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Riesgo e inversión

La mayoría de las veces cuando hablamos de riesgo hacemos referencia a la posibilidad de perder nuestro dinero como consecuencia de caídas en los mercados. Es el riesgo medido por la volatilidad. Respecto a este riesgo, es importante no olvidar que es, precisamente, el que nos permite obtener rentabilidad (es el binomio rentabilidad-riesgo).

Es también un riesgo el coste de oportunidad de inmovilizar el dinero en determinados activos poco líquidos, que nos impediría beneficiarnos de la rentabilidad que obtendríamos con otra inversión o que nos puede penalizar en caso de que necesitemos recuperar el dinero en un momento determinado antes del plazo previsto.

Por otra parte, es muy relevante el riesgo de no batir a la inflación en el largo plazo. Hablamos de que la bolsa tiene mucho riesgo y la renta fija menos, que los depósitos están libres de riesgo, etc. Toda decisión financiera conlleva un riesgo, incluso dejar el dinero debajo del colchón conlleva una potencial pérdida (no vamos a hablar de la opción del robo, aunque existiría), porque el valor de ese dinero que guardamos en casa, con el tiempo merma como consecuencia de la inflación. Así, si elegimos esa opción, corremos el riesgo de que disminuya poder adquisitivo en el futuro y, por tanto, no logremos alcanzar nuestros objetivos (tener un ‘colchón’ adecuado para la jubilación, emprender una segunda carrera, ayudar a nuestros hijos…).

Por eso se dice con frecuencia que la inflación es el enemigo silencioso del inversor conservador, tal y como explicábamos este blog. El incremento de los precios (IPC) provoca que lo que hoy compramos con un euro sea mucho menos que lo que podíamos comprar hace 15 años, pero mucho más de lo que podremos adquirir dentro de una o dos décadas. Para no perder poder adquisitivo, la rentabilidad de nuestras inversiones debería superar a la inflación.

Además de las variables del riesgo que acabamos de ver, conviene señalar que existen varios tipos de riesgo financiero: de precio, de tipo de interés (afecta, por ejemplo, a los títulos de renta fija, cuyo valor varía en función de los tipos), de liquidez (posibilidad de deshacer la inversión a su valor de mercado), de divisa, etc.

Visto esto, cabe destacar que el riesgo de nuestras inversiones se puede gestionar de diversas maneras para tratar de maximizar el binomio rentabilidad-riesgo, como explicaremos en otro artículo en este blog dentro de un par de semanas.

Entre otras cosas, conviene realizar una correcta diversificación de las inversiones, para reducir el riesgo al que está expuesta nuestra cartera. También podemos utilizar derivados (coberturas) para modular nuestra exposición al riesgo, como explicaremos.

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