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COMUNIDAD VALENCIANA

Abejas contra naranjos

La aparición de semillas en los gajos de las mandarinas ha llevado a la Generalitat a dictar un decreto que impide tener colmenas cerca de los campos. Apicultores y citricultores están enfrentados.

Temporada citrícola 1999-2000. Los productores de mandarinas valencianos ponen el grito en el cielo al comprobar que buena parte de su producción aparece con semillas en los gajos, un problema que parecía desterrado desde hacía tiempo. Lo que se conoce como pinyolà (palabra autóctona derivada de pin-yol, semilla) causó estragos, ya que la presencia de semillas en el fruto comporta una pérdida de valor en la comercialización.

Esta situación, que se ha repetido esta campaña pasada, se origina por la poli-nización cruzada de los naranjos entre variedades que no son compatibles y que provocan esta reacción en el fruto: la presencia de semillas.

Por este motivo, y para evitar la polinización entre especies incompatibles, la Consejería de Agricultura de la Generalitat Valenciana, a petición de los productores citrícolas, ha dictado un decreto por el que prohíbe la presencia de colmenas de abejas a menos de cinco kilómetros de un campo de mandarinas. Su entrada en vigor está prevista para el próximo 1 de abril, aunque debido al adelanto de la floración podría aplicarse antes.

La reacción de los apicultores no se ha hecho esperar: manifestaciones y hasta alguna huelga de hambre por lo que consideran un atentado mortal para el sector. Los 1.700 apicultores censados en la Comunidad Valenciana, que explotan unas 354.000 colmenas, ven peligrar su futuro y el de sus familias a muy corto plazo por esta normativa.

Según el responsable del sector apícola de la Unió de Llauradors i Ramaders del País Valencià-COAG, Antonio Picot, el decreto supone "el sacrificio del sector". Pi-cot señala que obligar a retirar las colmenas de los campos de cítricos o exigir el permiso por escrito del propietario del campo y de los dueños de las explotaciones de un kilómetro a la redonda son requisitos imposibles de cumplir. "Nos obligará a trasladar las colmenas a otras zonas, y en el mejor de los casos provocaremos saturación de otros territorios, y en el peor, tendremos que cerrar las explotaciones".

Una batalla perdida

Picot pone el dedo en la llaga al buscar culpables de la situación. Porque si una cosa está clara en esta disputa es el origen del problema: las nuevas variedades de cítricos y la anarquía que existe en el sector sobre qué plantar y dónde hacerlo.

De hecho, la aparición de las semillas coincide en el tiempo con la proliferación de variedades híbridas de mandarinas. La cercanía de campos con variedades incompatibles es la clave del problema.

La batalla, sin embargo, está prácticamente perdida para los apicultores. Se trata de 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros) de facturación del sector apícola, frente a 300.000 millones (1.803 millones de euros) de los cítricos. æpermil;sa es la ecuación que ha manejado la Consejería de Agricultura a la hora de elaborar la normativa.

Para el sector citrícola, lo importante es eliminar cualquier peligro potencial para la cosecha. Y se ha centrado en la presencia de las abejas en los campos como causa esencial de la polinización.

Eliminadas las abejas, disminuirá la pinyolà hasta los límites razonables, se asegura desde la patronal citrícola y desde las organizaciones de productores, que prefieren evitar el enfrentamiento directo con los apicultores. El futuro ya vendrá, y pasa por una ordenación territorial de las variedades, para lo que es necesario realizar primero un censo, que no acaba nunca de hacerse.

Sin embargo, los apicultores valencianos -los primeros productores de miel de España, con un potencial de nueve millones de kilos anuales- entienden que se les ha tomado como cabeza de turco de un problema que ellos no ocasionan.

"Las abejas contribuyen a la polinización de los frutales. Siempre las ha habido y nunca ha habido estos problemas", señala Picot. El responsable apícola de la Unió afirma: "Aunque no haya abejas, va a haber problemas, porque el polen se traslada por el viento, y se han plantado variedades incompatibles unas al lado de otras..., aunque éstos [en referencia a la Consejería de Agricultura y a los productores citrícolas] son capaces de hacer un decreto para parar el viento".

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