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TRIBUNA

<I>Geografía económica tras el 11-09-2001 </I>

En una nueva situación con mayores riesgos en el transporte, se fortalecerá el traslado de todo tipo de actividades.

Mientras la incertidumbre, la inestabilidad y el pesimismo resurgen con fuerza en la escena mundial, tras el trágico 11 de septiembre y a la vista del conflicto bélico en curso, se multiplican los comentarios, análisis y opiniones acerca de los acontecimientos y el más inmediato futuro. Las consecuencias económicas han sido, sin duda, las más citadas en los medios. Los atentados pueden traer consigo importantes implicaciones en el ámbito de la geografía económica, algunas de las cuales han sido citadas en más de una ocasión, aunque sin profundizar en los fundamentos de esta disciplina relativamente poco estudiada. Las implicaciones para la geografía económica se derivan esencialmente del impacto de los atentados sobre el transporte aéreo y la localización de la actividad económica.

La caída de las Torres Gemelas puede haber confirmado el fin de Wall Street como indiscutible centro de actividad en el ámbito de los servicios, especialmente en los vinculados con las finanzas. En una entrevista, el premio Nobel Robert Mundell comentaba que no existía motivo para tan tremenda concentración espacial de actividad, cuya máxima expresión la constituían las malogradas torres. Pero numerosos estudios han confirmado como el sector servicios, y especialmente el financiero, se encuentra sujeto a fuerzas centrípetas más poderosas que las que afectan a la industria.

Aunque aparentemente los servicios sólo requieren de personal y éste podría desempeñar su actividad desde cualquier rincón del mundo, en la práctica pesan muchos factores como el contacto personal con los clientes, la interacción con otros empleados y la necesidad de optimizar costes tecnológicos mediante una única ubicación. Los brokers tienden a trabajar todos juntos, como hacen publicistas o abogados, y de esta forma surgen auténticos centros mundiales de servicios como Nueva York, con Wall Street como epicentro.

Sin embargo, la propia geografía económica predice cómo este proceso de concentración de la actividad cesa cuando los costes, en nuestro caso también los riesgos, de la aglomeración ya no compensan sus numerosas ventajas. Si antes eran sólo los elevados alquileres los que fomentaban el traslado de una empresa de Wall Street a Nueva Jersey o del paseo de la Castellana a Alcobendas, ahora influirán nuevos aspectos. Desde el 11 de septiembre más de 300.000 metros cuadrados han sido ocupados ya por 6.000 nuevos oficinistas en Nueva Jersey. La tendencia hacia ubicaciones periféricas puede favorecer, en escala mundial, a ciertas regiones o países.

La tendencia hacia una cierta descentralización de la actividad se ve favorecida a escala mundial por los nefastos efectos del terrorismo sobre el transporte aéreo. Una menor confianza hacia los vuelos comerciales impedirá numerosos intercambios y el normal desarrollo de ciertas actividades, amén de los miles de despidos anunciados y consumados. Los primeros datos publicados apuntan un descenso del 15%-20% en la demanda global de vuelos comerciales, un 35% en los vuelos domésticos americanos y un 40% en los transatlánticos. Algunos medios británicos anunciaban un inusitado aumento en el uso de la videoconferencia.

La dificultad de materializar contactos físicos y la necesidad de recurrir a modernos medios de comunicación puede permitir la entrada en juego de nuevos competidores, siempre que dispongan de una cierta tecnología y cualificación del personal. La prensa se ha hecho eco de un exitoso portal B2B en el ámbito textil que, desde España, operaba en el mundo con una estructura de costes un tercio más barata que en Londres o Nueva York.

En un nuevo escenario con mayores riesgos en el transporte y en el que se reduce la movilidad laboral, no sólo del ejecutivo londinense que asistía a reuniones en Nueva York, sino probablemente también del informático de Bombay que buscaba trabajo en California, cobrará fuerza la deslocalización en todo tipo de actividades. Mientras las compañías aéreas se lamentan y buscan apoyo público, tal vez las empresas de telecomunicaciones puedan aho-ra recuperarse de tasas y subastas prohibitivas. Faltará ver si la nueva geografía económica se limita sólo a Nueva Jersey y si la nueva geografía política afecta sólo a Afganistán.

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