Una vía de agua en el mercado del talento

La sobrecualificación laboral, muy frecuente en los trabajadores extranjeros, genera frustración personal, alimenta agravios comparativos y desperdicia una maestría que la economía necesita

CARMEN SECANELLA

Las ineficiencias de los mercados laborales, que pueden funcionar mejor o peor, pero no son engranajes perfectos, junto a las trabas administrativas generan sus propias paradojas, como el hecho de que un país pueda sufrir fugas de cerebros patrios y desaproveche, al tiempo, el talento de trabajadores extranjeros al ofrecerles empleos por debajo de su cualificación. Este último fenómeno –denominado brainwaste en inglés– existe en toda Europa, pero resulta especialmente frecuente en España, según los datos de la Encuesta Europea de Población Activa. El sondeo sitúa a nuestro país como el tercero con más extranjeros sobrecualificados, tras Italia y Grecia, y como el quinto en el que la brecha respecto a los trabajadores locales es mayor. Las diferencias se extienden también al desempleo, mayor en el inmigrante sobrecualificado que en el nacional sobrecualificado, y finalmente a los ingresos.

Dado que el 14% de la mano de obra en España es de origen foráneo, el doble que hace 20 años, la pérdida de talento aplicado que supone la sobrecualificación laboral constituye no solo un problema para el trabajador, sino también un lastre para el mercado laboral y para las empresas. Una distorsión que se suma a la registrada entre los titulados universitarios españoles, donde la sobrecualificación respecto al empleo es también mayor que en el resto de Europa y alcanza el 33%. En el caso del profesional extranjero, las razones del desajuste son, por un lado, administrativas, en lo que se refiere a las dificultades para la homologación de títulos –un trámite que dos tercios de los inmigrantes no consiguen realizar– y, por otro, derivadas de las ineficiencias del mercado y de la composición del tejido productivo, integrado mayoritariamente por pymes, cuyos procesos de selección suelen estar poco profesionalizados, y escasamente diversificado.

El Ministerio de Universidades ha puesto en marcha un nuevo sistema para agilizar las convalidaciones, pero no parece suficiente ante el creciente número de solicitudes, más aún porque parte de ese cuello de botella tiene que ver también con la peculiar idiosincrasia de algunos colegios y organizaciones profesionales.

A priori, el obstáculo de la homologación de títulos y de la burocracia es más susceptible de reforma que la composición sectorial de la economía o el hecho de que las pymes integren el 99% del tejido productivo. Pero constituye solo una arista de un problema poliédrico, que genera frustración personal, alimenta tensiones sociales y agravios comparativos y constituye una vía de agua en el mercado del talento que ninguna economía puede permitirse el lujo de tolerar.

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