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Financiar las transformaciones europeas ¿es suficiente con el nuevo presupuesto

El debate sobre el nuevo MFP no debería servir para distraer la atención de las verdaderas prioridades de la UE

Las economías europeas se encuentran en una delicada coyuntura que definirá la próxima década: envejecimiento demográfico, descenso de la productividad, pérdida de competitividad de los sectores industriales tradicionales, dependencia económica del exterior, disrupción de tecnologías emergentes, insuficiente escala tecnológica e industrial, o seguridad. Además, la limitada capacidad fiscal y los altos ratios de deuda incapacitan a los Estados miembros para activar las transformaciones necesarias en una coyuntura crítica. Por todo ello, si Europa quiere seguir siendo globalmente competitiva, tr...

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Las economías europeas se encuentran en una delicada coyuntura que definirá la próxima década: envejecimiento demográfico, descenso de la productividad, pérdida de competitividad de los sectores industriales tradicionales, dependencia económica del exterior, disrupción de tecnologías emergentes, insuficiente escala tecnológica e industrial, o seguridad. Además, la limitada capacidad fiscal y los altos ratios de deuda incapacitan a los Estados miembros para activar las transformaciones necesarias en una coyuntura crítica. Por todo ello, si Europa quiere seguir siendo globalmente competitiva, transformar su economía y mantener su modo de vida debe dar un salto en el proceso de integración.

Esa es la visión y el diagnóstico de los conocidos informes Letta y Draghi. En ambos se señala la Unión de Mercados de Capitales, la emisión de deuda común y la inversión pública europea (como catalizadora de la privada) en proyectos de escala continental, como reformas indispensables que van mucho más allá que la negociación presupuestaria habitual. Aunque parece que todos están de acuerdo con ese diagnóstico y esas necesidades, ni la Comisión Von der Leyen ni los Estados miembros han encontrado el camino para acelerar las reformas.

Para habilitar transformaciones capaces de afrontar la descarbonización, la autonomía energética o la soberanía tecnológica es necesario hablar de Bienes Públicos Europeos, que son aquellos que ni el mercado ni los Estados miembros pueden proporcionar adecuadamente por sí solos, porque requieren una escala europea y generan externalidades transfronterizas. Se trata de ámbitos como el de la defensa, la red eléctrica, las tecnologías disruptivas o el espacio digital.

¿Cuáles son las reformas que permitirían financiar esos bienes colectivos a escala europea? Por un lado, la integración financiera: posibilitar un solo mercado de capitales y no 27, que canalice el ahorro europeo hacia inversiones productivas y proporcione escala a proyectos tecno-industriales. El 34% de los ahorros europeos descansan en depósitos bancarios y 300.000 millones/año fluyen a EE UU en busca de mayor rendimiento y liquidez. Asimismo, el tamaño del capital riesgo para la innovación es diez veces mayor en China o E EUU que en la Unión Europea .

Por otro lado, dotar al presupuesto europeo de más fuentes de recursos propios (capacidad fiscal). Más instrumentos de inversión pública que catalicen la inversión privada. Estos, actualmente, solo suponen un 8% del gasto de la UE, el resto se articula en forma de subvenciones. En tercer lugar, la emisión de deuda común como forma más eficiente para sustentar grandes inversiones públicas en el corto plazo. Además, un activo seguro europeo facilitaría la integración financiera y fortalecería al euro como activo de reserva.

Los próximos meses serán de arduas negociaciones en las instituciones europeas (empezando por el Consejo de la UE) para decidir el destino del Marco Financiero Plurianual (MFP en inglés), que será el presupuesto europeo para el periodo 2028-2034. La propuesta que la Comisión ha presentado, pese a dibujar una profunda reorganización de las partidas y prioridades de gasto, resulta insuficiente para acometer las mencionadas transformaciones.

Así, la propuesta de la Comisión prevé un Marco Financiero que asciende a 1,98 billones de euros en su totalidad para los siete años (280.000 millones anuales). De este total, debemos descontar el pago de deuda de los fondos NextGenerationEU. Una vez hecha esta corrección, nos queda una propuesta de presupuesto que, no solo no supone un incremento, sino una detracción en 200.000 millones de euros respecto al actual. El nuevo MFP, en términos reales, rondaría el 1.15% RNB, comparado con el 1.8% del periodo 2021-27. Una cifra que además quedaría dos tercios por debajo de los 800.000 millones anuales planteados por Draghi para reactivar la competitividad europea y afrontar las nuevas prioridades.

La Comisión propone reorganizar los pilares del presupuesto para reorientar recursos a las nuevas prioridades. Los dos fondos tradicionales que hasta ahora suponían dos tercios del MFP se pueden ver reducidos: la PAC (Política Agraria Común) en un 30% y los fondos de Cohesión en un 20%, sumando 453.000 millones en el nuevo marco. El segundo pilar, competitividad, descarbonización industrial, energía y electrificación, digitalización e innovación tecnológica, prácticamente se duplicaría pasando a representar el 30% del MFP.

Otro cambio relevante consiste en otorgar una mayor autonomía de gasto a los Estados miembros. La ejecución presupuestaria se articularía mediante planes nacionales –los National and Regional Partnership Plans (NRPP)– elaborados por cada gobierno central en consulta con las regiones, siguiendo el modelo de los fondos NextGenerationEU. Este esquema concentraría un control excesivo del gasto en los gobiernos nacionales, con el riesgo de fragmentarse y reducir su eficacia. Anticipando posibles objeciones en el Parlamento, la Comisión ha propuesto ya algunas enmiendas orientadas a blindar un gasto mínimo para la PAC en todos los planes nacionales y reforzar la participación de las regiones. Respecto a los ingresos, aunque se presentan nuevas fuentes de recursos propios (impuesto al tabaco o a los residuos tecnológicos), estas no suponen un incremento sustancial de los ingresos de la UE.

Según un análisis reciente sobre la reforma de la gobernanza económica europea, será clave revisar el diseño de los planes vinculando la flexibilidad de gasto a objetivos de largo plazo; avanzar hacia la culminación de la Unión de los Mercados de Capitales; explorar un activo europeo de deuda común para financiar los grandes Bienes Públicos Europeos; y acordar nuevas fuentes estables de recursos propios que sostengan la deuda y las inversiones estratégicas. Asimismo, conviene evitar la proliferación de ayudas de Estado fragmentadas que distorsionen el Mercado Único, reforzando la supervisión europea, ampliar el uso de instrumentos financieros frente a las subvenciones tradicionales, y especialmente, impedir que el debate presupuestario eclipse las reformas estructurales necesarias para reforzar la competitividad empresarial europea.

En definitiva, el debate sobre el nuevo MFP, pese a su trascendencia, no debería servir para distraer la atención de las verdaderas prioridades de la UE, que exigen mucha más ambición política, cierto posibilismo en un momento de trágica fragmentación, así como evitar riesgos innecesarios, como los que supondría debilitar políticas imprescindibles y sobradamente probadas –como la PAC o la Política de Cohesión– para atender otras no menos trascendentes. Se trata de conseguir medios financieros adicionales, ya sea dentro del MFP o al margen de él, como sucedió con NextGenerationEU.

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