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El Foco
Tribuna
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La paradoja de la productividad

Con los avances, la atención se ha centrado en eliminar pasos entre la creación o invención y el consumo

Thinkstock

De mediados a finales del siglo XX, el aumento de la productividad en EE UU cayó de un 3% a un 2%. Y tras la crisis financiera mundial, se ha reducido hasta menos de un 1% año tras año. En otros países desarrollados el panorama es similar.

Esto ocurre a pesar de que los avances tecnológicos deberían haber provocado enormes mejoras en la eficiencia. De hecho, las personas sienten que están viviendo en una era de progreso tecnológico con modelos de negocio que desafían a las empresas establecidas y aceleran nuestro ritmo de vida.

Entonces, ¿a qué se debe este desajuste? Hay dos dimensiones que contribuyen a esta paradoja. La primera está relacionada con la memoria selectiva y la adaptación a las expectativas. Le damos más peso a los recuerdos de acontecimientos recientes que a los del pasado y damos por hecho las tecnologías a las que nos hemos acostumbrado. Percibimos los cambios producidos en nuestras vidas por aplicaciones como Facebook o nuestros móviles como mucho más importantes para la humanidad que los provocados por la mejora de la fontanería o de la telefonía. Y esto es porque hemos llegado a pensar que estas siempre han existido. Pero si pedimos a los habitantes de países desarrollados que elijan entre un sistema de canalización de agua y Facebook, seguramente la compañía de Mark Zuckerberg sería una respuesta poco probable.

Robert Gordon, en el libro Auge y caída del crecimiento de América, sugiere que la mayoría de los avances de la productividad del siglo XX vienen de cinco grandes inventos de finales del siglo XIX: la electricidad, el motor de combustión interna, la sanidad pública y las industrias química, farmacéutica y de telecomunicaciones.

Contrariamente, las modernas tecnologías de la información no han supuesto los mismos cambios drásticos en la calidad de vida y en el progreso económico, y por ello el crecimiento de la productividad se ha desacelerado.

"Los consumidores pueden acceder a los productos con más rapidez, pero el número de empleados baja”

La segunda dimensión de la paradoja es la de la definición y medición. La productividad se define como una medida de valor económico generado por hora trabajada; no es una medida de cantidad, calidad o de cuánta utilidad se deriva para los consumidores. Como resultado, estas dimensiones no se reflejan en el crecimiento real del PIB. Aunque parezca una distinción sutil, es especialmente importante en la era de la información.

En la revolución industrial, los avances se centraron en la creación de procesos de producción más eficientes y desarrollos logísticos que permitiesen la entrega de más productos a los consumidores. Se hablaba de invención, producción, promoción y comercialización, distribución y venta al por menor.

Con los avances de las nuevas tecnologías, la atención se ha centrado en interrumpir esta cadena de valor para eliminar pasos entre la invención/creación y el consumo. Así, mientras que el antiguo modelo se medía con la definición clásica de la productividad, este progreso reciente no puede medirse igual. Las tecnologías disruptivas logran economías más eficientes, pero no necesariamente más productivas.

Al eliminar pasos en la cadena de valor, parte de la actividad económica desaparece. Los consumidores son capaces de acceder a los productos con más rapidez, casi directamente, y a precios más bajos, pero el número de personas empleadas en esta cadena se reduce drásticamente.

En la teoría económica, esto es positivo si estas personas dejan de hacer unas tareas para ocuparse de otras. Por desgracia, en realidad, este ajuste no ocurre rápidamente y muchas personas quedan atrapadas en las industrias existentes con salarios más bajos o pierden su trabajo.

La publicación de libros es un ejemplo. Antes, un libro encuadernado requería un autor, un editor, una imprenta, un distribuidor y un minorista. Los electrónicos permiten a un autor autopublicar directamente su obra para el lector final. Las empresas que ya no participan en el proceso tienen que distribuir sus costes en base a unos niveles más bajos de ventas, lo que podría suponer una reducción de la plantilla y de la productividad general. Y mientras que un libro físico puede costar alrededor de 20 euros, uno electrónico puede costar menos de la mitad. Visto esto, según lo medido por las cifras del PIB, un libro electrónico es la mitad de valioso en términos de actividad económica agregada.

No es necesario buscar mucho para detectar un patrón familiar. Están dándose cada vez más procesos similares en industrias como la de telecomunicaciones, los medios, el transporte, el turismo, la hostelería, el comercio minorista y los servicios financieros.

Si las economías fueran capaces de generar suficientes nuevos productos y servicios para absorber estas pérdidas, supondría un aumento enorme de la calidad de vida para todos, pero en realidad, en algún momento la economía deja de generar suficientes cosas nuevas que puedan ser adquiridas por las personas.

"Estamos creando una economía estancada incapaz de generar un aumento de los ingresos de muchos"

Esto crea otro problema, las empresas disruptivas que sustituyen a las tradicionales requieren muchos menos empleados y los beneficios económicos resultantes se concentran en un número muy pequeño de individuos. Además, la parte de la economía que no es disruptiva es cada vez menos productiva y recibe una compensación económica menor. Como resultado, la desigualdad de ingresos se eleva y el crecimiento del PIB agregado se ralentiza a medida que disminuye la masa de trabajadores y los puestos de productividad. Incluso para las compañías ganadoras, esto es un problema.

Henry Ford reconoció que tenía que distribuir los ingresos generados por su negocio para convertir a sus empleados en clientes. Sin embargo, en algunos aspectos estamos revirtiendo esto, creando una economía estancada incapaz de generar un aumento real de los ingresos de la mayoría de sus participantes.

El resultado, hay menos consumidores capaces de aumentar su consumo y estimular el crecimiento económico. Esto crea un bucle negativo en el que la disminución de la productividad y la contracción económica se retroalimentan. Solo la búsqueda de mejores formas de distribuir lo generado por el aumento de la eficiencia de este tipo de empresas disruptivas hará que las economías sean capaces de resolver la paradoja de la productividad.

Karl Happe es CIO Insurance Related Strategies en Allianz Global Investors.

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