<I>Opinión fundada o eficacia publicitaria </I>
Pocos políticos, por no decir ninguno, reconocerán que manipulan la opinión pública con técnicas de venta.
Las empresas de publicidad, con el objetivo de medir el efecto de sus campañas, realizan estudios periódicos de opinión sobre los productos que publicitan, de modo que pueden apreciar si las características de calidad, seguridad, originalidad o cualquiera otra de las que han destacado en sus spots han conseguido calar en los consumidores.
Aunque se puede suponer que algunos de estos estudios tendrán carácter reservado, no es raro que, de vez en cuando, los resultados de estos seguimientos se hagan públicos, lo que nos permite, no sin cierto estremecimiento, apreciar que muchos consumidores, en lugar de criterios objetivos forjados en la propia experiencia, se limitan a repetir, con exactitud sospechosa, el contenido del mensaje con el que se les ha asaeteado en los medios de comunicación.
La naturalidad con que los publicistas de productos presentan los resultados de sus campañas para concienciar a los consumidores, reconociendo el modo en que la han forzado con sus mensajes reiterados, contrasta con el disimulo con el que algunos políticos ofrecen datos sobre la opinión ciudadana, como si ellos fueran meros observadores objetivos y, desde una posición neutral, no tuvieran absolutamente nada que ver con el modo en que dicha opinión se ha generado.
Los publicistas al servicio de los partidos políticos, seguramente los mejores y en ocasiones los más caros que existen en el mercado, no van a ser quienes desvelen los mecanismos que utilizan para forjar ideas, mecanismos que lógicamente han de tener la mayor sutileza posible para que no se note, al menos descaradamente, el modo en que se manipula una opinión pública que, para ser utilizada de un modo eficaz en la argumentación política, ha de parecer que surge tan espontáneamente como las setas y que está dotada de la fuerza que caracteriza a las convicciones profundas, arraigadas en lo más íntimo del ser humano.
Pocos serán, por no decir ninguno, los que reconozcan que manipulan la opinión pública con técnicas de venta. Pero, ante el lógico silencio de los expertos en manipular opiniones y el, todavía más que lógico, silencio de quienes les contratan, debe surgir el clamor de los que vemos en todo ello una parodia que, si no encerrase graves peligros, podría resultar divertidísima.
Pero denunciar que, para forjar opiniones, se utilizan vulgares métodos de venta en lugar de profundos y rigurosos debates no es una tarea fácil y la denuncia sólo podrá tener éxito si se fundamenta con argumentos a los que quienes manipulan no puedan responder. Faltan trabajos de investigación sobre la materia, pero las nuevas técnicas de análisis de textos, unidas a la capacidad de la informática para acumular un gran volumen de información, pueden facilitar la tarea.
No es difícil aventurar lo que se deduciría de un mero recuento de frases publicitarias como "váyase señor González", "España va bien", "ellos (los de Madrid) se quedan los cuadros (El Guernica) y nosotros nos quedamos las bombas" y un largo etcétera.
Pero las técnicas de análisis lingüístico pueden llegar más lejos que a la simple evaluación de reiteraciones de mensajes como los señalados, técnica de propaganda política acuñada por nazis y comunistas.
Por ejemplo, ya se podrían intentar análisis semánticos de significados, atendiendo a lo que los expertos denominan "componentes", "indicadores" y "sememas", lo que permitiría descubrir el modo en que se está forzando el lenguaje para corromper la naturaleza de los procesos cognoscitivos.
Del mismo modo, sería muy interesante analizar cómo se están forzando las asociaciones de palabras para corromper, también, el proceso natural mediante el que debiera producirse el lenguaje con asociaciones espontáneas.
Posiblemente resultase revelador, por ejemplo, analizar, con la exhaustividad que permite la informática, cómo se ligan a algunos nombres, mediante eficaces técnicas de publicidad, determinados rasgos selectivos en un interesado programa de propaganda política simplificadora: PSOE-corrupción, PSOE-GAL, PNV-ETA, Madrid-centralismo y un largo etcétera tan injusto como peligroso para la convivencia futura.