su beneficio neto alcanzó los 926,3 millones.

La compañía, segunda de Finlandia después de Nokia, mantiene una política de expansión ¢selectiva¢ en Europa, Norteamérica y Asia, a través de la compra de empresas. Así, el año 2000 adquirió la estadounidense Consolidated Papers y en estos momentos, según fuentes de la compañía, está negociando la compra de la empresa portuguesa Suzano.

El grupo papelero escandinavo, resultante de la fusión en 1998 de la sueca Stora y de la finlandesa Enso, está participada en un 14,8% por el Estado finlandés y en un 8,7% por el grupo sueco Investor AB, aunque ambos tienen el mismo poder al controlar, respectivamente, un 23,8% de los votos del consejo de administración. Más del 60% del capital cotiza en las Bolsas de Helsinki, Estocolmo y Nueva York.

Stora Enso, que da empleo a 43.000 personas en más de 40 países, es un grupo ¢integral¢ que fabrica papel para revistas (cuya producción supone el 19% de las ventas), papel de prensa (el 13%), papel de calidad (un 21%), cartón de embalaje (19%), productos de madera (7%) y pasta de papel (12%).

Stora Enso cubre por sí misma una parte importante de sus necesidades de materias primas. La compañía es propietaria de 2,6 millones de hectáreas de terrenos forestales en Finlandia y Suecia; otras 300.000 hectáreas en Estados Unidos, y cuenta con amplias áreas de bosques en Canadá y Portugal.

Además, las plantas de cogeneración de las fábricas de la compañía proporcionan aproximadamente el 40% de las necesidades energéticas de las mismas.

El grupo escandinavo no ha escapado de las críticas vertidas por organizaciones ecologistas como Greenpeace contra ¢las empresas consumidoras de productos forestales¢, a las que exigen un control de la producción para evitar la ¢muerte de bosques primarios¢ (se definen como tal los más antiguos del mundo que no están afectados por las actividades humanas). En el caso de Stora Enso, ésta explota y comercializa bosques primarios en Rusia.

Defensa

El grupo nórdico está a punto de presentar el informe medioambiental correspodiente a 2001. En el del año anterior señala que sus fábricas han reducido las distintas emisiones contaminantes y que han incrementado el consumo de combustible biológico.

Asimismo, asegura que ¢prácticamente todo el suministro doméstico de madera de la compañía en Finlandia ha sido certificado mediante el sistema FFCS¢ (el más importante en estos momentos). En Estados Unidos también se está extendiendo la certificación y los informes de auditores independientes y, en el caso de Portugal, se ha otorgado el certificado de calidad ISO 14001.

El §oro verde§, bajo la lupa de los auditores

 

 

 

 

 

 

 

 

¢No talar más de lo que crece¢ es la base de las cada vez más extendidas políticas de crecimiento sostenido aplicadas, en este caso, a los bosques. Una práctica esencial en un país que, como Finlandia, tiene en las coníferas su fuente de recursos naturales más importante.

 

 

 

 

 

 

 

El llamado oro verde ha ido ganando peso con los años y su producción, que se ha duplicado en el último siglo, supone en estos momentos un 7% del PIB de este país escandinavo. Se calcula que un 16% de la población pertenece a una familia con propiedades forestales, en las que la mecanización de la producción alcanza el 90%.

 

 

 

 

 

 

 

Alrededor de esta fuente básica se ha desarrollado una potente industria papelera. No en vano en Finlandia se encuentra la sede de la mayor papelera del mundo, Stora Enso, y también la de la tercera de la lista del sector, UPM-Kymmene.

 

 

 

 

 

 

 

Las presiones de ecologistas y consumidores han llevado a los países productores a acogerse a los sistemas de certificación de la producción maderera que se instauraron a mediados de los noventa. A través de este sistema, el más importante es el llamado PECF, un auditor externo certifica que la madera que se comercializa cumple las normas de una buena gestión (talas de árboles con una determinada edad y una repoblación adecuada, fundamentalmente).

 

 

 

 

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