Un mandato que empieza con un lastre

El cambio en la cúpula del Banco de España debe ayudar a reequilibrar el foco de sus funciones y cometidos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el nuevo gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá.EVA ERCOLANESE (Europa Press)

José Luis Escrivá tomará hoy posesión del cargo de gobernador del Banco de España después de que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, defendiera esta semana su idoneidad en el Congreso de los Diputados logrando el aval de los socios de Gobierno. El nombramiento del que hasta ayer ocupaba la cartera del Ministerio de Transformación Digital y Función Pública para dirigir el supervisor financiero ha levantado una polvareda de críticas por las dudas sobre el impacto en la credibilidad, reputación e independencia en el organismo público. La controversia no ha tenido que ver con la acreditada capacidad de Escrivá para ejercer la labor. Tiene un extenso y adecuado currículo y cumple de sobra con las atribuciones intelectuales y técnicas que debe tener un cargo de este nivel.

El cuestionamiento se alimenta por el hecho de que sea un nombramiento con aroma político porque Escrivá pasa directamente del salón del Consejo de Ministros de La Moncloa al despacho situado en el caserón de la plaza de Cibeles de Madrid. Además, se rompe el tradicional acuerdo tácito entre los dos grandes partidos por el cual el partido de Gobierno proponía el nombre del gobernador y el que está en la oposición, el del subgobernador, con un consenso de candidatos. Escrivá ha trabajado en el BCE, el BBVA, el Banco de Pagos Internacionales y para la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (puesto para el que fue elegido por el Gobierno de Mariano Rajoy y desde el que criticó al mismo Ejecutivo que lo había elegido por opacidad de datos). Pero ahora tendrá que demostrar esa misma independencia al opinar sobre algunas de las políticas que ha desarrollado, como la reforma de las pensiones o el Ingreso Mínimo Vital. El riesgo de conflicto de intereses es evidente.

El organismo afronta años importantes. El mandato de Hernández de Cos ha estado muy centrado en los análisis macroeconómicos. Sus prolijos informes de prospección han ayudado a recuperar la reputación perdida durante la crisis financiera de 2008, pero parecen haber diluido su papel como supervisor bancario. Apenas se ha pronunciado sobre la falta de competencia con la retribución de los depósitos, mientras el BCE subía los tipos de interés. Se ha cuestionado su escaso protagonismo en la negociación con el sector para proteger a los hipotecados vulnerables. O su discreción al valorar las quejas y reclamaciones de los clientes a la banca. El cambio en la cúpula debe ayudar a reequilibrar el foco de sus funciones y cometidos. Esta misión comienza con un lastre, las suspicacias que ha generado el nombramiento de quien debe liderarlo.

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