<i>Gescartera de otoño </i>
El 24 de agosto, en estas mismas columnas bajo el título Gescartera, el dinero de los demás, me permití afirmar que el equipo rector de la CNMV presidido por Pilar Valiente había ejercido "con diligencia sus competencias, informando e investigando los hechos [referidos a Gescartera], poniéndolos en conocimiento de quienes corresponde instruir y/o impulsar acciones judiciales como lo es el ministerio fiscal". Reconozco que mi opinión, como en tantas ocasiones, ha sido minoritaria, pero responde a lo que pensaba y pienso. Se apoya en un hecho incontrovertible, cierto y objetivo: las actuaciones judiciales se inician por decisión de ese equipo rector. No es una manera de decir. Es una verdad literal.
Pero no es éste el punto sobre el que quiero reflexionar. Los mecanismos de investigación e instrucción penal están en marcha a través del órgano correspondiente. Se depuran responsabilidades y en primer plano aparecen los gestores y directivos de la empresa privada que genéricamente denominamos Gescartera, no olvidando quienes han auditado ("sin salvedades") sus cuentas. Por otro lado, las responsabilidades políticas se investigan en el Congreso.
Entiendo que no debemos detenernos ni reducir el perímetro de la preocupación a estos aspectos, sin duda importantes, pero que tienen sus cauces de tramitación. Conviene abrir el perímetro del asunto para reflexionar equilibrada y sosegadamente sobre el régimen legal de supervisión, independencia y responsabilidad de la CNMV, en los términos sensatos propuestos por el profesor Tornos Mas, movido por la loable intención de que hay que recuperar la confianza en el sistema de supervisión, pues es la pieza esencial para el buen funcionamiento del mercado de valores.
Hay que avanzar más. No podemos perder el horizonte de lo que ocurre cada día y marca el contorno del presente inmediato y del futuro próximo. Me refiero al emergente mercado de valores marcado por la nueva tecnología. Leyendo una reciente monografía de Santiago Hierro (El nuevo mercado de valores tecnológicos), me conduce a la necesidad de hacer este llamamiento a la profundidad en el debate y a la amplitud de miras en su contenido. Queramos o no, lo ocurrido merece consideración, pero no puede ser motivo de parálisis. Hay que estar atentos al nuevo mercado paneuropeo, meticulosamente analizado en la monografía citada, hay que profundizar en los nuevos mercados bursátiles, especialmente en el Euro.NM.
Aquí se encuentra la realidad que va pisando los talones de nuestra legislación en materia de mercado de valores. Una vez más, la ordenación va detrás de los hechos, por lo que debemos establecer previsiones para que estos no se conviertan en devoradores al amparo de vacíos o insuficiencias reguladoras.
Coincido con la opinión del profesor Pérez de la Cruz en el prólogo a la obra citada. "Está por determinar si estos nuevos mercados están constituyendo la avanzadilla de lo que en un futuro, más o menos próximo, serán los ordinarios de valores". No podemos perder esta perspectiva enredados en hechos que deben tener su tratamiento, y que lo están teniendo, sino situarnos en una atalaya que nos permita avanzar corrigiendo lo que la experiencia nos ha enseñado que hay que rectificar. Anticipémonos con imaginación y sentido práctico a dotar al sistema de mecanismos legales eficientes. El objetivo prioritario es restablecer máximos niveles de confianza razonable. Apliquemos reglas de la razón, huyendo de fundamentalismos, pues no existe más que la perfección de imperfecciones, "pues los caminos de la perfección (F. Savater) llevan meandros hacia el manicomio".