Los mercados exponen las costuras de Europa
Se le acumulan los deberes, en cuanto a cambios de gran calado para afrontar la competencia con China y EE UU
La percepción de la realidad es muchas veces binaria en los mercados financieros, abonados en los últimos tiempos a apostar por el riesgo o, con menos frecuencia en el pasado reciente, rehuirlo. La victoria electoral de Donald Trump ha modificado este patrón y ha introducido un elemento de diferenciación geográfico de escala desconocida. Y Europa no sale bien parada. Las grandes multinacionales de Estados Unidos se van a beneficiar de la perspectiva de un menor impuesto de sociedades, perspectiva de la que no disfrutan los grandes valores europeos. Pero, al estrechar el foco, las diferencias son más abultadas. Los valores de mediana capitalización de Estados Unidos han sido una de las categorías de activos más beneficiadas por la elección de Trump, en la medida en que se espera una economía estadounidense más dinámica (a riesgo de recalentamiento) y con barreras de entrada por la vía arancelaria (America First).
Los analistas y gestores de fondos coinciden, además, en que se trata de una tendencia de fondo, soportada también por unas valoraciones mucho más atractivas en este segmento. También en Europa los valores pequeños están a precios relativamente atractivos, pero en este caso los expertos no apuestan por ellos. Las perspectivas no son buenas a causa del riesgo de guerra comercial, pues la industria europea es más dependiente de la cadena de valor internacional. Y la demanda doméstica no tiene, como en EE UU, el dinamismo como para compensar la exterior. El sector está, apuntan algunos gestores, fuera del radar de los grandes inversores,
No es un planteamiento puntual. Las propias previsiones económicas de la Comisión Europea dan cuenta del estancamiento de la zona euro en 2025, con un crecimiento de apenas un 1,3% (una décima menos de lo previsto anteriormente), con el motor alemán gripado: el PIB aumentará un escaso 0,7%, tres décimas menos de lo esperado. Y todo ello antes de tener en cuenta el previsto rearme arancelario que se espera de Trump y que, por motivos evidentes, no puede ser calibrado.
Se le acumulan los deberes a la vieja Europa; hace meses que Mario Draghi y Enrico Letta avisaron de la necesidad de cambios de gran calado para afrontar la competencia con China y EE UU. Ahora lo importante se ha vuelto urgente, además de crítico. Y lo que no se hizo a tiempo debe acometerse sin el favor de los mercados y en un entorno económico turbulento. El reto es mayúsculo, pero la inacción no es una alternativa.