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El BCE obliga a los Quince a retirar la exigencia de otra rebaja de tipos

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Wim Duisenberg, impuso ayer al Consejo Europeo, en Gante, su criterio sobre cómo conducir la política monetaria en la zona euro: no habrá bajada de tipos hasta que la inflación esté por debajo del 2%. El consejo había previsto un documento en que se pedía la inmediata bajada de tipos para relanzar la economía. Ayer se conoció que la confianza de los empresarios alemanes cayó a mínimos y el euro se hundió a valores anteriores al 11-S.

El presidente del Banco Central Europeo, Wim Duisenberg, reafirmó ayer su independencia frente a las tentaciones políticas de los últimos días de interferir en su política monetaria. Y lo hizo ante la cúpula en pleno de la Unión Europea, reunida en la ciudad belga de Gante para un Consejo Europeo informal.

El de ayer fue un pulso más en la pelea por la conducción de la política monetaria en Europa, que tantas suspicacias ha levantado en los mercados financieros. El citado pulso lo había iniciado el presidente de la Comisión, Romano Prodi, cuando el pasado jueves pidió abiertamente una nueva bajada de tipos de interés.

Duisenberg impuso su criterio en la declaración final de los presidentes de Gobierno de la Unión Europea sobre la situación económica, quienes reconocieron por escrito que cualquier rebaja de tipos debe supeditarse a una mejora de las perspectivas de inflación y a la contención en la negociación salarial. Ambas condiciones exigen el impulso de las reformas estructurales que el BCE no cesa de exigir y que los Gobiernos de la UE no hacen sino retrasar.

Las tornas de la declaración final se volvieron contra los propios Gobiernos gracias a la habilidad y tozudez del holandés, pese a que se había encontrado sobre la mesa del consejo un borrador de declaración que descargaba sobre él toda la responsabilidad de frenar la desaceleración económica.

El texto inicial, pactado a primeras horas de la mañana por los Quince, sentenciaba que la caída de la inflación, que ya se está produciendo, debería proporcionar margen de maniobra suficiente a las autoridades monetarias "para continuar con acciones decisivas". Desde instancias políticas de la Unión se había repetido, además, durante los últimos días que el margen de maniobra gubernamental estaba agotado y la reactivación correspondía al BCE.

La mano de Reynders

"Se pidió al BCE que hiciera sus comentarios [sobre el borrador inicial] y me alegra que esos comentarios se hayan tenido en cuenta", indicó con modestia el presidente en rueda de prensa conjunta con Didier Reynders, ministro belga de Finanzas y presidente de turno del Consejo de Ministros de la UE, y Pedro Solbes, comisario de Asuntos Económicos. Reynders, cuya mano se adivinaba tras la redacción inicial, minusvaloró el cambio en el texto como una mera cuestión de redacción.

Para Duisenberg, sin embargo, las palabras tienen una traducción numérica. El presidente indicó que la inflación deberá caer por debajo del 2% o preverse que lo hará inevitablemente para que el BCE disponga de margen de maniobra. "La declaración de hoy [por ayer] del consejo", remató el holandés, "se corresponde perfectamente con la actual política monetaria del BCE".

Se trata del segundo enfrentamiento claro entre Reynders y el BCE. El ministro belga ocupa la presidencia de turno del Eurogrupo desde el 1 de enero de 2001, porque Suecia, que presidió la UE durante el primer semestre, no pertenece a la unión monetaria. En abril, durante el Ecofin informal de Malmoe (Suecia), Duisenberg ya salió reforzado frente al intento de Reynders de resolver cuanto antes la sucesión del holandés como presidente del BCE. Desde entonces, incluso el acuerdo tácito para un posible relevo en junio ha perdido vigor.

Duisenberg ha conseguido esta vez cargar las tintas en las reformas estructurales que los Quince deben acometer para aumentar el potencial de crecimiento. "Hace falta que cada uno asuma sus responsabilidades", acató Reynders. El belga expresó además el compromiso de todas las partes a respetar la independencia de todas las instituciones, "y la primera, la del BCE".

Duisenberg deberá ponderar ahora, libre de momento de presiones políticas, el verdadero margen de maniobra de que dispone el BCE. El precio del dinero se ha rebajado en 75 puntos básicos desde el 30 de agosto y los tipos de interés se sitúan en 3,75%, todavía por encima de EE UU (2,5%). La inflación en la zona euro ha pasado del 3% en junio al 2,5% en septiembre.

El Banco Central Europeo confía en que se sitúe por debajo del 2% a primeros de 2002, pero aún le inquieta la evolución de la inflación subyacente (la que excluye energía, alimentos, alcohol y tabaco) que desde junio se mantiene en el 2,8%.

 

La caída de la confianza hunde al euro

El indice IFO de confianza de los empresarios alemanes cayó en septiembre desde los 89,5 puntos de agosto hasta los 85 puntos, la mayor caída en un solo mes desde 1995. Esta virulenta caída, coherente con el escasísimo crecimiento económico germano (un 0,75% este año), hundió el euro hasta valores anteriores a los atentados en Estados Unidos, por debajo de 0,90 dólares.

En los últimos 12 meses el descenso ha sido muy fuerte, desde los 98 puntos hasta los 85 citados.

No obstante, los expertos habían pronosticado un descenso mucho más moderado, a pesar de conocer la influencia que podían tener los atentados en el mundo de los negocios. A la encuesta sobre confianza y expectativas responden 7.000 empresas alemanas.

Este descenso arroja nuevas dudas sobre la economía europea en general y se acerca el fantasma de la recesión. Buena prueba de ello fue la influencia que ejerció sobre la divisa común europea. Registró en la jornada de ayer un descenso moderado, pero que supuso devolver al euro por debajo del cambio que mantenía con el dólar antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre. Los atentados revalorizaron el euro hasta los 0,94 dólares.

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