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La enoteca

Un clásico renovado

Rioja ha sabido reconvertir el viñedo, apostar en tecnología e innovar en sus modos de elaboración. Hoy, en la región, se unen y complementan tradición y modernidad

Más de 1.000 años de historia vitivinícola, más de 100 de tradición enológica de prestigio y más de 75 bajo el control de una estricta denominación de origen, colocan a Rioja entre las grandes zonas vinícolas del mundo. Una denominación que ha sabido evolucionar respetando las variedades y modos de elaboración tradicionales, adaptándose a los nuevos gustos del consumidor, haciendo vinos modernos pero manteniendo las señas diferenciales de los grandes tintos riojanos.

Esta tierra de viñedos supo ver las posibilidades de su suelo y de su clima allá por el siglo XVI, construyó un entramado de privilegios vitícolas en el siglo XVII y obtuvo sus primeros beneficios en el XVIII. La filoxera (la gran plaga del viñedo europeo) derrumbó su esplendor a finales de este mismo siglo, pero los bodegueros supieron recuperarse a base de esfuerzo e ingenio: las opciones eran vino o nada. Su gran fuerza siempre estuvo en el pacto de unidad. Tuvieron que juntar uvas para hacer grandes vinos al igual que voluntades para situarlos en los mercados internacionales. Y así es hoy Rioja, una de las denominaciones más antiguas de nuestro país y del mundo y una verdadera garantía de calidad.

Aproximadamente 50.000 hectáreas se acogen bajo el paraguas de esta prestigiosa denominación, rompiendo con el carácter uniforme de Mancha y Ribera del Duero para mostrar sus diferencias y, en ocasiones, casi contradicciones según la zona geográfica. Así, encontramos tres subdenominaciones claramente definidas: Rioja Alta, que ocupa territorios comprendidos entre Haro y Logroño, al sur del Ebro. Rioja Alavesa, al norte de la anterior y con un doble centro en Labastida y Laguardia. Y Rioja Baja, entre Logroño y Alfaro. Sus microclimas, sus suelos, e incluso sus perfiles topográficos reflejan tanta diversidad como sus vinos, pero en todo el viñedo riojano la uva estrella sigue siendo tempranillo, que ofrece sus mejores frutos en las tierras más húmedas y duras de Rioja Alavesa y Rioja Alta, y que se deja acompañar de otras uvas tradicionales en la zona, como mazuelo, garnacha y graciano. De color intenso y maduración temprana (a ello debe su nombre), esta uva proporciona vinos idóneos para soportar largas crianzas en roble, que se traduce en tintos de complejos buqué, paladares aterciopelados y aromas intensos.

Siguiendo el curso del río Ebro, en Rioja los viejos viñedos de peregrinos del Camino de Santiago se alternan con las nuevas plantaciones con riego por goteo y las conducciones de la cepa en espaldera. Viña vieja y viña nueva, bodega centenaria y vinos del nuevo milenio conviven en pro de la calidad. Y allí encontramos familias del vino que han mantenido, a lo largo de los años, la tradición elaboradora de sus ancestros. Entre las numerosas bodegas centenarias, hay nombres, títulos y tintos de prestigio largamente contrastado, como Marqués de Murrieta, que cumple este año su 150 aniversario. Una bodega edificada entre 300 hectáreas de viñedo propio, hoy en manos de la familia Creixell, que ha sabido revitalizar sus vinos guardando lealtad a su creador. Herederos del Marqués de Riscal se conserva todavía hoy en manos de la familia fundadora y guarda una total fidelidad a sus orígenes, eso sí, sin perder de vista las tendencias del mercado de calidad. Y por último, una cata de un gran tinto de otra bodega legendaria, CVNE, como se conoce popularmente a la Compañía Vinícola del Norte de España, fundada en 1879 y hoy regida por la misma familia, propietaria de unas excepcionales instalaciones y de 540 hectáreas de viñedo. Un lejano pasado para vinos al gusto del siglo XXI.

De buenas uvas se hacen grandes vinos

 

La vid. De origen milenario, la vid es una de las plantas más sufridas del mundo, capaz de vivir allí donde pocas plantas serían capaces de hacerlo, de raíces largas que penetran en la tierra buscando con tesón la escasa agua que precisa, de fuerte tronco y abundante follaje. Florece en primavera y fructifica a finales del verano y principios del otoño, para brindar uvas en los meses de septiembre y octubre.

 

 

 

 

 

 

Su ciclo. A principios del invierno, la cepa entra en letargo, con sus sarmientos secos y leñosos. Es el momento de la poda en seco, que permite adecuar la vid a la producción de uva que se desea. Al acercarse la primavera la planta comienza a nutrirse y llora por las heridas realizadas en la poda. Pronto comienza la brotación. En el inicio del verano, la viña se muestra esplendorosa. Tras la polinización, el grano -ya fruto- aumenta de volumen y peso, acumulando azúcares que, en su momento, el bodeguero convertirá en alcoholes. Muchas son las bodegas que, en aras de una mayor concentración de aromas en el fruto, retoman la tarea de la poda, ahora denominada en verde, para limitar su producción. Llega el envero, que es el momento en que la uva cambia de color a la vez que engorda y adquiere elasticidad. A partir de ahí comienza la maduración del fruto, acumulando azúcar y perdiendo acidez. Cuando la uva alcanza su máximo desarrollo y su más alta riqueza en azúcares, termina la maduración y comienza la sobremaduración. Este estado sólo se busca en determinados vinos, pero en general la vendimia se realiza antes de llegar a la sobremaduración, una fecha a veces difícil de adivinar que requiere por parte del bodeguero paciencia y un cierto riesgo.

 

 

 

 

 

 

La vendimia. Controles periódicos, análisis del estado del fruto y vigilancia exhaustiva para vendimiar en el momento oportuno. Por pagos, por zonas e incluso por hileras de cepas si es necesario, pero siempre buscando que el fruto está en el momento adecuado de maduración. Los viticultores deben cuidar que la uva no se hiera, evitando la salida del mosto; transportar lo antes posible el fruto a la bodega; esquivar las horas más calurosas del día y evitar que el mosto se oxide.

 

 

 

 

 

 

 

La cepa necesita un clima templado o subtropical, agradeciendo zonas de pluviosidad media e insolación directa. En cuanto a suelos, la vid prefiere amplias llanuras o colinas soleadas compuestas de arcilla, sílice y caliza; y agradece las tierras pedregosas que aseguran la aireación del suelo y el paso del agua, disminuyendo la evaporación y protegiendo las raíces de las heladas.

 

 

 

Los viticultores piden al cielo que no llegue una primavera de fuertes heladas y que no haya lluvias, o al menos no tormentosas, después del envero.

 

 

 

Hoy el bodeguero sabe que sin una buena materia prima la batalla está perdida de antemano. Por eso, la tarea del viticultor es fundamental, donde el conocimiento y la técnica juegan un papel tan importante como la propia intuición.

Viña Real. Tinto Gran Reserva 1994

 

Vino rojo rubí-guinda con ribete teja, de aspecto brillante. En aroma es intenso, fragante, muy aromático. En primer término aparece un elegante buqué de reducción, más tarde, aromas que evocan ecos tostados y lácticos, para cerrar su recorrido en nariz con tonos especiados -canela y vainilla- y balsámicos (regaliz negra). En boca es redondo, equilibrado y elegante, con un excelente paso de boca sedoso y aterciopelado. Larga y delicada persistencia final. Una excepcional añada para un excepcional vino, que se mostrará muy adecuado para acompañar platos como la menestra de cordero, carnes a la brasa y pescados azules con salsas consistentes.

 

 

 

 

 

 

Bodega: CVNE. Zona productora: DOC Rioja. Crianza: Unos 36 meses en barrica de roble. Variedades: tempranillo y graciano. Cosecha: 1994 -excelente-. Temperatura de servicio: 17º C. Precio aproximado en bodega: 15,69 euros.

Marqués de Murrieta Tinto Reserva 1998

 

Un clásico riojano de una bodega centenaria, ahora bajo la presidencia del jovencísimo Vicente Cebrián, conde de Creixell. Vino tinto de bonito color picota, limpio y brillante. Muy aromático y franco en nariz, con recuerdos de frutos rojos y notas de madera debido a su esmerada crianza en barrica de roble. En boca se encuentra amplio, gustoso y bien formado, con una equilibrada acidez que arropa sorprendentemente a sus materias sápidas. De gran permanencia en su final de boca. Adecuado para acompañar carnes rojas como chuletón de buey a la brasa, caldereta de cordero y elaboraciones de caza, como lomo de ciervo o perdiz estofada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bodega: Marqués de Murrieta. Zona productora: DOC Rioja. Crianza: 28 meses en barrica de roble. Variedades: tempranillo, carnacha tinta y mazuelo. Cosecha: 1998 -muy buena-. Temperatura de servicio: 17-18º C. Precio aproximado en bodega: 13,82 euros.

Marqués de Riscal Tinto Reserva 1998

 

Herederos del Marqués de Riscal sólo elabora sus reservas a partir de cepas con más de 15 años de antigüedad procedentes de su propio viñedo, ensamblando variedades típicas riojanas. Este reserva presenta un hermoso color rojo muy vivo, sobre un fondo rubí-cereza. Su intensidad y calidad aromática son notables, así como su variedad de matices. En boca su gusto es largo y sabroso, con sensaciones táctiles de gran calidad y con un retrogusto persistente y especiado. Muy indicado para acompañar platos gelatinosos como manitas de cordero, los morros y manos de ternera, así como pescados azules y las elaboraciones basadas en bacalao o bonito.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bodega: Marqués de Riscal. Zona productora: DOC Rioja. Crianza: 22 meses en barrica de roble. Variedades: tempranillo, graciano y mazuelo. Cosecha: 1998 -muy buena-. Temperatura de servicio: 18º C. Precio aproximado en bodega: 10,32 euros.

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