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TRIBUNA

<I>Los sudores de los contribuyentes </I>

Reformar los principios de la imposición directa es algo que debe estudiar una comisión imparcial, en lugar de ser una ocurrencia partidista.

Oprimidos por la canícula reinante ya en la mayor parte de España, los contribuyentes luchamos durante estos días para tener listas nuestras declaraciones de IRPF y de patrimonio; eso sí, debidamente desorientados por las oscuridades de redacción en las correspondientes guías publicadas por el ministerio y sumidos en ocasiones en las dudas metódicas que nos provocan las respuestas de unas voces anónimas que en los teléfonos de ayuda al contribuyente no vacilan en numerosas ocasiones en comenzar diciendo "entendemos de que..." .

Pues bien, en tan angustiosos momentos se descuelga el principal partido de la oposición -el PSOE- con la propuesta de establecer un IRPF que tendría un único tipo a partir de unas rentas exentas. No salimos de nuestro asombro, tanto más cuanto poco tiempo después se deja caer la insinuación de que, además, sería necesario reformar el impuesto de patrimonio.

El contribuyente deja por un momento al lado los impresos -o el Padre si es tecnológico- y la variopinta información recibida de sus entidades financieras y comienza a cavilar: ¿significará eso que pagaré más o menos?; ¿pero si pago menos por renta, van a subir el IVA?; ¿cómo se gravarán mis ahorros, en activos financieros o en la vivienda?; ¿se alterarán mis actuales deducciones?; ¿se elevarán los tipos en el impuesto del patrimonio hasta niveles confiscatorios, excepto para los ricos de verdad, que éstos siempre pueden proteger o desplazar sus fortunas hacia donde las traten mejor?; ¿esta historia de la progresividad, cómo me afectará a mi? ¡Y todo ello con este calor y calculando cuánto tengo que pagar dentro de cuatro días!

Lo cierto es que nuestros gobernantes, sean del color político que sea, en contadas ocasiones se han preocupado mucho por ofrecer a los contribuyentes un marco fiscal estable -el marco fiscal de la democracia, definido entre 1978 y 1987, ha sufrido al menos seis profundas modificaciones entre 1992 y 2000- y que les asegure que pueden tomar sus decisiones sobre cómo van ahorrar, o a invertir sus ahorros, o a planificar a medio plazo la imposición de sus rentas.

Acuciados por impulsos más perennes, por presiones derivadas de la lucha por el voto o por dogmas políticos internos, desde casi los comienzos de la democracia hemos padecido numerosos cambios que, generalmente, poco han tenido que ver con los objetivos que, se supone, debería cumplir cualquier propuesta de reforma. A sa-ber: intentar que sus efectos distorsionen lo mínimo el comportamiento económico de los distintos grupos de contribuyentes, explicar con todo detalle las consecuencias redistributivas que se persiguen, asegurando siempre un nivel de equidad lo más alto posible y conseguir un nivel de ingresos suficiente.

Todas estas circunstancias explican por qué el 30% de los españoles "no sabe para qué se pagan impuestos", según explican en un artículo recién publicado en Papeles de Economía los profesores Elvira y García López.

Ello me lleva a preguntarme si, en materia tan sensible y delicada, no convendría orillar las pretensiones partidistas y las motivaciones excesivamente doctrinales a favor de un ánimo impregnado de una visión a más largo plazo y aprobar una iniciativa parlamentaria de los grandes partidos, que constituyese una comisión de estudio del sistema fiscal español -compuesta por expertos independientes-, con el fin de examinar serenamente el conjunto de principios y criterios que deberían orientar el marco impositivo español de principios del siglo XXI, teniendo muy en cuenta que formamos parte de una Unión Europea inserta en unas relaciones financieras internacionales y que, por tanto, cada vez resultará más difícil mantener sistemas fiscales singulares en un mundo integrado.

Alguien aconsejó muy sabiamente que los experimentos se hiciesen con gaseosa, y las propuestas de reforma fiscal convendría discutirlas detalladamente en lugar de enjuiciarlas con simulaciones en un ordenador.

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