Crisis de liderazgo ante la dana
Lo ocurrido en el Levante ha demostrado que la población necesita dirigentes sólidos, que generen confianza
La dana ha abierto en España una nueva crisis, pero esta vez no es solo económica, sino también de confianza. La palabra crisis significa cambio en griego, y todo cambio ha de ir encabezado por un gran liderazgo. Lo ocurrido en el Levante español ha demostrado que la población necesita líderes sólidos, capaces de ofrecer soluciones y crear un futuro mejor, líderes que generen confianza.
Ahora más que nunca, se demuestra que los líderes deben poseer unos atributos y unas habilidades que han desarrollado a lo largo de toda una carrera y que les permitirán ser efectivos. Atributos que se podrían resumir en cinco: ser capaces de crear una visión, comunicarla de forma eficaz y generar adhesión, ser capaces de tomar decisiones, estar apasionados por el trabajo y tener un interés genuino por las personas. Si los aplicamos a lo ocurrido en la Comunidad Valenciana, veremos claramente que estos atributos no estaban presentes en aquellos que tenían la responsabilidad de ofrecer seguridad, información y soluciones a una población prácticamente abandonada ¿Cómo han de sentirse ante la inexistencia de líderes durante esta terrible tragedia?
Mientras estaba teniendo lugar, hubo falta de visión para entender, desde las primeras horas, que las consecuencias de la lluvia serían graves tanto en lo personal como en lo económico y social, pero también para anticipar la enorme necesidad de recursos que harían falta para reconstruir calles, infraestructuras, negocios, limpiar, evitar infecciones y sostener a las familias durante un periodo largo de tiempo.
Faltó también comunicación para alertar, prevenir, aconsejar y preparar a la población para el duro camino que habría que seguir; una comunicación adecuada para dar sensación de movilización, para que la población viese que los cuerpos de todas las administraciones competentes estarían disponibles para hacer lo necesario (whatever it takes) para ayudar.
Asimismo, se echó en falta un líder capaz de analizar rápidamente la evolución de la situación y que tomase decisiones en el momento oportuno, sin retraso, sobre temas urgentes como el envío de alarmas e informaciones críticas. Alguien que contactase con otras administraciones para pedir ayuda si era necesario. Ese líder, además, tenía que haber sido capaz de coordinar a un equipo y asegurarse de que todo el mundo estaba focalizado. Cuando está en jaque la salud y la vida de muchas personas, el líder no duerme, ni come, ni se toma vacaciones. Y, además, lo hace porque cree profundamente que lo más importante son las personas, lo cree de forma genuina, natural y espontánea.
Los líderes lo son porque la gente así los ve, porque generan confianza. Qué difícil es llegar a ese punto en el que las personas no tienen miedo de enfrentarse a las crisis porque saben que las dirige un buen líder hacia tiempos mejores. Pero la confianza no se tiene, ha de ganarse. Con los años, me he dado cuenta de que los dos ingredientes fundamentales que hacen que el líder genere confianza son la competencia y el carácter. La primera tiene que ver con los conocimientos demostrados, la experiencia, el saber, los resultados obtenidos en el pasado. Pero un nivel alto de competencia, aunque es positivo y necesario, no es suficiente para generar confianza. El carácter del líder es un conjunto de atributos que pueden sumar o restar cuando pensamos en la confianza que este genera a los demás; atributos como los valores, la franqueza, la claridad en las intenciones. El carácter es básico, las intenciones han de ser buenas, los fundamentos, sólidos, y los valores, fuertes.
En la gestión de la crisis generada por la dana, los responsables fallaron, no respondieron a las expectativas de la población. Tuvieron errores de visión, de comunicación, de planificación, de toma de decisiones, y falló su nivel de dedicación y urgencia. No es de extrañar la reacción de rechazo surgida en la población. Los afectados, y la sociedad española en general, nos estamos preguntando si nuestros supuestos líderes tienen las competencias y el carácter adecuados para hacer frente a una situación tan trágica.
Se ha creado una profunda brecha entre la población y el líder, que ahora se percibe menos predecible, menos confiable y del que se está comenzando a juzgar su capacidad para continuar en su cargo. Y esto no solo ocurre en las organizaciones públicas, sino también en las empresas y organizaciones privadas. Los empleados miran a sus directivos, los hijos miran a sus padres. Cuando hay que transformar, cambiar de rumbo o generar algo nuevo, el líder es una referencia para todos. En tiempos de crisis, de cambio y transformación se necesitan liderazgos sólidos y, cuando no existen, que Dios nos pille confesados.
Ahora es el momento de provocar cambios: las empresas deben cambiar a sus líderes si no están a la altura, y los pueblos a sus gobernantes. Otra alternativa es esperar y rezar para que una nueva crisis no llegue jamás, pero la esperanza no es y no será nunca una buena estrategia.
David Cabero es Category Leader Stationery en el Grupo BIC