El valor de las microfinanzas a medida

Fruto de esta labor de las entidades que ofrecen micropréstamos, se favorece la inclusión financiera, algo que no solo repercute en los titulares de los microcréditos, sino en el conjunto de la sociedad

Sukabi Lokarne vendiendo en el mercado las verduras que cultiva en la tierra que pudo comprar gracias a un microcrédito.MERCEDES DE LA ROSA

Las microfinanzas surgieron en los 70 para combatir la pobreza y fomentar el desarrollo económico en comunidades de bajos ingresos. Su origen se atribuye a los esfuerzos del economista bangladesí Muhammad Yunus, quien fundó el Grameen Bank en Bangladesh con la premisa de otorgar pequeños préstamos, o microcréditos, a personas sin acceso al sistema financiero tradicional. Este modelo demostró ser eficaz al permitir que los prestatarios invirtieran en pequeñas actividades productivas, mejorando así su calidad de vida. Desde entonces, el movimiento se ha expandido globalmente y en Europa ha evolucionado para incluir una gama más amplia de servicios, consolidándose como un gran apoyo para los los más vulnerables. Así, son muchos los que han conseguido sortear un bache económico o impulsar su propio negocio gracias a un microcrédito. Según un informe de la European Microfinance Network (EMN), el total de la cartera de préstamos en los 29 países europeos incluidos alcanzó los 5.300 millones de euros a finales de 2022, atendiendo a 1,3 millones de prestatarios activos.

Para que esto sea posible, las entidades especializadas deben conocer en profundidad el perfil de cada cliente y el colectivo al que pertenece ya que no tienen las mismas necesidades ni se enfrentan a los mismos riesgos. Tal y como refleja el informe de la EMN, en el caso de las mujeres, el principal desafío tiene que ver con la falta de experiencia en el mundo de los negocios, de garantías y de historial crediticio. En cambio, los mayores retos de las entidades para apoyar a las poblaciones rurales están relacionados con la menor capacidad digital y la informalidad de algunos aspectos de los negocios –especialmente en el caso agrícola–, así como la estacionalidad de la agricultura. Para los jóvenes, la brecha está en su falta de experiencia, de garantías y de historial crediticio. Por el contrario, los mayores desafíos a los que hay que hacer frente para dar respaldo a las personas mayores están relacionados con la baja capacidad digital y los riesgos relacionados con la salud.

Conscientes de ello, la banca social se enfoca en desarrollar soluciones específicas para facilitar el acceso al crédito de estos colectivos, mediante estrategias que abordan sus necesidades. Esto incluye el diseño de productos con plazos de devolución extendidos y periodos de carencia flexibles que permiten adaptarse a sus capacidades de pago, o el desarrollo de programas formativos para mejorar las habilidades de gestión financiera de los emprendedores, lo que redunda en una mayor probabilidad de éxito de sus negocios. La tecnología también juega un rol clave: plataformas, aplicaciones y servicios de banca en línea mejoran el acceso a servicios financieros, reduciendo barreras. Asimismo, mediante alianzas estratégicas con organizaciones de ámbito social, se logra ampliar el alcance de la inclusión financiera, a través del asesoramiento en los proyectos de negocio de los emprendedores más vulnerables.

Tras celebrarse la 10ª edición del Día Europeo de las Microfinanzas, es una buena ocasión para poner en valor el papel que desempeñan, no solo grandes entidades, sino numerosas ONG y cooperativas que contribuyen a mejorar la calidad de vida de colectivos desatendidos financieramente. Fruto de esta labor, se favorece la inclusión financiera, algo que no solo repercute en los titulares de los microcréditos, sino en el conjunto de la sociedad.

Cristina González es directora general de MicroBank

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