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Multiplicar los efectos de las transiciones digital y energética

Es necesario que el avance de la digitalización maximice su papel en el apoyo a un futuro ‘Net Zero’

El objetivo de Nausika es aportar la incidencia social en lo relativo a conseguir que la tecnología, la innovación y la industria sean motores de prosperidad y de mejora del bien común. Hasta ahora hemos subrayado su impacto en ámbitos como la salud, la seguridad y el empleo. Pero también resulta clave destacar el papel de la tecnología en la transición ecológica y digital. Sobre ello reflexionamos en esta píldora.

Recordemos que, en 2020, la Comisión Europea lanzó una estrategia industrial para acelerar esta doble transición hacia una economía más verde y digital, con la meta de alcanzar la neutralidad climática en 2050. En febrero de 2025, esa visión se concreta en el Clean Industrial Deal, que impulsa la industria limpia y Net-Zero, la circularidad y la descarbonización de los sectores más intensivos. Estas transiciones, lejos de ser paralelas, se refuerzan mutuamente y resultan imprescindibles para garantizar la competitividad económica y el bienestar social europeo.

En la transición ecológica, el reto energético es uno de los más complejos por su impacto social, económico, medioambiental y geopolítico. La energía, como bien básico, está ligada al ODS 7 de la ONU, que busca garantizar un acceso seguro y sostenible, aunque la pobreza energética sigue creciendo y la ciudadanía requiere protección frente a la volatilidad de precios. A su vez, la energía es uno de los factores de mayor impacto en la competitividad de nuestra industria. La brecha de precios de la energía en Europa con EE UU y China se ha deteriorado debido a la crisis energética. A pesar de la reducción de precios desde 2022, en 2024 los precios europeos de la energía para la industria doblaron a los de Estados Unidos y fueron un 50% más altos que los de China.

Esta inestabilidad y alto nivel de los precios de la energía en Europa, es una consecuencia clara de la falta de independencia energética. Según datos de Eurostat la UE produjo en 2023 alrededor del 42% de su propia energía, mientras que el 58% fue importada. A pesar de que la UE en su conjunto es el mayor importador mundial de gas y gas natural licuado (GNL), su poder de negociación es limitado.

Pues bien, esta situación ha puesto de manifiesto que el Pacto Verde de 2019 es una prioridad geopolítica y de competitividad. La crisis energética derivada de la guerra ha demostrado que no hay contradicción entre proseguir la descarbonización del sistema energético (y en particular el eléctrico a través de las renovables) por un lado y por otro avanzar hacia la autonomía estratégica europea con precios más asequibles y una mayor seguridad energética a través de la apuesta renovable.

Pero la transición energética necesita, para avanzar al ritmo necesario, una apuesta decidida por la innovación y por la digitalización del sector energético para afrontar los retos de la descarbonización.

La descentralización de la producción, el desarrollo, integración y almacenamiento de las energías renovables, la electrificación de la economía, la seguridad de las infraestructuras energéticas, etc., requieren de tecnologías avanzadas (como la IA, la robótica y el big data) para gestionar los recursos energéticos de manera más eficiente y responder con agilidad a las demandas del mercado.

La transformación digital de nuestra sociedad, y con ella las necesidades energéticas también avanza, y el sostenimiento de estas tecnologías requieren de un número creciente de centros de datos. De hecho, según un estudio del MIT, si bien hasta 2017 la cantidad de electricidad destinada a los centros de datos que dan soporte a los servicios basados en la nube (Google, Facebook, Netflix…) se mantuvo estable gracias al aumento de la eficiencia, en los últimos 7 años, con la irrupción de a IA, las necesidades energéticas se disparan. Un ejemplo ilustrativo: una sola búsqueda en Google consume aproximadamente 0.3 vatios-hora, mientras que una interacción con ChatGPT requiere 2,9 vatios-hora.

A nivel mundial, en la actualidad, los centros de datos representan entre el 2% y el 3% del consumo total de electricidad, pero se prevé un aumento significativo. Accenture cifra el crecimiento de la demanda global en un 20% anual hasta 2028. Además, según la revista Nature, la industria de los centros de datos es la responsable de cerca de 0,3% de las emisiones totales de carbono, y el ecosistema de las TIC que dependen de ellos, representa más del 2% de las emisiones globales.

En Europa, los operadores de centros de datos han acordado hacer que sus instalaciones sean neutrales para 2030. Como firmantes del Pacto de centros de datos climáticamente neutrales se han comprometido a demostrar su eficiencia energética apostando por energía 100% renovable y a la optimización del uso del agua.

En España la gran demanda de implantación de nuevos centros de datos ha creado una gran controversia ya que los operadores internacionales apuestan por nuestro país por su oferta de energía renovable y barata. Sin embargo, aunque su nivel de demanda de electricidad renovable aportaría un nuevo impulso al desarrollo del sector y mejoraría la estabilidad del sistema, sus necesidades de consumo exigirían el refuerzo de las redes de transporte y distribución. Además, sus necesidades energéticas podrían concurrir con la demanda de la industria en su electrificación.

Por tanto, es necesario garantizar que el avance de la digitalización minimice sus efectos adversos al tiempo que maximiza su papel en el apoyo a la transición hacia un futuro Net Zero, construyendo un modelo energético descarbonizado, resiliente y adaptado a los desafíos del futuro.

El reto no es avanzar en la doble transición, sino lograr que las dos transiciones multipliquen sus efectos positivos en la economía y apalanquen el progreso de la sociedad hacia ese bien común hacia el que los desarrollos tecnológicos que se producen en el marco de estas transiciones deben dirigirse.

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