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Alemania quiere lograr un 20% de agricultura ecológica en 10 años

De lo que no cabe duda es que Renate Künast tiene agallas para dejarse nombrar ministra de Agricultura en estas épocas de vacas locas. La nueva encargada alemana de Protección al Consumidor, Alimentación y Agricultura -así se llama ahora la cartera- tiene 45 años, es abogada y dirigente de Los Verdes, y hasta hace poco no tenía ni idea del sector agrario.

Ella misma es la primera en reconocerlo: durante su primer fogueo ante la prensa especializada, la semana pasada en la feria agroalimentaria Semana Verde en Berlín, una y otra vez dijo "esto todavía tengo que pensarlo" o, también, "mis expertos aún lo están estudiando".

Las líneas generales de su política, sin embargo, son claros y son respaldados por el canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder: rápidas y severas medidas de contención de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB); introducción de sistemas de control de calidad en la elaboración y el procesamiento de los alimentos; y, -sobre todo- fomento masivo a la agricultura ecológica.

Una de las primeras metas declaradas de Künast es lograr que la agricultura estrictamente ecológica dentro de 10 años suponga el 20% del sector. Hoy día, apenas representa el 2,5%.

Bärbel Höhn, quien es homóloga ministerial y correligionaria verde de Künast en el más populoso de los Estados federados alemanes, Renania del Norte-Westfalia, analiza que esta apuesta por la agricultura ecológica supondrá establecer "un sistema de incentivos financieros, una formación especial para los agricultores, y la apertura de nuevos canales de comercialización".

La palabra de Höhn tiene peso: respetada como una de las pocas figuras públicas que ha sabido lidiar con la EEB, de ella se supone que trabajará en llave con Künast.

¿Y qué sucederá con el 80% restante de la producción? Bärbel Höhn encuentra una fórmula sencilla para explicarlo, durante una rueda de prensa en la Semana Verde. "Hay que volver a las verdades básicas", dice. "Las vacas comen pasto y las terneras beben leche". En otras palabras: también la agricultura intensiva e industrializada tendrá que ajustarse a patrones mínimos de "producción natural".

Estas medidas podrían ser acompañadas de la introducción de dos sellos de calidad que inspiren confianza a los consumidores, según ha adelantado Künast: uno de "excelencia" ecológica (cuyos productos, por fuerza, serán también más caros) y otro que demuestre que se han cumplido los estándares mínimos.

En últimas, serán los consumidores -aquellos mismos que se pretende proteger- quienes decidirán el futuro de la agricultura alemana, según coincidieron prácticamente todos los expertos durante la Semana Verde. Los buenos alimentos tienen su precio y falta ver si la gente está dispuesto a pagarlo. Künast propone convencerlos de ello con grandes campañas de publicidad pagadas por el fisco.

Las condiciones para el "viraje copernicano en política agraria" exaltado por un veterano agricultor ecologista, en todo caso, parecen favorables. Más de la mitad de los alemanes están dispuestos a pagar más por sus alimentos con tal de consumirlos tranquilos, según los sondeos. "En la crisis hay una oportunidad", sentencia Künast.

 

Más consenso que polémica sobre el cambio de rumbo

Del "duro enfrentamiento con los lobbies agrarios" previsto por el canciller, Gerhard Schröder, hasta ahora poco se ha visto. Mientras la ministra Künast cree posible "entusiasmar a los agricultores" y se prodiga en ofertas de cooperación con sus organizaciones, también el presidente de la poderosa Asociación de Agricultores Alemanes (DBV), Gerd Sonnleitner, se ha cuidado mucho de sembrar cizaña.

Tanto el DBV como los demás gremios del sector, de hecho, están a la defensiva, y han comenzado a apropiarse de un ideario ecologista que hasta hace pocos meses les era del todo extraño, según afirman sus críticos. El lema del DBV ahora es lograr una producción "del todo transparente".

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