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TRIBUNA

<i>La posición española ante la crisis </i>

Se ha abierto de nuevo el eterno debate entre la seguridad individual y colectiva y la libertad y el derecho a la privacidad de los ciudadanos.

Poco a poco, y en un clima de consenso generalizado, se ha ido configurando la posición española ante el futuro incierto que nos ha deparado el atentado terrorista del pasado 11 de septiembre. El Reino de España formará parte de la Coalición Global que se está creando a iniciativa de EE UU para hacer frente no sólo al problema concreto de la captura de Bin Laden y los miembros de su organización, sino a las respuestas que habrán de imaginarse para hacer frente al terrorismo internacional.

Nuestra posición se ha definido sobre nuestra triple condición de miembros de la UE, de la OTAN y de las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, la posición del Reino de España se ha individualizado en relación a EE UU por las disposiciones del Acuerdo de Cooperación, que permiten la utilización a las Fuerzas Armadas estadounidenses de las bases situadas en territorio español.

El Consejo Europeo de Bruselas, que reunió a los jefes de Estado y de Gobierno para ocuparse de la situación creada tras el atentado ha supuesto un gran avance en la crea-ción de un espacio europeo donde una postura co-mún frente a los delitos de terrorismo y determinadas medidas destinadas a extraditar y juzgar a los autores y colaboradores de actos terroristas se han abierto, por fin, camino. Es enormemente positivo lo acontecido en esta reunión.

La violencia terrorista en Irlanda del Norte, en el País Vasco o en Córcega parecía que no eran argumentos suficientes para progresar en la comunitarización de los asuntos de Justicia e Interior. Ha sido necesario el drama norteamericano y sus consecuencias para que los europeos nos movamos definitivamente en la buena dirección. Aun así, bienvenido este gran avance.

También el Consejo At-lántico de la OTAN puso en marcha, por primera vez en su historia, el artículo 5 del Tratado de Washington, que establece la mutua defensa en el supuesto de una agresión exterior contra cualquiera de sus miembros. Es verdad que con la suficiente ambigüedad como para dejar del lado de EE UU su activación definitiva. De hecho, los estadounidenses no lo han solicitado hasta el momento y todo inducía a pensar que, si se producía una respuesta militar, serían las Fuerzas Armadas nortea-mericanas las que la realizaran, como así ha sido.

En el ámbito de las Naciones Unidas, se ha reconocido el derecho a la legítima defensa que asiste a EE UU.

La UE y la mayoría de los países que han decidido integrarse en la Coalición Global han insistido en que la respuesta al atentado debe hacerse bajo la égida de las Naciones Unidas, como garantía de que se producirá una respuesta legal y proporcionada. Sin duda, este es un requisito para el buen orden de esta Coalición Global, con independencia del legítimo derecho de EE UU a defender su territorio y sus intereses.

En el caso específico del Reino de España las bases y las facilidades previstas en el Acuerdo de Cooperación han sido puestas a disposición de EE UU. Se trata de una contingencia prevista en el acuerdo y la respuesta española ha sido la correcta.

Las iniciales declaraciones de cooperación "sin límites" y de un excesivo tono marcial del ministro Trillo se han ido corrigiendo hacia un lenguaje más adaptado a la realidad de nuestra relación bilateral con EE UU.

La nueva cooperación internacional que se está intentando dibujar en estos momentos ha puesto en marcha determinadas iniciativas en materia de información financiera desconocidas hasta ahora en las relaciones internacionales.

La determinación del presidente George Bush de estrangular el apoyo económico y logístico del terrorismo islamista ha abierto una discusión universal acerca de la justificación del secreto bancario y ha puesto de manifiesto la necesidad de terminar con los paraísos fiscales.

El eterno debate entre la seguridad individual y colectiva y la libertad y el derecho a la privacidad de los ciudadanos se vuelven a confrontar de nuevo.

Lo que resulte de este debate en el seno de la sociedad estadounidense tendrá seguramente un valor de referencia para los demás. Estamos en el inicio de una de las muchas consecuencias que tendrá para el mundo el atentado de las Torres Gemelas.

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