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Gastronomía

Naturalmente dulces

La bodega López Hermanos apuesta por la renovación de los vinos malagueños

Málaga es la única denominación de origen que sigue abanderando los vinos dulces, unas elaboraciones que continúan siendo herencia del pasado, a pesar de los nuevos avances técnicos aplicados a la enología. Los vinos malagueños fueron célebres en el siglo XVIII, decayeron en el XIX como consecuencia de la filoxera, y durante el siglo XX pasaron por diversos avatares hasta llegar casi al ostracismo. Pero desde hace algún tiempo están experimentando un cierto renacer, gracias al prestigio que van recobrando los vinos dulces, sobre todo los pedro ximénez.

Málaga está buscando hacer vinos que respondan a las demandas actuales, sin renunciar a su pasado histórico, y existen elaboradores que capitalizan esta renovación. Es el caso de la bodega López Hermanos, que desde 1885 ha sabido mantener el buen nombre de los vinos de esta tierra sin dejar de abrir caminos con las viejas elaboraciones de moscatel y pedro ximénez (PX), creando nuevos dulces con carácter y personalidad. Sin lugar a dudas, es la firma más emblemática y representativa de la denominación. A casi todo el mundo le suena la famosa Quina San Clemente, que durante los años cincuenta proporcionó a la bodega enorme popularidad; o más recientemente el no menos conocido Málaga Virgen, que forma parte de la historia vinícola de nuestro país.

Pero los hermanos Rafael y Juan Ignacio de Burgos, actuales propietarios y nietos del fundador, siguen mostrando sus inquietudes con nuevas propuestas. Por eso esta misma semana han dado a conocer sus dos últimas elaboraciones, un moscatel y un pedro ximénez, catalogados como reserva de familia, dos dulces de alta gama que se presentaron en el transcurso de una original comida en el restaurante El Chaflán. Juan Pablo Felipe, flamante premio Nacional de Gastronomía, elaboró un menú para degustar con algunos vinos de la bodega: esturión de Granada ahumado y bocado de tocinillo de espárragos con caviar de esturión (estupendo caviar granadino que se vende a algo más de 1.500 euros el kilo) regado con Barón de Rivero, un moscatel vinificado en seco, ligero y afrutado (4,36 euros); después, una deliciosa carrillera de cerdo ibérico con puré de calabaza y bocado de torta del Casar, que fueron acompañados por el Seco Trasañejo (un tradicional vino de Málaga con más de cinco años de barrica, hoy recuperado por López Hermanos), un sedoso y aromático oloroso que se vende a 36,06 euros.

Para el final se quedaron las estrellas del día, que llegaron a la mesa maridadas con dos postres de mucha altura. Jordi Butrón -de Spai Sucre, un restaurante barcelonés exclusivamente dedicado al dulce- y Oriol Balaguer -del taller del Bulli- lanzaron su imaginación creando especialmente dos gollerías: el primero hizo un bizcocho de almendra amarga, café y leche merengada, que se tomó con el moscatel Reserva de Familia (7,81 euros), un vino de moscatel de Alejandría envejecido seis meses en roble francés, aromático y frutal, con toques de madera. El segundo preparó un Sacher en cuscús, un delicado chocolate en texturas para acompañar el PX Reserva de Familia (7, 81 euros) -18 meses de crianza- un vino muy glicérico, denso, con todo el dulzor de las uvas pasas. Para golosos.

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