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epigrafe

100 años de afeitados con las maquinillas Gillette

La evolución de la compañía estadounidense es un ejemplo de cómo un espíritu emprendedor puede convertir una idea sencilla en un gran imperio multinacional.

"¡Lo tengo, nuestra fortuna está hecha!". Una mañana de 1895, King Gillette, un modesto vendedor de ferretería, luchaba infructuosamente con una vieja cuchilla mal afilada mientras se afeitaba delante del espejo en su casa de Brookline (Massachusetts). Fue entonces cuando se le ocurrió una idea que con el paso del tiempo acabaría facilitando el aseo cotidiano a millones de personas en todo el mundo y le convertiría en un hombre inmensamente rico. "Mientras estaba allí, de pie, con la maltrecha cuchilla, nació la máquina de afeitar Gillette", explicó años después.

Hoy, en el centenario de su fundación, Gillette es una gran multinacional que factura 10.000 millones de dólares, obtiene 1.200 millones en beneficios y da trabajo a 35.000 personas en todo el mundo. Según afirma la compañía, cada mañana unos 1.000 millones de personas en todo el mundo utiliza uno o más productos Gillette, Braun, Oral B, Mach 3, Venus y Braun, las otras marcas de la compañía.

En un afán de mostrar hasta qué punto sus productos han llegado a todos los rincones del planeta, la empresa recuerda que Fidel Castro llegó a afirmar en televisión en una ocasión que había sido un "cliente satisfecho" de Gillette hasta que durante sus años en la guerrilla se quedó sin suministro de hojas. Según Castro, ése fue el motivo de que tanto él como sus hombres tuvieran que dejarse crecer la barba.

En cualquier caso, para llegar hasta ahí han hecho falta muchos años de trabajo, planificación y, sobre todo, innovación. Así, en 1915, Gillette lanzó la primera maquinilla para mujer. Y en 1917, cuando Estados Unidos decidió intervenir en la Primera Guerra Mundial, ideó un estuche de afeitado al precio de cinco dólares que millones de estadounidenses se llevaron al frente.

De esta forma la empresa pasó de vender 90.884 maquinillas y 123.648 hojas en 1903 a alcanzar los 3,5 millones de maquinillas y 32 millones de hojas en 1917.

El final de la guerra coincidió con una fase crítica para el negocio: la patente de la maquinilla desechable estaba a punto de agotarse y con ella se avecinaba la lucha con la competencia. Una vez más, la empresa apostó por el riesgo y decidió crear su propia competencia sacando al mercado una línea más cara de su propio producto. La idea era copar el mercado, desde las clases modestas hasta las más acomodadas, y el resultado fue un éxito. En 1926, Gillette era ya una multinacional y su maquinilla uno de los productos estadounidenses más conocidos en todo el mundo, junto a los automóviles Ford y la máquina de coser Singer.

Fruto de ese espíritu innovador que enarbola como estandarte la compañía, a principios de los años treinta Gillette decidió entrar en los medios de comunicación y explotar sus productos a través de la radio. Y en 1939 se convirtió en el primer patrocinador de la retransmisión por radio de la liga de béisbol estadounidense.

A partir de ahí, una acertada política de adquisiciones (Oral B, Braun o Duracell, entre otras) y el hecho de ser capaz de lanzar al mercado 20 nuevos productos al año impulsaron definitivamente a la compañía.

 

El cierre de una fábrica con beneficios

La presencia en España de Gillette cuenta con un capítulo polémico. La decisión de la compañía de cerrar en 1994 su fábrica de cuchillas y maquinillas de afeitar de Alcalá de Guadaira (Sevilla), tras 28 años de actividad, fue muy mal recibida tanto por la plantilla como por la propia Administración.

El hecho de que la compañía adoptase la decisión tras haber cerrado el ejercicio anterior con un beneficio de 411 millones desencadenó fuertes críticas desde todos los ámbitos. La crisis se saldó con la venta de la fábrica sevillana a la empresa catalana MK Boxel y a 151 antiguos trabajadores de Gillette a cambio de 100 millones de pesetas reembolsables en un periodo largo de tiempo.

Gillette tuvo que desembolsar, además, un total de 3.800 millones de pesetas para indemnizar a la plantilla de la fábrica y asumir el mantenimiento de las instalaciones, el coste de los asesores jurídicos y los compromisos con proveedores, todo ello por un valor cercano a 5.000 millones.

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