El riesgo de un mapa bancario concentrado en exceso

El interés de BBVA por Sabadell hace inevitable reabrir el debate sobre el efecto de las fusiones en los mercados domésticos

Toni Albir (EFE)

El interés de BBVA en volver a explorar una posible fusión con Banco Sabadell, tres años y medio después de su fallido intento de adquirir la entidad vallesana, irrumpe en un sector cuyos jugadores se encuentran hoy en una situación distinta a la de entonces. La iniciativa de BBVA, comunicada ayer a la CNMV, se refiere a un Sabadell con mimbres mucho más firmes que en 2020, cuando se hallaba en una situación lo suficientemente frágil como para cuestionar su supervivencia en solitario. Ese cambio de circunstancias tendrá probablemente su reflejo en las negociaciones, que parten de una base menos precaria.

Si la operación llega a buen puerto, el mercado verá nacer un nuevo gigante financiero, que se convertiría en la segunda mayor entidad española, tras el Santander. Junto a las ventajas en términos de negocio de una macrooperación de esas características, que uniría a dos bancos de perfil complementario, la integración tendría efectos poderosos sobre la concentración del sector en España. A tenor de las cifras, la fusión dibujaría un mapa bancario dominado por tres grandes entidades (Santander, CaixaBank y el nuevo banco), más un puñado de medianas a gran distancia. Ese trío coparía el 75% del mercado de crédito y el 66% de los depósitos, es decir, más de dos terceras partes del total.

Se trata de unas cifras cuya magnitud hace inevitable reabrir el debate sobre las disfunciones y problemas del perfil de las fusiones bancarias en Europa, circunscritas prácticamente a unos mercados nacionales cada vez más consolidados. Un extremo en el que ha insistido el propio Banco de España en relación con la remuneración del pasivo de la banca española y con los perjuicios que un exceso de concentración puede tener sobre las condiciones ofrecidas al cliente bancario. El paso adelante de BBVA no solo aumenta considerablemente ese riesgo, sino que confirma el carácter doméstico de las operaciones corporativas que maneja el sector, alimentado por un mercado europeo que sigue sin ofrecer atractivos para las fusiones transfronterizas, pese a los llamamientos del BCE para que se lleven a cabo.

La resistencia de las entidades a abordar integraciones de esa envergadura se explica por varios factores, el primero de ellos la ausencia de una unión bancaria europea, que no se hará efectiva mientras no se impulse un fondo de garantía de depósitos común, y a la que se suma la falta de un mercado único de capitales. A todo ello hay que unir las menores sinergias de estas operaciones frente a las fusiones nacionales, las cuales reducen costes de forma notable, pero cuyo efecto en la competencia es un problema que Europa debe resolver con urgencia.

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