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César Alierta vende uno de los dos aviones que compró Juan Villalonga

El esfuerzo racionalizador de las actividades de Telefónica que se impuso César Alierta cuando aterrizó en la presidencia de la compañía ha llegado también a uno de los aspectos que generó más polémica en tiempos de su predecesor, Juan Villalonga: el sistema de transporte que usaba el primer ejecutivo en sus continuos desplazamientos.

Alierta ha ordenado la puesta en venta de uno de los dos aviones que compró Villalonga (el más antiguo de la flota) y ha impuesto que el aparato que seguirá en Telefónica vuelva a operar desde un aeropuerto español, en concreto desde las instalaciones de Torrejón de Ardoz en Madrid. Además ha prohibido el uso del avión de la empresa para cualquier vuelo que no tenga un motivo estrictamente profesional. Para dar ejemplo, él mismo alquila otro aparato a una conocida compañía de aerotaxi para sus desplazamientos de fin de semana.

Estas medidas tienen como objetivo reducir drásticamente los gastos imputables a esta actividad que durante la etapa de su antecesor se habían disparado.

Fuertes inversiones

Juan Villalonga, poco después de acceder a la presidencia de Telefónica en 1996, había adquirido un aparato birreactor GulfStream de la serie 4 de segunda mano, con una inversión de 3.700 millones de pesetas. El avión había sido propiedad del sultán de Brunei y posteriormente del empresario argentino Raúl Moneta. Contaba con matrícula norteamericana, lo que le obligaba a tener pilotos de esa nacionalidad. Con esta compra, Villalonga rompía con la tradición de sus antecesores de utilizar vuelos regulares en sus desplazamientos o acudir a los servicios de las empresas de aerotaxi, que alquilan aparatos con tripulación para vuelos de negocio.

En una entrevista, Villalonga justificaba la adquisición asegurando que "el uso de los vuelos regulares es una pérdida de tiempo que no se puede permitir al presidente, ni a los principales directivos, especialmente de Telefónica Internacional".

Con el paso del tiempo la situación de Villalonga, tanto en lo personal como en lo profesional, fue cambiando radicalmente. Sus relaciones con La Moncloa se torcieron. Además decidió trasladar su residencia particular a Miami en Estados Unidos. Con un clima de opinión contrario, y para evitar que el uso cada vez más frecuente del avión entre su despacho oficial y su vivienda habitual le acarreara críticas, tomó la decisión de desplazar la base de operaciones del avión desde España a Suiza, donde comenzó a operarlo la compañía helvética TAG, con un coste de 800.000 pesetas por hora de vuelo. En 1999 Villalonga decidió comprar un nuevo avión. Eligió un birreactor de la misma casa que el anterior; un Gulf-Stream de la serie 5 con una inversión de 6.400 millones de pesetas y capacidad para 19 pasajeros.

En esta ocasión el aparato se adquiría de primera mano, por lo que hubo que hacer el pedido correspondiente y esperar un plazo de casi dos años para que se produjera la entrega. El destino ha querido que Villalonga no pudiera estrenar el avión que con tanto interés había comprado.

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