Exporta y el caos de Madrid
Durante los próximos días 21, 22 y 23 de noviembre se celebrará en Barcelona la segunda edición de la feria de servicios al exportador, Exporta 2001, organizada por el Icex. Una muestra que nació envuelta en una agria polémica por la disputa entre las instituciones feriales madrileña y de la capital catalana y para cuyo cierre se recurrió a una decisión política (alternar anualmente Madrid con una capital autonómica) adoptada al margen del sector exportador.
Ya entonces fueron muchos los que aventuraron que tan interesante iniciativa había quedado tocada por el pacto y que difícilmente iba a repetirse el éxito de la edición pionera. Las cifras de la próxima edición, 80 expositores confirmados frente a los 196 que acudieron a Madrid, parecen, en principio, darles la razón. Aunque, sin embargo, sería muy simple atribuir este descenso de participantes al mero cambio de escenario. Factores muy graves como la desaceleración del comercio mundial por la crisis económica y, sobre todo, el impacto de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos han sido los principales responsables de la espantada de gran número de empresas, que en otras circunstancias sí hubieran acudido a Barcelona.
Pero, además, y con independencia de la gestión de los responsables de Ifema, cuyos excelentes resultados le han aupado al primer lugar entre las instituciones feriales españolas, a cualquier observador imparcial no se le oculta que la Ciudad Condal ofrece hoy un entorno mucho más preparado y agradable para albergar eventos nacionales o internacionales de relieve. La nefasta gestión de Álvarez del Manzano ha convertido a Madrid en una de las ciudades más sucias, caóticas, atascadas e incómodas de Europa. Hasta el punto de que un viajero al que se embarcara con destino desconocido y aterrizara hoy en la capital de España no sabría a ciencia cierta si está en Madrid o en Kabul por la cantidad de escombros, andamios, socavones y agujeros por metro cuadrado de sus calles.
Este es el escaparate que ofrece hoy Madrid a los miles de empresarios extranjeros que acuden diariamente a congresos, negocios o a los certámenes de Ifema, y que ayuda muy poco a la estrategia estatal y regional para atraer nueva inversiones extranjeras y para transformar la imagen-país de España en el exterior. Mientras semejante espectáculo capitalino no se arregle, y con el actual equipo municipal parece irremediable, el sector exportador español es, tal vez, el primer interesado en que la imagen de la España moderna, competitiva y productora de bienes y servicios de diseño y calidad que se lleven sus potenciales socios o clientes sea, por ejemplo, Barcelona.
En mayo de 2002, en plena presidencia española de la Unión Europea, los responsables de Comercio han decidido celebrar, nuevamente en Madrid, la III edición de Exporta. Posiblemente, y si se cumplen las previsiones de mejora en los parámetros económicos mundiales, aumentará el número de expositores. Pero si todo sigue igual en la ciudad, la imagen ofrecida fuera del recinto será nuevamente deplorable y los esfuerzos e ilusiones de los técnicos del Icex y de Ifema toparán otra vez con las frondosas ramas del manzano.