La lucha por Commerzbank pone a prueba la unión bancaria de la UE

La entidad alemana es pequeña, pero el resultado de las negociaciones será trascendental para el sector

Empleados de Commerzbank, miembros del sindicato Verdi, protestan contra una posible compra por parte de Unicredit, ante la sede del banco alemán, en Fráncfort, el 24 de septiembre.Tilman Blasshofer (REUTERS)

Commerzbank lleva mucho tiempo siendo un segundón en la banca europea. Su balance es aproximadamente un quinto del de BNP Paribas; su valor bursátil, 20.000 millones de euros, es menos de un cuarto del de Santander. Pero el segundo mayor banco privado de Alemania está en el centro de una batalla que podría determinar el resultado de una década de esfuerzos por igualar las condiciones de las instituciones financieras de la zona euro. Si los políticos dirigidos por Olaf Scholz frustran una posible opa por parte de Unicredit, el sueño de que crezca la banca transfronteriza habrá muerto.

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Commerzbank lleva mucho tiempo siendo un segundón en la banca europea. Su balance es aproximadamente un quinto del de BNP Paribas; su valor bursátil, 20.000 millones de euros, es menos de un cuarto del de Santander. Pero el segundo mayor banco privado de Alemania está en el centro de una batalla que podría determinar el resultado de una década de esfuerzos por igualar las condiciones de las instituciones financieras de la zona euro. Si los políticos dirigidos por Olaf Scholz frustran una posible opa por parte de Unicredit, el sueño de que crezca la banca transfronteriza habrá muerto.

Las ambiciones de la entidad italiana, valorada en 65.000 millones de euros, de expandirse en la mayor economía de Europa se remontan a 2005, cuando completó con éxito una oferta por HypoVereinsbank (HVB), con sede en Múnich. Formaba parte de un ambicioso plan para transformar Unicredit en un banco paneuropeo, impulsado por la recién acuñada moneda única.

El asesor del grupo en aquel momento era un banquero de inversión de Merrill Lynch llamado Andrea Orcel. Dos décadas después, ocupa la oficina principal de la entidad con sede en Milán. Este mes ha asediado Commerzbank, comprando una participación del 4,5% al Gobierno alemán y acumulando un 21% en total. Una fuente cercana declaró a Breakingviews que Unicredit prefiere una opa completa.

El audaz movimiento de Orcel es un caso reciente y relativamente raro de un CEO de un banco europeo que aspira a comprar una gran entidad de otro país. El entusiasmo por este tipo de operaciones se enfrió tras la crisis de 2008 y el posterior colapso de la zona euro, cuando los reguladores y los ejecutivos aprendieron por las malas que cuando los bancos tienen problemas, los contribuyentes nacionales pagan la factura.

La disgregación en 2007 del holandés ABN Amro por parte de Royal Bank of Scotland, el belga Fortis y Santander fue un claro ejemplo de los riesgos que surgen cuando los bancos se aventuran más allá de las fronteras nacionales. El consorcio, entre cuyos principales asesores figuraba Orcel, se vino abajo en el caos de 2008. RBS, Fortis y ABN Amro fueron nacionalizados por sus respectivos Gobiernos. Solo Santander salió relativamente indemne.

Desde entonces, sin embargo, los organismos de control de la zona euro han revisado sus normas. Los Gobiernos crearon un Mecanismo Único de Supervisión, dependiente del Banco Central Europeo, y una entidad unificada responsable de gestionar las quiebras bancarias. La idea era que los grandes bancos europeos recibieran un trato coherente, independientemente de la ubicación de su sede central.

Pero sigue habiendo obstáculos a la concentración. Los políticos no han logrado ponerse de acuerdo sobre un sistema común para garantizar los depósitos bancarios en la zona de la moneda única, mientras el llamado Mecanismo Único de Resolución carece de un respaldo financiero que pueda ayudarle a absorber las pérdidas ocasionadas por la quiebra de un gran banco. Los organismos locales de vigilancia financiera también siguen ejerciendo su poder, como ha aprendido Unicredit a su costa. La unidad alemana del banco italiano tiene un coeficiente de capital ordinario de nivel 1 del 23%, muy por encima del nivel que los reguladores exigen a otras entidades.

Los jefes de los bancos tienen otras razones para ser cautos. La mayoría de los CEO pasaron años saneando balances y recortando costes para adaptarse a la era de los bajos tipos de interés. Las valoraciones bursátiles estaban hundidas. Y aparte de las sensibilidades políticas, las operaciones transfronterizas suelen producir menos ahorros de costes, lo que las hace más difíciles de justificar ante los accionistas recelosos.

Como resultado, la actividad de fusiones y adquisiciones se ha desplomado. Desde 2009, los bancos europeos han ejecutado fusiones nacionales por valor de 198.000 millones, según Dealogic. Es menos que en los cinco años anteriores a la crisis. El valor de las fusiones transfronterizas desde 2009 es menos de la mitad del total entre 2004 y 2008. Los bancos se han centrado sobre todo en hacerse con rivales nacionales más pequeños o en comprar filiales menores de otros bancos, como la reciente adquisición por BNP de la unidad alemana de banca privada de HSBC.

En este contexto, el interés de Unicredit por Commerzbank parece audaz. Pero no es radical. En primer lugar, se trataría de una fusión nacional. La unión del segundo y el tercer banco privado de Alemania disgustaría a los sindicatos por la pérdida de empleos, pero generaría un ahorro de costes que ayudaría a vender la operación a los accionistas. Además, el banco italiano ha propuesto una combinación similar en varias ocasiones, la última en 2019.

Las asertivas tácticas de Orcel han caído mal entre los políticos alemanes, que se sorprendieron de que un banco rival comprara acciones que el Estado había anunciado que quería vender. “Los ataques inamistosos, las adquisiciones hostiles no son algo bueno para los bancos”, dijo Scholz a principios de semana. Friedrich Merz, líder de la oposición, declaró que una adquisición sería “un desastre para el mercado bancario alemán”.

Sin embargo, a pesar de todas las fanfarronadas, las autoridades alemanas tienen pocas formas efectivas de frustrar un acuerdo, aparte de negarse a vender su 12% restante de Commerzbank. Es poco probable que los reguladores del BCE, que desde hace tiempo aboga por las fusiones bancarias, se interpongan en el camino. De hecho, seis miembros del consejo de gobierno del BCE están a favor de la combinación.

Esto no garantiza que la operación salga adelante. Los accionistas de Commerzbank pueden decidir que la oferta es demasiado tacaña. También pueden optar por vender a otro postor. Los inversores de Unicredit podrían vetar una combinación, mientras los reguladores pueden negar su aprobación si la consideran demasiado arriesgada. Ninguna de estas opciones socavaría el mercado financiero único europeo.

Por el contrario, si los líderes políticos alemanes consiguen desalentar una adquisición de Commerzbank por un rival con sede en otro país, el sector bancario europeo volverá a fragmentarse. Los políticos y los reguladores nacionales necesitarían poco estímulo para reafirmar su autoridad sobre los bancos locales, al tiempo que idean nuevas formas de repeler a los rivales extranjeros.

A principios de mes, el expresidente del BCE Mario Draghi publicó su esperado informe sobre el fomento de la competitividad de la UE. Su estudio lamentaba la falta de escala y la baja rentabilidad de los bancos europeos en comparación con los de EE UU: El valor de mercado de JP Morgan, de 600.000 millones de dólares, es aproximadamente el mismo que el de las 10 mayores entidades de la zona euro juntos.

La solución propuesta por Draghi consiste en crear una nueva jurisdicción paneuropea para los mayores grupos bancarios internacionales. Independientemente de los méritos de la idea, es indicativa de la necesidad de que Europa revise su arquitectura financiera. Una institución como Commerzbank es un actor pequeño en este tipo de planes. Pero si los políticos alemanes consiguen impedir una absorción del grupo, los pequeños pasos de Europa hacia una unión bancaria podrían dar marcha atrás rápidamente.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías


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