<I>Más vale un horrible final</I>
Normalmente, cuando uno oye eso de "estaba descontado" suele echarse a temblar. Esta cantinela suele ser sinónimo de que o bien el mercado no entiende sus propios comportamientos, o bien la caída bursátil está por llegar y no se sabe muy bien cómo será. Pero en lo que toca a la devaluación argentina, puede que efectivamente y por una vez la devaluación sí estuviese descontada.
A estas alturas resulta difícil creerse que las mesas de negociación no contasen con el final de la paridad entre el peso y el dólar. Así, la respuesta al anuncio de devaluación fue coherente con lo inevitable de la decisión. La Bolsa española perdía más que la europea en la apertura de la sesión de ayer, pero no mucho más.
En los gabinetes financieros españoles se daba por hecho el final de la paridad. Solamente estaba esperando una decisión política de gran dificultad. El plan de Rodríguez Saá de crear una tercera moneda era solamente un intento de devaluar sin tocar los depósitos bancarios, es decir, sin asumir la mayor parte del coste político. Duhalde barrunta medidas para no tocar los ahorros, y presumiblemente no los toque. Aunque evitará emitir nuevos papeles.
Ahora lo que toca es calibrar la magnitud del golpe en los libros de las compañías españolas. Los activos que tenían los bancos, Repsol y Telefónica valen menos, pero sólo contablemente. Eran valoraciones tan artificiales como la paridad entre peso y dólar.
Habrá que dotar provisiones por impagados. Y redenominar tarifas. Y los beneficios serán más pequeños, porque vienen en una moneda devaluada. Pero la devaluación es mejor para la economía argentina que el mantenimiento de la paridad. Si esto es cierto, a largo plazo también será mejor para las empresas. Más vale un horrible final que horrores sin fin.