Mas afirma que CDC hará concesiones a Unió para evitar la ruptura
Tras las amenazas de ruptura lanzadas desde Unió Democràtica, el secretario general de CDC y nuevo conseller en cap del gobierno catalán, Artur Mas, anunció ayer que su partido aceptará "demandas significativas" de sus socios si con ello cierra definitivamente la crisis por la que atraviesa la coalición.
El comité de gobierno de Unió aprobó en la madrugada de ayer un comunicado en el que reclaman un nuevo marco de relaciones con CDC en el plazo de dos meses. Si en este período no se consigue refundar la coalición, propondrán abandonar el gobierno catalán y constituir un grupo parlamentario propio en la cámara catalana, lo que equivale a la ruptura de la coalición. Según Mas, que convocó con carácter de urgencia una reunión extraordinaria de la ejecutiva del partido, el comunicado de Unió no debe ser interpretado como un ultimátum.
Los democristianos han aceptado hasta ahora ser el "hermano pequeño" de Convergència pero consideran que en el futuro, sin la figura protectora de Jordi Pujol, esta inferioridad de condiciones deja de tener sentido. Si actualmente su presencia en las listas y cargos de la coalición es del 25%, exigen que sea, como mínimo, del 33%, al menos hasta que la coalición esté totalmente refundada y se eliminen las cuotas.
Federación de partidos
Las negociaciones se iniciarán formalmente el lunes, aunque ayer mismo, Xavier Trias, en nombre de Convergència y Núria de Gispert, por parte de Unió, firmaron un acuerdo para relanzar la coalición "bajo un nuevo marco de relaciones". En este documento, ambos partidos se dan un plazo de tres meses -Unió lo rebaja a dos- para redefinir las responsabilidades de cada uno de ellos (dentro y fuera del Govern) y buscar una estructura de funcionamiento estable, como por ejemplo la federación.
El documento firmado por Trias y de Gispert incluía un anexo en el que se detallaban las reivindicaciones de los democristianos, fundamentalmente la obtención de una nueva conselleria -ahora tienen tres- y la mejora de las cuotas, así como que el número dos de la lista de las autonómicas sea democristiano. El portavoz de Unió, Jordi Casas, aseguró ayer no obstante que este documento quedaba suprimido.
El desencadenante de esta nueva crisis de la coalición ha sido el nombramiento de Artur Mas, hasta ahora al frente de Economía, como consejero jefe del gobierno catalán y virtual sucesor de Jordi Pujol.
El comunicado que ayer dio a conocer Casas, considera "innecesaria" esta remodelación y asegura que "provoca desajustes en el seno del Gobierno y desequilibrio entre los partidos que lo integran". Los democristianos lamentan que Pujol no les haya consultado y aseguran que no tuvieron constancia oficial del nombramiento hasta el pasado 10 de enero, cuando la decisión ya estaba tomada. El líder de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, reconoció no obstante, que tenía conocimiento de los planes de Pujol desde principios de diciembre. Mas terció ayer en la polémica y dejó claro que Duran i Lleida recibió oficialmente la noticia de la remodelación del gobierno el pasado 10 de enero, aunque Pujol se lo hizo saber personalmente mucho antes de esa fecha.
El problema, en cualquier caso, no es de calendario, sino de atribuciones. Aunque Mas es nombrado formalmente como conseller de la Presidencia -el cargo de conseller en cap no existe en la actualidad- las facultades que en él ha delegado Pujol hasta el final de legislatura lo convierten en una especie de primer ministro o jefe de gobierno, con funciones ejecutivas que hasta ahora sólo podía desempeñar el presidente catalán.
Una historia de desencuentros
Desde que en 1978, Convergència y Unió Democràtica alcanzaron un acuerdo para concurrir juntos a las elecciones, ambos partidos han atravesado crisis periódicas. Si bien Convergència fue fundada en 1974 y Unió se remonta a 1931, el partido democristiano se ha consolidado a la sombra de Jordi Pujol. Desde entonces, más de un desencuentro ha sido provocado por el intento de CDC de absorber a su hermano pequeño. Unió, por su parte, no ha abandonado nunca las aspiraciones de acabar recogiendo la herencia pujolista.
El desvanecimiento de esta posibilidad, con el encumbramiento de Artur Mas como sucesor del presidente catalán, es el que ha desatado la enésima y tal vez definitiva crisis.