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La exitosa década económica de los ‘Gobiernos que no gobiernen nada’

La prosperidad reciente nos interpela sobre los nuevos usos de estos Ejecutivos minimalistas, menos reguladores

Pronto se cumplirá una década de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, en las que el PP de Rajoy volvió a ganar, pero fue incapaz de configurar una mayoría que le permitiera la investidura, y se abocó al país a una repetición electoral. Pero este hecho, que entonces pareció algo excepcional, no fue anecdótico, sino el inicio de una década en la que han predominado las mayorías insuficientes o muy complicadas de articular. Desde entonces, se han sucedido, en solo diez años, una serie de eventos que nunca se habían producido en los casi 40 años anteriores de democracia, ...

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Pronto se cumplirá una década de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, en las que el PP de Rajoy volvió a ganar, pero fue incapaz de configurar una mayoría que le permitiera la investidura, y se abocó al país a una repetición electoral. Pero este hecho, que entonces pareció algo excepcional, no fue anecdótico, sino el inicio de una década en la que han predominado las mayorías insuficientes o muy complicadas de articular. Desde entonces, se han sucedido, en solo diez años, una serie de eventos que nunca se habían producido en los casi 40 años anteriores de democracia, entre los que se pueden citar dos repeticiones electorales, una moción de censura exitosa o sendos Gobiernos de coalición.

Una década que, frente a periodos pretéritos, parecería de anemia política y que bien podría denominarse, en homenaje al himno oficioso de la transición española –Libertad sin ira–, la nueva era de los Gobiernos que no gobiernen nada. Buena prueba de esta limitada capacidad ejecutiva es que, contando ya los de 2026, la probabilidad de aprobar unos presupuestos generales a tiempo, es decir, antes de que empiece el año, ha pasado de casi un 92,5%, a solo un 40% en la actualidad.

Pero, a diferencia de lo que la creencia tradicional propugna, que la estabilidad política y contar con unos presupuestos a tiempo podría ser condición necesaria para un crecimiento económico sostenido, esta nueva era ha estado marcada por un magnifico desempeño económico, con la excepción de 2020, donde nuestra economía, con una caída próxima al 11%, fue la que más cayó de la OCDE. Para pasar, en 2024, a ser la economía con mejor desempeño del mundo desarrollado según The Economist.

¿Cómo justificar esta aparente contradicción teórica entre debilidad política y exuberancia económica que estamos viviendo? Por un lado, tendríamos aquellas explicaciones que nos hablarían de una creciente resiliencia de la economía española a la inestabilidad política, como si esta segunda fuera un virus que la primera ya hubiera pasado, o un divorcio a la italiana, entre la política y la economía, dónde hasta Mario Draghi, cuando era gobernador del BCE, minimizaba el impacto de la inestabilidad italiana en los mercados.

Este tipo de explicaciones vendrían a decir que la economía española se ha sumado al concepto acuñado por Paul Krugman de la nueva economía teflón, que lo aguanta todo, y le resbala cualquier contratiempo, como la debilidad del Gobierno. Es decir, habríamos crecido “a pesar de la anemia política”. Pero, aunque esta pudiera ser la explicación intelectualmente más cómoda, resulta difícil de mantener que los agentes económicos puedan desconectar a largo plazo, una década, de la gestión de los Gobiernos.

Además, los profesores Daniel Albalate y Germà Bel i Queralt ofrecen evidencia empírica, en sendas investigaciones publicadas en Governance y Series, de que en situaciones de Gobierno en funciones ha crecido más la economía que si hubiera habido un Gobierno efectivo. De hecho, su trabajo de Series lo demuestra precisamente para el inicio de esta nueva era de la política española, concretamente para el periodo que va desde las elecciones generales de diciembre de 2015 hasta que se pudo constituir Gobierno en 2016.

Esto nos llevaría a un segundo grupo de explicaciones más sugerentes: ¿y si parte del excelente crecimiento que está experimentando España fuera precisamente por la supuesta anemia política? Sin cuestionar que el mejor escenario teórico posible sea un Gobierno con mayoría suficiente para llevar a cabo un exitoso programa de reformas económicas, los Gobiernos que no gobiernen nada podrían ser un second best. Es decir, una mejor opción que tener un Gobierno estable, incluso con mayoría absoluta, que no acertara en sus medidas de gobierno y que, al final, en el mejor de los casos, solo acabara generando más espuma burocrática y legislación de escaso valor añadido.

La realidad es que España cuenta con instrumentos para que esta nueva tipología de Gobierno pueda modificar un presupuesto prorrogado, para, por ejemplo, actualizar las pensiones, o, mediante créditos extraordinarios, hacer frente al incremento del gasto en defensa. También, la profunda vocación europeísta de la mayoría de los partidos facilita, aunque con menos frecuencia de lo que sería necesario, que los Gobiernos puedan aprobar transposiciones de directivas de la Unión Europea. Tampoco podemos olvidarnos de los Reglamentos de la UE con afección económica, que son de aplicación directa en nuestro país. Sin contar con que existen aspectos relevantes de política económica que son prerrogativa del Ejecutivo, independiente de su fortaleza parlamentaria, como la gestión y orientación de los fondos europeos.

Además, según la literatura académica, los Gobiernos de coalición contarían con otras virtudes. Por ejemplo, para Irfan Nooruddin, reducen la volatilidad de las políticas, aumentando su previsibilidad, así como hay papers que defienden que las reformas legislativas que consigan aprobarse estarán más próximas al pensamiento del votante mediano o promedio. Incluso defectos de los gobiernos de coalición, como el mayor déficit público que les atribuyen Nouriel Roubini y Jeffrey Sachs, en su citado artículo en la European economic review, y del que el caso español podría ser un ejemplo, favorecen el crecimiento económico a corto plazo, al impulsar la demanda agregada.

En resumen, la prosperidad de esta última década nos debe interpelar sobre los nuevos usos, y no siempre peores, de estos Gobiernos minimalistas, menos reguladores, generalmente en coalición. Más aún cuando la prospectiva electoral patria parece indicar que las mayorías absolutas serán menos probables, salvo cataclismo económico que vuelva a agrupar el voto en el partido bipartidista que en ese momento tenga la suerte de estar en la oposición.

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