Energía nuclear: una alternativa sin credibilidad
La energía atómica no es una solución, ni por su presente ni por sus proyecciones futuras. Las renovables son una realidad con la que no puede ni debe competir
En los últimos meses se ha incrementado la presión mediática por parte de los propietarios de las centrales nucleares, y del PP y de Vox, para pedir que el cierre programado y pactado, en julio de 2019, entre las eléctricas y el Gobierno, no se ejecute. El acuerdo supuso la prórroga del permiso administrativo de funcionamiento de todo el parque nuclear 10 años más, aunque se sobrepasará la vida útil prevista de 40 años de funcionamiento, las c...
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En los últimos meses se ha incrementado la presión mediática por parte de los propietarios de las centrales nucleares, y del PP y de Vox, para pedir que el cierre programado y pactado, en julio de 2019, entre las eléctricas y el Gobierno, no se ejecute. El acuerdo supuso la prórroga del permiso administrativo de funcionamiento de todo el parque nuclear 10 años más, aunque se sobrepasará la vida útil prevista de 40 años de funcionamiento, las centrales dejarán de operar entre los 45 y los 48 años. La primera en cerrar, en noviembre de 2027, con 46 años de funcionamiento, será Almaraz I, cuyo procedimiento administrativo de cierre debería iniciarse en noviembre de este año.
El sector eléctrico tenía la esperanza de que el acuerdo alcanzado para el cierre fuera papel mojado, porque con el resultado previsto de las elecciones de julio de 2023, la apuesta nuclear, según los programas electorales del PP y Vox, se revitalizaría. También es verdad que el horizonte de cierre deja abierta la esperanza, para la energía nuclear, de la llegada de tiempos políticos mejores para revertir el cierre, aunque haya serias dudas sobre su viabilidad económica.
Pensar que esta discusión obedece exclusivamente a criterios de política energética es no conocer cuáles son los parámetros en los que se mueve la opción nuclear como alternativa real a la apuesta por un modelo sostenible y no dependiente para la cobertura de nuestras necesidades energéticas. La energía nuclear no es una alternativa, ni por su presente ni por sus proyecciones futuras. Aunque no emita CO2, la gestión de los residuos radiactivos y la necesidad de su contención eterna es una verdadera hipoteca para las generaciones futuras y una incertidumbre constante por la opacidad que siempre ha rodeado al sector nuclear.
El 7º Plan de Gestión de Residuos Radiactivos, PGRR, aprobado en diciembre de 2023, exigía el incremento de la tasa de gestión de residuos para poder cubrir los costes previstos para su tratamiento y para el desmantelamiento de las centrales. El Gobierno, haciéndose eco de la necesidad de una mayor provisión de fondos, elaboró una propuesta de real decreto que sacó a consulta pública, en la que subía la tasa de 7,98 euros/MWh a 11,14 euros/MWh. La presión del sector ha conseguido que la aprobación del texto se retrase, dejando de nuevo vigente lo que se expresaba en el preámbulo III de la Ley 15/2012, de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética: “La generación de energía eléctrica mediante la utilización de energía nuclear supone la asunción por parte de la sociedad de una serie de cargas y servidumbres, debido a las peculiaridades inherentes a este tipo de energía, cuyo impacto económico es difícil de evaluar. La sociedad ha de hacerse cargo de una serie de responsabilidades derivadas de los aspectos específicos que inciden en dicha generación, tales como la gestión de los residuos radiactivos generados…”. Incertidumbre, amenaza o, simplemente, una muestra más de la socialización de las pérdidas y de la privatización de los beneficios.
Históricamente, la defensa de la energía nuclear ha generado mantras que no se corresponden con la realidad, como son:
1. Su consideración como fuente de energía barata, cuando sus propietarios dicen que todas las centrales trabajan ya a pérdidas por el despliegue renovable y la subida de tasas. Si los propietarios de las centrales no tuvieran actividades de generación y comercialización integradas, las actuales centrales nucleares no serían viables económicamente.
2. Que su funcionamiento aporta gestionabilidad al sistema eléctrico, a pesar de que mantienen el privilegio de funcionamiento en base y aunque podrían regular potencia, no lo hacen porque no interesa económicamente. En febrero, cuando la eólica alcanzó niveles récord de producción (el 25 de febrero llegó a cubrir un 51,1% de la demanda total) se forzó inéditamente una bajada de carga nuclear, y en el mes de marzo, cuando los precios se han mantenido cercanos a cero, se han parado unidades por causas económicas, olvidando su publicitado papel de potencia firme del sistema. La realidad es que su participación como energía de balance al sistema eléctrico hasta ahora ha sido nula y que su escasa flexibilidad real resta espacio real a las renovables.
3. Que su participación es imprescindible y que el cierre incrementará el uso de combustibles fósiles. El incremento de la aportación renovable de los últimos cuatro años, considerando solo eólica y fotovoltaica, sin autoconsumo, ha sido de 36 TWh, un 15% más que la producción nuclear que dejará de producirse con los cierres programados a 2030. En otras palabras, a este ritmo, a finales de 2025 se habrá incrementado la producción de origen renovable equivalente a toda la producción nuclear actual. Por otro lado, los dilatados periodos y costes de construcción la inhabilitan como alternativa real de futuro para la lucha contra el cambio climático.
4. No quiero entrar, aunque siempre están presentes, en las incertidumbres sobre su seguridad, tanto en sucesos accidentales, Fukushima (Japón), como provocados, Zaporiyia (Ucrania).
Con respecto a su proyección futura, las tres centrales de nueva generación que se iniciaron, bajo criterios de seguridad occidentales, en Finlandia, Olkiluoto 3 (2005/2023; 18 años de construcción); en Francia, Flamanville 3 (2007/¿2024?) y Reino Unido, Hinkley Point C ( 2015/¿2031?), la inversión inicialmente presupuestada se ha multiplicado, hasta ahora, en todas ellas, por cuatro, hasta superar los 6 millones de euros por MW instalado, valor que las inhabilita para participar en un mercado de generación de electricidad competitivo. Si atendemos a las expectativas creadas con los llamados SMR o reactores modulares pequeños, la realidad es que, aunque se ha avanzado en su diseño, no existen ni proyecciones económicas fiables ni unidades en construcción representativas de su anunciado potencial. De hecho, las iniciativas actuales en funcionamiento son centrales derivadas de sistemas de impulsión de unidades navales.
A finales de los 70, cuando el ambicioso plan nuclear español estaba en pleno apogeo, e incluía cinco reactores más de los que finalmente fueron construidos, los que creíamos que era posible un modelo energético menos opaco y sin hipotecas utilizábamos como reclamo un sol con el eslogan “Nuclear. ¡No Gracias!”. Hoy, analizando la realidad de la generación eléctrica nuclear y de las informaciones interesadas que se vierten, vuelve a ser oportuno rescatar de nuevo ese eslogan, entre otras razones, porque, ahora sí, las renovables son una realidad con la que la nuclear no puede ni debe competir.
Fernando Ferrando es presidente Fundación Renovables
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