Argentina se sitúa al borde de una devaluación pese al duro ajuste fiscal
El Gobierno argentino parece en camino de perder el control de la situación económica y política. Los anuncios del superministro Domingo Cavallo de aplicar una política de ¿déficit cero¿ ha puesto en pie de guerra a los sindicatos. Se acelera la salida de depósitos del sistema bancario y el frenesí político. Los temores de devaluación crecen por hora. Standard & Poor¿s rebajó la calificación de Argentina.
El presidente Fernando de la Rúa y el conjunto del gabinete de ministros firmó en la madrugada de ayer un decreto que constituye una virtual moratoria de pagos parcial con los asalariados y pensionistas del Estado, así como con sus proveedores. "No hay otra alternativa. Quien diga lo contrario, miente", afirmó con una firmeza inusitada el dubitativo presidente.
Después de que el miércoles por la tarde Cavallo asegurara que no había más crédito para el país, se desató una sucesión de reuniones al más alto nivel del poder que culminó en la firma del decreto. æpermil;ste da absoluta prioridad al pago de los vencimientos de los acreedores de la deuda pública externa e interna y condiciona el pago de salarios y deudas a proveedores a los ingresos que logre la recaudación de impuestos.
"Este mes la reducción de los salarios y pensiones estará entre el 8% y el 10%", dijo el jefe de Gabinete, Chrystian Colombo. En los próximos meses todo dependerá del resultado de la recaudación.
También se decidió elevar el impuesto a las transacciones financieras, del 0,4% actual al 0,6%, con vigencia inmediata. No hay aclaraciones de la medida en que estas decisiones afectarán a la educación, la salud y la seguridad. Finalmente, se obliga a que todos los sueldos y pensiones sean depositados en cajas de ahorro en los bancos, algo que favorece al sector financiero y a la recaudación del impuesto a las transacciones.
Entre los últimos cinco días hábiles, sin contar la jornada de ayer, los retiros de los depósitos bancarios suman 1.500 millones de dólares, equivalente al 2% del total. Durante la crisis del efecto Tequila en 1995, esa retirada llegó al 18%.
Por otra parte, y en medio de negociaciones desesperadas, el viceministro de Economía, Daniel Marx, confirmaba que intenta refinanciar con los bancos, a más largo plazo, unos 4.000 millones de dólares en vencimientos de aquí a fin de año.
La recepción de las medidas ha sido completamente negativa del lado de los trabajadores, que ya anuncian medidas de fuerza contra el paquete oficial. Los banqueros y empresarios han dado su apoyo, al menos públicamente. Pero nadie confía en la capacidad política gubernamental para imponer este plan. Los tipos del mercado call money (a 24 horas entre los bancos), en pesos, dieron un salto del 50% al 200%, poniendo de relieve la desconfianza creciente. En algunos bancos y casas de cambio, el dólar se compraba a 1,03 pesos y se vendía a 1,10 pesos, frente al cambio oficial de uno por uno. Fuentes bancarias en Buenos Aires indicaban que "es muy alto el riesgo de una devaluación y el estallido de una nueva hiperinflación, si el Gobierno no controla la situación", informa Ángel Jozami desde Madrid.
Las reuniones en los partidos del Gobierno y de la oposición se suceden sin concluir en nada. Todos parecen esperar el desarrollo de los acontecimientos para pronunciarse. Mientras tanto, Cavallo dijo que plantearía a Brasil un "anclaje" común del peso y el real para superar la crisis, lo que los mercados interpretaron como una tendencia a devaluar el peso. El real seguía cayendo, y cerraba a 2,58 por dólar, en tanto el peso chileno también se depreciaba, y en menor medida el peso mexicano. Standard & Poor's rebajó la calificación de los títulos argentinos de B a B-, en tanto los trabajadores de la provincia de Buenos Aires se niegan a cobrar parte de sus salarios en bonos. El riesgo-país, sintetizando el cuadro general, trepó a 1.574 puntos, desde 1.338 anterior, para bajar luego a 1.540. La Bolsa llegó a caer el 13%, pero más tarde se recuperó, perdiendo el 8%. Los rumores no cesan y la preocupación aumenta.
La parcial suspensión de pagos interna
ha creado una crisis política de alto voltaje
Los sindicatos, sin distinciones, han rechazado frontalmente el plan déficit cero de Domingo Cavallo y Fernando de la Rúa. En la acera opuesta, 200 empresarios de las empresas líderes de Argentina respaldaron el ajuste anunciado ayer por el Gobierno y, sobre todo, pidieron "firmeza" en su aplicación. Mientras tanto, las dos fuerzas que constituyen la alianza gobernante, el radicalismo y el Frepaso, viven un proceso de desintegración acelerada provocado por quienes apoyan el plan y quienes lo rechazan. Entre estos últimos destaca el ex presidente y líder radical, Raúl Alfonsín, quien habla a través de su hijo y dirigente del partido, Ricardo.
El Gobierno ha optado por privilegiar al extremo el pago de la deuda pública externa, a costa de un impago parcial y sin fecha de los sueldos de los empleados del Estado, de las deudas a sus proveedores y de las jubilaciones y pensiones de los trabajadores en retiro. La crónica crisis política que se arrastra desde 1997, agravada desde 1999, ha estallado finalmente.
Cualquiera que sea el desenlace de la gigantesca crisis económica está planteado un enfrentamiento político y social de envergadura en el país del Cono Sur americano.
Los enfrentamientos y ocupación de carreteras que han caracterizado los últimos cuatro años, y en especial los últimos meses, parecen a punto de multiplicarse tras la convocatoria a una huelga general por tiempo indeterminado y a la ocupación de organismos públicos, formulada por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Más sintomática es la reacción contraria al plan de la moderada Confederación General del Trabajo (CGT oficial), de Rodolfo Daer, quien amenaza, al igual que la CGT disidente de Hugo Moyano, con la adopción de medidas de fuerza inminentes.
Fuentes de la capital argentina señalan que "mientras los banqueros buscan, junto con grandes empresas, instaurar la dolarización que les asegure el valor en dólares de sus activos e ingresos, las pymes, sector agrario y pequeños bancos locales presionan por una devaluación competitiva". Mientras la dolarización extremaría, en el contexto actual, la depresión, la devaluación podría derivar en otra hiperinflación.
La crisis económica ha devenido en aguda crisis política.