<i>Bush es profeta en su tierra</i>
El diario International Herald Tribune y el Consejo de Relaciones Internacionales de Nueva York han confirmado lo que era un secreto a voces: que el presidente estadounidense, George Bush, tiene una enorme impopularidad en Europa. Según los resultados del sondeo, una mayoría abrumadora de europeos rechaza su plan de escudo antimisiles y su posición frente al Protocolo de Kioto. Británicos e italianos se fían menos de él que del ruso Vladimir Putin. Y más del 70% de los alemanes, franceses, británicos e italianos están convencidos de que sólo le interesa defender los intereses de EE UU. El líder americano, que disfruta de unas calurosas vacaciones en Tejas, ni siquiera ha pestañeado con la noticia.
Si al presidente menos viajado de la historia moderna de EE UU le importara lo que piensan los europeos (o los ciudadanos del resto del planeta), seguramente habría aprovechado sus vacaciones para conocer algo del mundo que pretende liderar. En lugar de eso, el republicano ha decidido pasarse el mes jugando a los vaqueros en su rancho de Crawford.
Si hay algo que Bush tiene claro es que su futuro depende del voto de sus conciudadanos y no de la opinión que tengan sobre él un puñado de extranjeros. En especial los europeos, que son vistos con enorme recelo a este lado del Atlántico. Para millones de estadounidenses, Europa representa lo viejo y lo caduco, la socialdemocracia ineficiente y una aristocracia política, económica e intelectual que, al contrario que ellos, no valora los méritos del individuo. Una gloria pasada convertida en reliquia que siempre pide ayuda a Estados Unidos en momentos de crisis y que, encima, se atreve a mirarles por encima del hombro.
El analista político Marshall Wittman, del Hudson Institute, dice que los europeos sufrimos un ataque agudo de "tejanofobia" y advierte que la impopularidad de Bush en nuestro continente es, incluso, "un activo (político para el presidente) a largo plazo en el terreno nacional porque demuestra que está dispuesto a plantar cara en defensa de los intereses de EE UU". Y no le falta razón.
Quedándose en casa para "escuchar las voces del pueblo" y "viajar por el corazón del país", Bush gana puntos entre sus votantes. Y los sondeos indican que la estrategia le da buenos resultados. Un 57% de los ciudadanos apoyaba su trayectoria como presidente en la última encuesta de CNN/USA Today, un 56% en la de Harris y un 56% en la de Fox TV.
Bush no tiene la sofisticación, la altura intelectual y la curiosidad por el mundo exterior que mostraba su antecesor Bill Clinton. Pero en un país en el que menos de una cuarta parte de los ciudadanos tiene título universitario y muchos congresistas se vanaglorian de no haber sacado nunca el pasaporte, el localismo del tejano es bien recibido por millones de votantes.
Algunos expertos han avisado que la falta de interés por el mundo exterior pone en peligro el liderazgo mundial de EE UU. Y el propio Consejo para las Relaciones Internacionales se dedicó en 1997 a recolectar firmas entre funcionarios de las Administraciones Carter, Reagan, Bush (padre) y Clinton para pedir que se dediquen más fondos a "financiar el liderazgo de EE UU". Pero la cifra no ha parado de bajar. Y no será Bush hijo quien pida un aumento.