Carnaval de Río
Río de Janeiro y su carnaval forman, en términos futboleros, una delantera irresistible. Miles de visitantes sucumben a su magia y convierten la 'cidade maravilhosa' en efímero centro del mundo
Una ciudad puede tener su momento de gloria, un relámpago que la alumbre y adjetive. Y puede ocurrir lo contrario: que lo adjetivo alcance categoría de sustantivo, y la propia ciudad sea como un atributo, una premisa espacial. Eso exactamente es lo que ocurre con el carnaval de Río. Tal vez el más célebre del mundo. Tanto, que hay quien refunfuña que ya no es lo que era. No, no lo es. Empezó siendo otra cosa, más rudimentaria, más ingenua, asunto caro de poetas y escribanos bohemios. Aquel carnaval primitivo estaba presidido por el mítico rey Momo, y abundaban los Pierrots, las Colombinas y otros personajes hurtados a la vieja metrópoli. Es el carnaval de aliento clásico que muestra el histórico filme de Marcel Camus Orfeo negro, cuyo mero título apunta ese prurito de cultismo.
Pero aquello, por inercia e interés comercial, fue a más, se desmadró. Ayudó bastante la propaganda, sobre todo la que se hizo en el glamouroso Hollywood. Nos referimos a Carmen Miranda, la que copió a las vendedoras de frutas de Bahía, y se puso el cesto de plátanos y piñas por sombrero. A Carmen Miranda se la empieza a reivindicar en Río, se le ha dedicado un museo, se la imita, sobre todo por parte de la feligresía gay, que es parte mollar de este tinglado. Es cierto que las cosas han cambiado, que el carnaval ha perdido mucho de su ingenuidad, y que todo está en exceso codificado, reglamentado, acotado (en el sambódromo), incluso políticamente explotado, por parte de autoridades en estado de merecer.
Volviendo a lo primero, el carnaval es una cosa y Río, otra. Y también la cidade maravilhosa enamora y fascina, con o sin carnaval. Es, en cierta manera, tan carnavalesca, tan desmedida, que conviene roerla poco a poco, a trocitos, sin voracidad. He aquí algunas pistas o claves por donde entrarle: primera de todas, la gente; el carioca (así se llama a los de Río) posee la robustez y la belleza de un mestizaje antiguo en el cual han intervenido indios aborígenes, conquistadores portugueses, esclavos africanos, emigrantes europeos, árabes, judíos; la gama cromática va del blanco marfil al negro azabache, pasando por el mulato y el cuarterón, y su sustrato más íntimo es la pasión: en su acepción más rica y ambivalente, es decir, como pulsión amorosa y creadora, pero también como poso de dramatismo, incluso a veces de rabia.
Otra clave: la música. Es como una segunda piel para ellos. Las escuelas de samba sólo son como un bronceador para esa piel de lagartijas. Más claves: el fútbol; las calles (¿o son lo mismo?); el olor de las feijoadas, las caipirinhas, los zumos callejeros de acerola, burití, carambola, goiaba, cajú y muchos más rótulos que parecen nombres de pájaros cantarines. El propio enclave de la ciudad es otro factor a tener en cuenta. Dicen que Dios estaba con cuerpo de carnaval cuando le dio por derramar alegremente bahías y montañas, florestas y colinas y abrió la ventana del paraíso para que corriera el aire.
Para ver ese derroche divino hay dos puntos privilegiados: el monte Corcovado, desde el cual el propio Cristo Redentor contempla el panorama; y el llamado Pan de Azúcar. Desde ambos se cierne media docena larga de playas, pero dos sobresalen: Copacabana, la más larga y popular, cinchada por la Avenida Atlántica y un trajín de cuerpos bronceados, e Ipanema, más selecta y exclusiva; en uno de sus bares, por los años cincuenta, Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim vieron pasar una garota despampanante, y crearon aquella inmortal Chica de Ipanema que dio origen a la bossa nova. No es que Río carezca de monumentos y museos interesantes, los hay, desde el convento colonial y barroco de São Bento a los edificios neoclásicos de Dom Joao, exiliado desde Portugal por culpa de Napoleón, y que luego no quiso ya regresar y se quedó para siempre en su querida Río. No todos los que conocen y se enamoran de Río pueden hacer lo mismo. Pero no será por falta de ganas.
Cómo ir. Varig (914 546 500) vuela desde Madrid a Río a partir de 540 euros más tasas. Tap (901 116 718) tiene vuelos entre Madrid y Río a partir de 475 euros, pero en los días de carnaval el precio sube a 661 euros más tasas. Viva Tours ofrece un combinado de vuelos con Iberia, más siete noches de hotel, desde 736 euros. En agencias.
Alojamiento. Hay que tener en cuenta que durante el carnaval las tarifas se disparan. Copacabana Palace, Avda. Atlántica 1.702, 00 55 21 25487070, el más glamouroso de Río, construido en 1923 a pie de playa, desde 378 euros. Caesar Park, Av. Vieira Souto, 460, 55 21 25252525, un cinco estrellas en Ipanema, a partir de 192,32 euros Ipanema Inn, rua Maria Quiteria 27, 55 21 25236092, en segunda línea de playa en Ipanema, 57,10 euros.
Comer. La Garota de Ipanema, restaurante y bar de copas (aquí se fraguó la canción), Prudente de Morais, esquina Vinicius de Morais, unos 15 euros. Mariu's, Av. Atlántica, 290, excelente churrasquería, al final de Copacabana, bufé por 15,15 euros. Satyricón, rua Ribeiro Dantas, 500, sucursal en Buzios del restaurante de Ipanema, frecuentado por Nureyev o Madonna, pescado y marisco por 30 euros.