El alza de precios en la vivienda amenaza con volverse estructural
A nivel estatal y en el largo plazo, solo el aumento de la oferta de alquiler tiene mimbres para atajar el problema
La situación actual de la vivienda no es comparable a la vivida con la burbuja del arranque de siglo. No solo las subidas de precios son menores que entonces; el crédito crece con contención y la construcción de viviendas no sigue aquel ritmo desaforado. La aclaración, necesaria a la hora de analizar el mercado, es poco consuelo para los millones de personas a quienes la carestía de la vivienda les impide crear un hogar, o les impone un peaje difícil de sobrellevar.
Las perspectivas para el año entrante apuntan a más subidas de precios. Los fundamentos del mercado lo justifican: la evolución positiva del empleo, la contención de la inflación (y, lo que es más importante, de las expectativas de inflación) y los tipos de interés a la baja son elementos que aumentan la demanda de vivienda. La carestía y la volatilidad de los precios del alquiler, también. Mientras tanto, la oferta de casas ni siquiera es capaz de cubrir el aumento en el número de hogares desde hace más de una década. Así las cosas, el descenso del euríbor no facilita el acceso a la vivienda: el aspirante a hipotecado paga el piso que se puede permitir, y el alivio en los tipos de interés se traslada con rapidez al precio. Prueba de ello es la subida de las operaciones de compraventa de viviendas, que superan las 61.000 al mes. Por poner en contexto el desequilibrio entre oferta y demanda, en 2023 se iniciaron menos de 100.000 viviendas nuevas (en el mercado libre, y según el ministerio de Transportes).
El mercado inmobiliario tiene, al cubrir tanto una necesidad básica como servir de inversión, la endiablada característica de que, por una doble vía, las subidas de precio estimulan más subidas: inversores y familias tienen incentivos para comprar (sea para vender o sea para vivir), y mejor antes que después. En un entorno de oferta escasa y rígida, las subidas de precios parecen, según los actores del mercado, garantizadas. Ante un alza de precios con tintes estructurales, el reto es doble: evitar una nueva burbuja y que vivir en una casa (concepto distinto de poseerla) no sea un artículo de lujo.
El aumento de la oferta, por sí solo, no garantiza un mercado equilibrado. Es una de las enseñanzas de la anterior crisis. Hay medidas, desde el control de precios a la lucha contra el alquiler turístico sin licencia, que pueden aliviar tensiones en concretas. Pero, a nivel estatal y en el largo plazo, solo el aumento de la oferta de alquiler tiene mimbres para atajar un problema económico y social, que, lamentablemente, se ha convertido en crónico.