Cirugía monetaria para una economía pegajosa
Abordar un alza de tipos en junio colocará a Europa en la incómoda posición de romper el ‘statu quo’, pero retrasar en exceso la decisión tiene sus propios riesgos
La intensa maratón de reuniones del BCE que se han saldado sin cambios en los tipos de interés sumó ayer una etapa más, que puede ser la última, antes de que el organismo se decida a bajar el precio del dinero. Su presidenta, Christine Lagarde, en la línea de prudencia que ha mantenido –a veces con exceso– a lo largo de esta crisis, dejó claro tras la reunión que el banco no se compromete con una senda concreta de tipos, pero dejó entrever también que la decisión está lista para ser adoptada, lo que apunta en principio al próximo mes de junio.
Al contrario del panorama que afronta la Fed, con unos precios todavía en el 3,5% interanual, el cuadro de variables que maneja Fráncfort permite plantear ya la posibilidad de un giro en la política monetaria, aunque no exento de riesgos. Por un lado, por el repunte del precio del petróleo, que plantea el interrogante de cuál será su evolución en los próximos meses y en qué medida puede presionar sobre los precios. Por otro, por una factura creciente de costes laborales alimentada por la caída de la productividad y por la subida de los salarios, dos variables que el BCE deberá testar cuidadosamente antes de adoptar la decisión de recortar los tipos.
El último dato sobre costes laborales europeos en 2023 apuntaba a una cierta moderación, pero está por ver cuál ha sido la evolución del indicador en esta primera parte del año. No es la primera vez que Fráncfort alerta del peligro de un aumento excesivo de los salarios y del impacto que puede tener sobre la inflación. La propia Lagarde ha hecho más de un llamamiento a las empresas para que repercutan el alza de costes laborales en unos márgenes de beneficios que, en líneas generales, están pasando un momento aceptable y que en algunos sectores han batido incluso récords históricos.
La perspectiva de abaratar el precio del dinero obliga al BCE a manejar con fino bisturí las constantes vitales de una economía que combina unos precios razonablemente moderados, aunque no del todo bajo control, con un crecimiento débil que es necesario estimular. Es cierto que abordar un recorte de tipos en junio puede colocar a Europa en la incómoda posición del que rompe el statu quo monetario y que tendrá riesgos evidentes, como el de debilitar más el euro frente al dólar, pero no hacerlo y retrasar demasiado la decisión amenaza con sumir a Europa en una suerte de letargo económico pegajoso que constituye un riesgo en sí mismo.
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