Las aerolíneas europeas agudizan la crisis del sector
La crisis desatada por el ataque suicida a las Torres Gemelas de Nueva York llega con virulencia a Europa. Las grandes aerolíneas del Viejo Continente empiezan a anunciar despidos, recortes de capacidad y reclaman ayudas a los Gobiernos. La IATA (Asociación Internacional de Transporte Aéreo) se suma a esta reclamación, al igual que la AECA, la patronal que agrupa a todas las aerolíneas españolas excepto Iberia.
Las secuelas del ataque con aviones civiles a las ciudades de Nueva York y Washington llegan a Europa con virulencia. Las grandes aerolíneas de este lado del Atlántico anuncian despidos, recortes de capacidad, aplazamientos en la recepción de aviones, e inician, con el apoyo de la IATA, una campaña para reclamar ayudas públicas a la que se ha sumado también la patronal de las aerolíneas españolas, AECA.
La Comisión Europea (CE) reaccionó de forma inmediata. Un portavoz declaró que el Ejecutivo comunitario no se plantea autorizar ayudas públicas para las compañías aéreas europeas que hayan podido registrar pérdidas debido a la crisis.
A diferencia de lo que están considerando las autoridades estadounidenses, el Ejecutivo comunitario dejó ayer bien claro que no tiene la intención en estos momentos de suavizar su restrictivo régimen de ayudas públicas para el sector de la aviación civil. "Hoy por hoy no es posible ninguna ayuda de Estado para las compañías aéreas europeas", manifestó a la prensa Gilles Gantelet, portavoz comunitario de Transportes.
No obstante, añadió la fuente, ello no significa que Bruselas no vaya a vigilar muy de cerca los resultados económicos de las aerolíneas.
En los próximos días, la vicepresidenta de la Comisión y comisaria de Transportes y Energía, Loyola de Palacio, tiene previsto reunirse con responsables de la Asociación Europea de Compañías Aéreas para escuchar su opinión, anunció el portavoz.
Ahora bien, advirtió Gantelet, "la situación en Europa no se puede comparar con la de EE UU, donde no hubo ningún vuelo durante varios días a consecuencia de los ataques terroristas".
Bruselas no quiere que se aproveche una coyuntura dramática como la de la masacre estadounidense para eludir otras obligaciones.
Hace tiempo que la Comisión alerta sobre la necesidad de proceder en Europa a fusiones entre aerolíneas al objeto de asegurar su viabilidad, y esa recomendación no va a verse alterada como resultado de la crisis actual.
También se subraya que el impacto de la subida del crudo el año pasado ha podido ser mayor que el derivado de los ataques y nunca se compensó a las compañías europeas por la subida del precio del queroseno.
Sin embargo, el goteo de anuncios de pérdidas, recortes de empleo y aplazamiento en la compra de aviones empieza a ser vertiginoso.
Las compañías aéreas españolas Air Europa e Iberia han decidido retrasar sus pedidos de nuevas aeronaves, a la espera de acontecimientos y "el desarrollo de la situación económica internacional". Iberia tenía previsto recibir a lo largo de 2002 un total de 16 unidades de la firma Airbus (11 A-320 y 5 A-321) y teme que el descenso de ocupación de sus aviones a destinos americanos llegue a un 30%.
Air France aplicará un plan de contingencia que incluye la retirada anticipada de una serie de aviones viejos, la congelación de la plantilla y de todos los gastos ajenos a la seguridad y la operatividad, y revisión de inversiones.
La aerolínea holandesa KLM advirtió ayer que prevé cosechar pérdidas operativas este año a causa de la ralentización económica y los atentados perpetrados en Estados Unidos. "KLM prevé una presión reforzada sobre sus resultados operativos y espera terminar el año fiscal con una pérdida operacional". Asimismo señalaron que los atentados del día 11 de septiembre han tenido un impacto financiero "inmediato" tras la anulación de más de 100 vuelos con destino a Estados Unidos, Canadá y Oriente Medio. KLM ya había anunciado en agosto su intención de reducir la capacidad global en un 3% durante la estación invernal 2001/2002 con el fin de adaptarse a una disminución de la demanda en algunos trayectos.
Alitalia se dispone a aprobar el próximo viernes un plan de emergencia, mientras en medios empresariales se habla ya de la posibilidad de que se produzcan unas 3.000 bajas, entre prejubilaciones y despidos. Alitalia, que tiene unos 24.000 empleados, ha comenzado a acusar, como el resto de compañías internacionales, los efectos de una crisis que se aventura larga.
En el Reino Unido, el sector busca el apoyo del Gobierno para afrontar la crisis, que ya ha llevado a la supresión de 1.200 empleos en Virgin y puede extenderse a otros sectores de la industria aérea. El ministro de Transportes, Stephen Byers, se reunió con el presidente de Virgin Atlantic, Richard Branson, y el director ejecutivo de British Airways, Rod Eddington, para analizar la crisis y revisar las medidas de seguridad.
La escandinava SAS también ha anunciado recortes de capacidad para reducir costes.
UAL elimina 20.000 empleos y Bush apoyará al sector
La aguda crisis que sufren las aerolíneas, incrementada por el ataque terrorista del 11 de septiembre, ha obligado a éstas a reducir sus plantillas, medida que puede afectar hasta 100.000 empleados. En este sentido, la compañía estadounidense United Airlines (UAL) suprimirá 20.000 empleos, según ha indicado la cadena de televisión CNN y recoge France Presse. USAirways había anunciado el lunes la eliminación de otros 11.000 empleos, el 10% de su plantilla.
Ante la situación creada a la industria de la aviación por el ataque terrorista del martes, el Gobierno de EE UU intenta minimizar el golpe asestado con un eventual aporte de 24.000 millones de dólares (4,3 billones de pesetas, 26.000 millones de euros) y otros estímulos para el sector.
En el contexto de esa preocupación gubernamental, representantes del Ejecutivo se reunieron ayer con los dirigentes de las compañías aéreas para escuchar sus problemas, temores e inquietudes. Las aerolíneas, que ayer se recuperaban en Bolsa del desplome sufrido el lunes, han señalado que la ausencia de una significativa ayuda monetaria por parte de las autoridades federales las llevará irremediablemente a la bancarrota.
El Gobierno de Washington es consciente de que el derrumbe de la navegación aérea comercial afectará severamente a la economía, aunque esa industria afrontaba ya dificultades financieras desde antes del ataque terrorista suicida en Nueva York y el Pentágono.
La crisis se ha agravado porque tras el atentado terrorista de hace ocho días hubo una paralización general de los vuelos durante casi tres jornadas; la reanudación del tráfico aéreo ha supuesto vuelos limitados, además de la imposición de drásticas medidas de seguridad. Las pérdidas ocasionadas a la aviación comercial como consecuencia de la acción terrorista se calculan en más de 1.000 millones de dólares desde el martes pasado.
La industria del automóvil acusa el recelo de los clientes
Con el país oficialmente en guerra, la industria del automóvil de EE UU afronta la incertidumbre de que siga retrocediendo la confianza entre los consumidores. Los tres grandes fabricantes del país (General Motors, Ford y Chrysler) temen que una recesión hunda definitivamente sus perspectivas de recuperación.
Después de haber registrado pingües ventas en 1999, los tres grandes de Detroit sufren una pequeña crisis comercial, debido a problemas de calidad, de retrasos en la producción y al debilitamiento general de la economía. Por primera vez en su historia, GM, Ford y Chrysler tenían en conjunto menos de un 60% del mercado estadounidense el pasado mes de agosto.
Tras los atentados, los concesionarios aseguran que las ventas han caído radicalmente, posiblemente por el llamado efecto CNN, es decir, que los acontecimientos que transmitía en vivo la cadena de televisión disuadió de salir a comprar a los clientes.
Las tres compañías han sufrido el cierre temporal de varias plantas cercanas a los lugares atacados y la falta de material por los bloqueos de los camiones cargados con componentes en las fronteras de México y Canadá. También se paralizó durante días la distribución aérea de los componentes.
Consecuencias
La pasada semana, los fabricantes de automóviles estadounidenses dejaron de producir 47.123 unidades, lo que supone un 13,6% del plan semanal de producción, que asciende a 346.034 vehículos.
Para colmo, los presidentes de estas tres grandes firmas se quedaron retenidos en Alemania, que habían acudido al Salón del Automóvil Francfort. GM, Ford y Chrysler decidieron suspender o limitar los viajes de sus ejecutivos al extranjero. Y todos han tenido que rediseñarse las campañas de publicidad, a fin de ofrecer una imagen adecuada a las circunstancias.
Las consecuencias a largo plazo son difíciles de prever, pero la guerra del Golfo (1990-91) afectó mucho al sector durante la primera mitad de la década, especialmente a GM. Varias marcas importadas, como Peugeot y Daihatsu, desaparecieron del mercado estadounidense. La gran esperanza es que un dólar más débil anime a los ciudadanos a comprar las marcas nacionales frente al actual avance de los fabricantes japoneses en el mercado.