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ESTRATEGIA DE LAS EMPRESAS

Los grandes errores que pueden arruinar los planes de adquisición de empresas

Las operaciones de fusión y adquisición de empresas mueven todos los años miles de millones de pesetas. Se trata de decisiones estratégicas que no están, ni mucho menos, exentas de riesgo, y que por lo mismo no siempre alcanzan el resultado y los beneficios económicos previstos. Tanto si se trata de la adquisición de una pequeña empresa como si se refiere a una gran operación, existen determinadas pautas que no conviene olvidar porque pueden condicionar el éxito o la ruina del negocio.

Así, según un informe realizado por Juan Mascareñas y Gregorio Izquierdo para el Instituto de Estudios Económicos, éstos son los grandes errores que hay que desterrar:

Entrar en un sector sin conocer cómo funciona: es necesario tener muy clara la política de adquisiciones y los objetivos que se pretenden conseguir. Si esta premisa no se cumple, la empresa compradora "se despistará" con otro tipo de objetivos, propuestas y ofertas, y le harán "casi seguro" tomar la decisión equivocada con la consiguiente pérdida de valor de la compañía.

Hacer una valoración subjetiva de la empresa: para no caer en una sobrevaloración de la compañía que se pretende adquirir, conviene acudir a un profesional independiente para que calcule su valor objetivo. Con esto, el comprador podrá acudir a las fuentes de financiación y demostrarles que no va a pagar más de lo que vale la compañía.

No tener asesoramiento legal: antes de realizar la oferta de compra hay que acudir a un asesor legal, experto en fusiones y adquisiciones.

Negociar rápidamente: hay que tener cuidado a la hora de redactar la carta de intenciones, que deberá reflejar el precio de compra, la forma de pago y si se van o no a adquirir los títulos o los activos.

Demora en las diligencias debidas: en especial, la realización de una auditoría completa de la compañía que se quiere adquirir y que deberá estar integrada por asesores contables, legales y fiscales.

Dedicación exclusiva a la operación: la alta dirección de la compañía compradora deberá delegar en varios representantes para que se ocupen de la negociación y no estar volcados en el día a día de la operación.

No realizar un seguimiento de los asesores: éstos suelen negociar en nombre del comprador, por lo que se recomienda ejercer cierto control con el fin de evitar hacer establecer negociaciones paralelas con el vendedor.

Confiar en la otra parte: es necesario asegurarse de las intenciones y de la honestidad de la parte con la que se negocia.

Evitar no estar localizable cuando surjan problemas: es importante que los directivos de la empresa compradora se encuentren disponibles para aclarar cualquier detalle de la operación, tanto antes como después de su elaboración y antes de que se consuma la transacción.

No asegurarse de que el vendedor hará frente a sus obligaciones: el comprador deberá averiguar si hay terceras partes que puedan tener responsabilidades (por ejemplo, compañías de seguros). Con el fin de asegurarse de que el vendedor cumple lo pactado conviene retener parte del pago hasta que todas las obligaciones a las que se ha comprometido son satisfechas.

Dar por concluida la operación antes de la firma definitiva: esto es, como dar por ganado un partido antes de que haya acabado.

No informar a clientes, empleados y proveedores de la operación: ante un cambio de propiedad de la compañía es necesario informar a las partes que componen la organización. Es la mejor forma, apuntan los expertos, de tranquilizarles ante los cambios que se avecinan. En todo el proceso no hay que dejar languidecer la negociación.

 

En busca de rentabilidad para el accionista

Hay dos razones que alegan las empresas a la hora de plantear la rentabilidad de una fusión o adquisición: la creación de valor para el accionista y la penetración en nuevos mercados geográficos. La conclusión se desprende de una encuesta realizada por el profesor del Instituto de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) Juan Iranzo a ejecutivos de 1.500 empresas.

La búsqueda de nuevos mercados se debe, según el análisis de Iranzo, a los "suculentos beneficios" que han obtenido algunas compañías que han empezado a funcionar, principalmente, en países iberoamericanos y europeos.

Como último motivo, los directivos consideran la revitalización de la gestión de la empresa a la que se va a adquirir. Tampoco le dan prioridad, según la encuesta, al aumento de rentabilidad y a la reducción de gastos generales que pueden conseguir con la fusión o compra de una compañía.

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