<I>El euro que viene</I>
La actitud del BCE de retrasar las entregas de euros, para lo que aduce la necesidad de evitar falsificaciones, deteriora los planes de implantación previstos por el sector de distribución.
Ha empezado la cuenta atrás para la entrada en circulación de la moneda única europea. El euro sustituirá a la peseta, con 133 años de antigüedad y tan interesantes vicisitudes desde Laureano Figuerola y el Gobierno provisional de la Gloriosa, encabezado en ese momento por el general Serrano. La peseta ya existía como múltiplo del real y submúltiplo del escudo, pero fue establecida como unidad monetaria para toda España, conforme al sistema métrico decimal con sus céntimos y todo por un decreto de 19 de octubre del citado año. La primera emisión en billetes está fechada en 1874 y hasta 1883 se mantuvo su convertibilidad en oro. Calcule el lector lo que ha llovido desde entonces. Así que a partir del próximo 1 de enero, para el que apenas faltan 206 días, desaparece una moneda de anteayer aunque pueda parecernos de toda la vida.
El reemplazo de una moneda por otra es una operación de gran delicadeza, con muchas aristas psicológicas, que necesita prepararse de manera adecuada porque se trata, nada menos, que de un cambio súbito de costumbres en algo tan cotidiano como el precio de todas las cosas o la forma de contar los salarios, los ahorros, las deudas, las ganancias, las pérdidas, las inversiones o los bienes patrimoniales. Las últimas estimaciones fijan en 438.000 millones de pesetas las existencias que aflorarán en moneda a retirar, procedentes de esas huchas domésticas en forma de cerditos con su ranurita y su canesú. Esas existencias en pesetas representan al peso unas 38.000 toneladas. Aproximadamente la tercera parte, es decir 13.000 toneladas, se calcula que serán presentadas por los consumidores para hacer sus pagos en las cajas de las grandes y medianas superficies. Estas empresas son las que mejor se están preparando, dispuestas a ofrecer la máxima colaboración a las autoridades de Hacienda y del Banco de España. Su propósito es agilizar y reducir el periodo transitorio de coexistencia de las dos monedas previsto durante dos meses que concluirán el 28 de febrero. Para ello desde el primer día hábil, el 2 de enero, devolverán a sus clientes el cambio en euros.
Ala hora de buscar antecedentes para una operación social de este calado, los expertos aducen la experiencia británica cuando la implantación del sistema métrico decimal a las monedas en circulación en el Reino Unido, lo que llevó a la desaparición de la guinea y a que la libra pasara a tener 100 peniques, en lugar de componerse de 12 chelines o de 240 peniques. Pero para el inicio de ese cambio, que acarreó incomprensiones y hasta suicidios entre los inadaptados, se eligió la segunda semana de febrero de aquel año porque era estadísticamente la de menor actividad económica.
En el caso presente del euro, las fechas para su entrada en circulación se han fijado sin atender a esos factores. Por eso en algunos países han decidido cambiar las fechas de las rebajas. La diferencia con España reside en que frente al 26 de diciembre, que es cuando comienzan las gangas para los celebrantes de Papá Noel, aquí las rebajas sólo se desencadenan a partir del 6 de enero, una vez descargados los camellos de los Reyes Magos y que, además, son precisamente esos primeros días de enero los de mayores ventas del año.
Expertos de la Anged (Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución) tienen asumido que los costes de adaptación supondrán alrededor del 1% de la facturación durante el periodo transitorio. Claro que esos costes incluyen desde la adecuación del sistema informático hasta la de los carritos, pasando por la de las 38.000 cajas registradoras asistidas con personal duplicado y los cursos a impartir a los empleados. Para prealimentar el sistema se calcula que entre el 15 y el 30 de septiembre deberían facilitarse unos 240 millones de euros; de los cuales, la mitad a entregar en billetes, y la otra mitad, en moneda fraccionaria. La actitud del Banco Central Europeo, con Wim Duisenberg a la cabeza, de retrasar esas entregas aduciendo la necesidad de evitar falsificaciones está causando el deterioro de los planes y previsiones requeridos.
Quedan por fijar muchos detalles, pero mientras tanto es interesante observar cómo el peculiar duopolio que constituyen Prosegur y Securitas han visto la oportunidad y visto que los afectados carecen de cámaras acorazadas para esas reservas y de transportes blindados quieren multiplicar por cinco las tarifas para esas funciones. O sea que el euro va a tener su agosto en pleno mes de enero. ¡Qué ejemplo de colaboración! Y la Sociedad Estatal de Transición al Euro (SETE) venga de editar boletines y de actualizar la página web.