Ir al contenido

La tradición del dividendo para un mundo joven y viejo a la vez

No es descartable que vuelvan otras modas financieras, como las guerras de divisas

La luz del sol ilumina los edificios de oficinas del distrito financiero de Canary Wharf en Londres (Reino Unido).DANIEL LEAL-OLIVAS (AFP)

Los mercados están más que acostumbrados a cambiar de opinión rápidamente. Hay semanas en las que el mundo parece al borde del colapso el lunes, pero que terminan con todo aparentemente arreglado el viernes. Los inversores siempre intentan adelantarse a los movimientos de otros inversores, lo que inevitablemente deriva en la sobrerreacción, fruto del efecto manada.

Es más extraño que estos giros se den en la economía real. Pero si alguien hubiera pasado los últimos cuatro meses perdido en una isla desierta sin cobertura le costaría reconocer la arquitectura económica actual. La severa corrección de las tecnológicas es una consecuencia indirecta del cambio de foco: no han cambiado mucho sus previsiones de beneficio, pero los inversores (con el empujoncito de DeepSeek) han entendido que el mundo va por otro lado.

Como ocurre en el mundo de la moda, lo nuevo siempre tiene ecos de lo viejo. En este caso, del mundo previo a la globalización, un mundo de bloques y barreras comerciales cuya lejanía es relativa: la Ronda Uruguay de la OMC se firmó pocos años después de la caída del Muro de Berlín (1994), el Tratado Norteamericano de Libre Comercio es de 1992 y China no se incorporó a esta organización hasta 2001. La deslocalización industrial es un invento relativamente temprano. No es descartable que vuelvan otras modas financieras, como las guerras de divisas.

Así, aunque el mercado aparentemente responde a estímulos primarios, los mensajes que deja son poderosos. La pujanza de las acciones europeas tiene un sentido que va más allá de la reacción inmediata a un tuit de Trump: las perspectivas de más gasto público (otro componente económico joven y viejo a la vez) y más reindustrialización no son coyunturales. Tampoco lo están haciendo mal, de hecho, las empresas estadounidenses de la economía más tradicional.

En este contexto, la apuesta por los dividendos tiene varios argumentos a favor. Por un lado, las empresas con rentabilidad elevada ofrecen un pequeño oasis de certidumbre (financiera) en forma de su cupón anual. En segundo lugar, el perfil de muchas de estas empresas es defensivo; no dependen de crecimientos futuros para justificar su valoración, por lo que están menos expuestas a los cambios de ánimo del inversor. Y, en tercer lugar, muchas de ellas están mejor posicionadas en sectores tradicionales (industria, banca, energía, comercio, consumo...) que probablemente capturen mejor las vibraciones de este mundo joven y viejo.

Más información

Archivado En