Luxemburgo prepara un futuro sin ventajas fiscales
El más pequeño de los miembros de la UE encara con optimismo la inevitable armonización fiscal comunitaria. Los grandes duques de Luxemburgo llegan hoy en visita oficial a España.
No hay nada que irrite más a los luxemburgueses que el calificativo "paraíso fiscal". Referirse así a este pequeño país de 440.000 habitantes no sólo les resulta "simplista", sino que les remite a la "desagradable" época de los años ochenta, en que las filiales luxemburguesas de la banca alemana atraían a sus clientes germanos con el único argumento de una imposición fiscal menor y un reconfortante secreto bancario.
Habrá que esperar unos años más para saber si detrás del auge de los últimos años de la plaza financiera luxemburguesa, que hoy en día gestiona fondos de pensiones por unos 875.000 millones de euros y es el primer destino de la inversión en el extranjero de los españoles, había algo más que alicientes fiscales. A partir de 2003, Luxemburgo tendrá que subir sus tasas de retención fiscal, y en 2010, abolir el secreto bancario, según lo acordado en Bruselas en noviembre pasado. Nadie sabe aún cuáles serán los efectos de estas medidas sobre un sector que representa casi el 30% del PIB luxemburgués. Pero, ante la duda, parece que llegó el momento de pensar en las alternativas al aliciente fiscal.
En la Asociación de Bancos y Banqueros de Luxemburgo (ABBL) lo tienen claro: la fuerza de la plaza financiera radica justamente en su capacidad de adaptación a los cambios. "No hay que olvidar que a finales de los ochenta nadie pensaba que nos íbamos a reponer de la crisis de la deuda de los países emergentes", recuerda su director, Luicen Thiel.
Ahora, en la era del euro y de la armonización fiscal, la ABBL cree que Luxemburgo puede ofrecer ventajas competitivas en cuatro ámbitos: la negociación de los pagarés, la banca virtual, los fondos de capital riesgo y los fondos de pensiones internacionales. Thiel asegura que el "savoir faire" de los banqueros luxemburgueses, la localización del Gran Ducado en el corazón de Europa y la flexibilidad del marco legislativo son algunas de las garantías de que en estos cuatro ámbitos Luxemburgo se convertirá en una referencia.
Imaginación y flexibilidad
La flexibilidad y la rapidez en la toma de decisiones es justamente uno de los argumentos más citados por las autoridades del Gran Ducado cuando se les pregunta si se sienten preocupados por la inevitable armonización fiscal. "La ventaja de un Gobierno tan pequeño es que no hay tanta burocracia. Si tengo que tratar un asunto urgente con un colega, sólo tengo que caminar unos metros", señala Lydie Polfer, ministra de Asuntos Exteriores.
Para ilustrar este punto se suele citar el caso de la directiva sobre la identidad europea de los fondos de inversión, el famoso pasaporte comunitario. "Luxemburgo tuvo la audacia de adaptar inmediatamente la directiva de 1985", comenta un alto funcionario. Hoy en día se está trabajando en un borrador para ofrecer "el primer marco legislativo completo" para el comercio electrónico y la seguridad jurídica indispensable en cualquier transacción bancaria en línea.
El discurso oficial, en general, ha integrado el proceso de unificación impositiva en Europa como algo inevitable. "El aislamiento fiscal ya no es posible", reconoce el primer ministro, Jean Claude Juncker. Pero esto no significa ceder a todas las exigencias de los más grandes. "Creo que hay que coordinar mejor nuestras políticas fiscales respetando la competencia entre plazas financieras", añade.
Además, faltan aún muchos cabos por atar. El más simbólico es, quizá, el del secreto bancario, ya que los luxemburgueses han aceptado eliminarlo en 2010, pero a condición de que otros países, como Suiza o las Islas Caimán, se hayan comprometido a hacerlo también. Muchos dudan de que esto ocurra.
"En un pequeño país hay que ser imaginativos para sobrevivir", apunta un portavoz gubernamental . Y no sólo en materia fiscal. La última prueba de la astucia del más pequeño está en el proyecto de fusión de la siderúrgica local Arbed con Aceralia y Usinor. La francesa Usinor es más grande, pero la sede de la nueva compañía no será París, sino... el Gran Ducado.