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Las críticas a la operación contra Afganistán han obligado al presidente de EE UU a emprender una nueva ofensiva diplomática para reforzar los apoyos internacionales a sus iniciativas. Washington anunció ayer que no detendrá los bombardeos durante el Ramadán, lo que suscitará el recelo de muchos países musulmanes.
Los ataques contra Afganistán se recrudecieron ayer en el norte del país, donde las fuerzas de la Alianza del Norte, apoyadas por EE UU y Rusia, mantuvieron duros enfrentamientos con los talibanes, aunque las posiciones de uno y otro bando permanecieron prácticamente invariables.
Los talibanes aseguraron que habían capturado a ciudadanos estadounidenses, extremo desmentido desde Washington, y que habían derribado un avión de EE UU, sin que el Pentágono se pronunciara al respecto.
Los combates librados ayer suponen un cambio de estrategia en la alianza antitalibán, que ha pasado de bombardear centros de mando y control del régimen de Kabul a intentar abrir el camino para permitir los avances de la oposición afgana en los frentes de combate.
Los apoyos internacionales también se encuentran en proceso de cambio. El Gobierno turco confirmó ayer el envío de 90 tropas de sus fuerzas militares especiales a Afganistán con el fin de contribuir al entrenamiento de las fuerzas de la opositora Alianza del Norte y para labores humanitarias, según el comunicado oficial de Ankara. Turquía es un país mayoritariamente musulmán.
Sin embargo, tan estratégico aliado no servirá para calmar las iras de los musulmanes si, como anunció ayer Estados Unidos, los bombardeos no cesan durante el Ramadán, mes sagrado para los musulmanes que comienza el próximo día 17.
En buena medida, este anuncio supone el reconocimiento de un fracaso, ya que al comienzo de los ataques sobre Afganistán descartó esta posibilidad. Y, además, amenaza con resquebrajar el de por si tímido apoyo que ha recibido EE UU de los principales países árabes.
Para intentar evitar la ruptura, el presidente de EE UU, George Bush, emprenderá la próxima semana una ofensiva diplomática para reforzar sus apoyos internacionales y se reunirá con los presidentes o primeros ministros de Reino Unido, Francia, Brasil, India, Irlanda y Argelia. Asimismo, se entrevistará con el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Llamamiento de Bin Laden
El papel de Musharraf es decisivo en esta guerra, como ayer puso de manifiesto el propio Osama Bin Laden. El millonario de origen saudí hizo ayer un nuevo llamamiento a la guerra santa contra occidente a través de las cámaras de Al Yazira. Bin Laden pidió a los musulmanes de Pakistán que se conviertan en soldados del islam para aplastar la "cruzada cristiana" de Afganistán. Unos 5.000 musulmanes pakistaníes aguardan desde hace días en la frontera con Afganistán cerca de China a la espera de la autorización de las autoridades de Kabul para unirse a los talibanes en su ofensiva contra EE UU.
Bin Laden aseguró que "los musulmanes de Afganistán son asesinados, mientras el Gobierno paquistaní se pone vergonzosamente a los pies de esta cruzada".
En Afganistán no sólo preocupa la llegada del Ramadán. El invierno está a la vuelta de la esquina y las organizaciones humanitarias temen un agravamiento de la ya precaria situación de la población afgana. Por eso, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, pidió ayer que los ataques terminen "lo antes posible" para poder facilitar la ayuda humanitaria. Annan insistió además que la solución del conflicto afgano "no puede ser militar, sino política".