La multimillonaria viuda proisraelí que susurra al oído de Trump

Miriam Adelson, máxima accionista de un imperio de casinos, es la mayor donante a la campaña del candidato republicano a la presidencia

José Manuel Esteban

En contra de décadas de consenso internacional, y en un reconocimiento implícito de su condición de capital, Donald Trump trasladó en 2018 la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén. En primera fila del acto de inauguración estaban, con una sonrisa de oreja a oreja y aplaudiendo con fervor, Miriam y Sheldon Adelson, la poderosa y multimillonaria pareja dueña del conglomerado de casinos Las Vegas Sands Corporation. Los Adelson acabarían comprando la anterior residencia del embajador en Tel Aviv por más de 80 millones de dólares para evitar que el siguiente Gobierno se echara atrás. Ahora, tras la muerte de Sheldon en 2021, Miriam sigue al pie del cañón, y como máxima donante de Trump, aspira a ser, de nuevo, una de las civiles más influyentes en el próximo Gobierno.

Miriam Adelson nació como Miriam Farbstein en Tel Aviv en 1945, hija de dos judíos polacos. Su padre, un socialista dueño de varios cines, emigró en 1931 para unirse a un kibutz, la clase de colonias agrícolas que, a principios del siglo XX, se instalaron en lo que luego sería el Estado de Israel. Su madre huyó in extremis del Holocausto, donde murió toda su familia. Nacida tres años antes de la autoproclamación de Israel, Adelson forma parte de lo que en el país se conoce como “los hijos del Estado”, toda una generación encargada de la construcción de un país.

Después de obtener un grado en Microbiología y Genética, y como todo joven en Israel, Adelson cumplió sus dos años de servicio militar. Después estudió Medicina, y acabó siendo la internista jefe en las urgencias del Rokach Hospital de Tel Aviv. Allí conoció a su primer marido, también médico, con el que tuvo dos hijos, y se empezó a interesar por la que acabaría siendo su vocación: el tratamiento de las adicciones.

En 1986, ya divorciada, se mudó a Nueva York para hacer una residencia en la Universidad Rockefeller, donde trabajó con la doctora Mary Jeanne Kreek, pionera en el uso de la metadona. Lo que iba a ser una estancia corta se convirtió en un traslado definitivo: una amiga le organizó una cita a ciegas con Sheldon Adelson, un prometedor empresario judío recién divorciado que había hecho una pequeña fortuna organizando una convención anual de ordenadores en Las Vegas, donde había comprado un casino.

“Lo que me atrajo de él fue su visión y empuje herzlianos [Herzl-like, en inglés, por Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista]”, escribiría años después. Juntos formarían una dupla empresarial, política y filantrópica. En su luna de miel en Venecia, ella le convenció de convertir su casino en un megaresort. Con los años, fueron expandiendo el grupo hasta convertirlo en el mayor imperio de casinos del mundo, desde Las Vegas a Singapur, pasando por Macao. Y casi por Madrid, con el proyecto Eurovegas.

Influencia política

Su coqueteo con el poder comenzó casi desde su boda. La ceremonia celebrada en Israel causó revuelo, porque utilizaron un espacio reservado a actos públicos, lo que obligó al por entonces ministro de Exteriores israelí, un joven Benjamin Netanyahu, a pedir disculpas. Años después, presionarían a través de su periódico, el Israel Hayom, para forzar la salida del primer ministro Ehud Olmert y aupar a Netanyahu, cuenta Olmert en sus memorias.

Entendieron pronto que la mejor forma de influir es el dinero: en 2005, donaron 500.000 dólares para la investidura de George W. Bush, lo que permitió a Miriam el suficiente acceso como para darle a su jefe de gabinete un libro sobre la Yihad. “Es increíble que tengamos esta influencia”, dijo, según recoge el New York Magazine. Las donaciones fueron a más, y con ellas, la influencia: en la primera campaña de Trump, fueron 25 millones; en 2020, 90, y ahora, ya por su cuenta, Miriam es la máxima donante del candidato republicano, con 100 millones de dólares.

Aunque había temores de que se retirara de la vida pública después de la muerte de su marido, Adelson sigue activa. Su círculo cercano coincide en una idea: que nunca ha sido solo la mujer de. “Ella era el poder detrás del trono. Sheldon nunca hacía nada sin Miriam. Impulsó muchas de sus iniciativas”, afirma a Politico Fred Zeidman, amigo de la familia y reconocido donante republicano.

Como máxima accionista del imperio de los casinos, ha continuado la labor empresarial: en noviembre de 2023 compró el equipo de la NBA Dallas Mavericks, buscando, dicen, influir en la legalización del juego en Texas. Pero siempre con un ojo en la política y, sobre todo, en su país de origen: el ataque de Hamás en octubre de 2023 fue, para Adelson, “otro tipo de Holocausto”. Su aspiración, apuntan sus conocidos, es que Israel acabe anexionando Cisjordania, y rechaza de plano la solución de los dos Estados.

Cuando Trump movió la embajada de Israel a Jerusalén, la asociación de judíos republicanos (financiada por los Adelson) pagó un anuncio a toda página en el New York Times donde se veía a Trump con una kipá en la cabeza y una mano sobre el Muro de las Lamentaciones y un texto que rezaba: “Presidente Trump. Lo prometió. Cumplió”. A menos de dos semanas de las elecciones, el mundo se pregunta a qué aspira Miriam Adelson a cambio de todo su dinero. La octava mujer más rica del mundo ya no se conforma solo con dejar un libro en la Casa Blanca.

Clínicas en Las Vegas y Tel Aviv

Filantropía.  Adelson ha mantenido siempre su compromiso con su vocación profesional: la lucha contra las adicciones (químicas). Con la ayuda de Sheldon, que perdió a un hijo por una sobredosis, abrió dos clínicas, una en Las Vegas y otra en Tel Aviv: “No tengo ningún problema en cambiar mi caro traje por la bata  blanca”, declaraba en una entrevista hace años. 

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