La buena señal de un dividendo generoso

Las empresas que miman al accionista con una retribución regular han sido siempre un refugio atractivo

Richard Drury (Getty Images)

Las cotizadas españolas han terminado 2023 rozando el récord histórico que alcanzaron en 2019, el año anterior a la pandemia, cuando cubrieron a sus accionistas con una lluvia de dividendos que alcanzó los 31.750 millones de euros. En el año que acabamos de dejar atrás, la remuneración al inversor se ha quedado solo un 5% por debajo de aquella cifra mítica y las cotizadas han repartido 30.293 millones de euros, un 16% más que en 2022, según los datos de BME. La buena evolución de los dividendos desde la pandemia, un fenómeno que se ha producido también en la mayoría de los mercados, se queda corta comparada con la exuberante recuperación que han tenido los beneficios. A la vista de los datos de enero a noviembre de 2023, los números de las empresas llevan camino de batir ampliamente las cifras de 2019, lo que demuestra que estas no han trasladado a sus accionistas toda la mejora en el músculo de su negocio.

La primera lectura que se extrae de los dividendos de 2023, que destacan como agua de mayo en un entorno financiero poco amable para el pequeño ahorrador, es la buena salud de las grandes empresas españolas, la fortaleza de sus negocios y el positivo horizonte con que encaran 2024, pese a la incertidumbre del entorno geopolítico y la reducción en general de las previsiones de crecimiento macro. Es cierto que la Bolsa española ha sido tradicionalmente uno de los selectivos con mejor ratio en rentabilidad por dividendo, un liderazgo histórico solo superado por el Ftse Mib italiano y muy por encima del que ofrecen los índices del otro lado del Atlántico, pero la capacidad de mimar al accionista –y de seguir haciéndolo, según las previsiones para 2024– está sostenida por un buen desempeño del negocio y por una fuerte generación de flujo de caja libre.

Aunque los economistas Franco Modigliani y Merton Miller, ambos Premios Nobel, demostraron en su día que un abundante reparto de dividendos no mejora la riqueza de los inversores, ya que ese aumento en la remuneración reduce en la misma medida el precio de las acciones, la expectativa de una notable política de retribución constituye un gancho poderoso para el pequeño accionista y una importante y clásica razón para invertir en Bolsa.

Las empresas que miman al accionista con una retribución regular han sido siempre un refugio atractivo en tiempos de incertidumbre, aunque esa característica no debe sustituir la vigilancia de las carteras y la apuesta, siempre prudente, por la diversificación, especialmente en el caso del inversor minorista, que es el eslabón más frágil de la cadena.

Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días

Más información

Archivado En