Las claves: el automóvil español, lejos de sus objetivos
Quizá valdría la pena darle una vuelta a la estrategia
Los fabricantes de coches radicados en España se acercan a 2025 (y a la consiguiente nueva normativa de emisiones europea) con unas cuentas que no acaban de salir. A partir del año que viene, Bruselas va a endurecer sus objetivos de emisiones, lo que implica, de facto, que al menos 2 de cada 10 coches vendidos en 2025 tienen que ser eléctricos. Sin embargo, las ventas están muy lejos de los objetivos, como la infraestructura de recarga, igual que los precios lo están de la capacidad adquisitiva de del ciudadano; y las ayudas de lo que exigen los fabricantes.
De esta acumulación de lejanías surge, por lo pronto, que la producción de electrificados se haya desplomado un 59% en España. Para qué fabricar vehículos que no se van a vender, se preguntan los productores. El problema es que hay unos coches que los consumidores no pueden comprar porque no se los pueden permitir y otros que no pueden comprar (los de combustión) porque están condenados a la extinción. Y resulta que en España se fabrican sobre todo los segundos. Así, el 90% de la producción española está en jaque. Quizá valdría la pena darle una vuelta a la estrategia.
La reducción de la jornada laboral y las ventajas de la procrastinación
El acuerdo por la reducción de la jornada laboral iba a llegar antes de verano, pero llegaron las vacaciones y, entre pitos y flautas, se ha plantado en diciembre. El pacto es inminente, dicen, que no su aplicación efectiva. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, se abre a retrasarlo a 2026 para lograr los apoyos parlamentarios, mientras que la de Trabajo, Yolanda Díaz, afirma que el 31 de diciembre de 2025 todos los trabajadores verán reducida su jornada. A la vista de los malabarismos realizados para aprobar la más mínima medida del Gobierno, la de Cuerpo parece una posición más realista. Otra, más pesimista, es preguntarse si seguirá el Ejecutivo para entonces.
Un fantasma de conflictividad recorre los viajes en avión
Hay una sensación de malestar en Occidente (probablemente también en Oriente, pero no nos enteramos) que se manifiesta, por ejemplo, en que la popularidad del recién llegado al Gobierno británico Keir Starmer está ya por los suelos. Ese malestar se expresa también en el aumento de los comportamientos conflictivos entre los pasajeros de los aviones. Una sentencia condenatoria para un cliente de Ryanair por interrumpir un vuelo a Atenas ha llevado a la aerolínea a insistir en que no tolerará estas actitudes.
En los controles de seguridad de los aeropuertos se impide introducir armas o explosivos, pero no si los usuarios han ingerido drogas. No es por dar ideas, que viajar en avión ya se ha vuelto algo suficientemente engorroso.
La frase del día
Esta noción de que la OTAN te mantiene a salvo siempre me ha gustado. Me sigue encantando. Todavía está ahí, pero, en cuatro o cinco años, si no actuamos en los próximos meses, aumentando el gasto, podría haber dificultadesMark Rutte, secretario general de la OTAN
El teletrabajo o la destrucción de la barrera física entre la casa y la oficina
El teletrabajo, concepto ya recogido por la Real Academia Española, tiene sus cosas indudablemente buenas: como que no hace falta madrugar tanto, se ahorra uno el trayecto y tener que vestirse para salir de casa, y puede preocuparse más por la conciliación, que es una palabra que ya estaba recogida por la RAE desde hace mucho, independientemente de la existencia empírica del concepto al que alude. El lado oscuro de esta práctica laboral, que hace chocar estos dos conceptos del diccionario, es la hiperconectividad, la presión constante por mostrar a jefes desconfiados y muy analógicos que uno está haciendo algo; y, en fin, la desaparición de la barrera física entre el hogar y el trabajo. Porque una cosa es tomarse una copa de Navidad con el jefe y otra cosa es que se meta hasta tu cocina.