Motivos para la paciencia en Occidente, y las gasolineras que venden gasolina
No hay razones para el catastrofismo con las economías desarrolladas
Los Gobiernos occidentales tienen una generosa autoestima y una potente capacidad de autoengaño: en particular, son capaces de levantarse y acostarse cada día sin prestar prácticamente atención a sus crecientes pilas de deuda (solo contenidas últimamente por el efecto de la inflación) ni a la caída de los salarios reales por el efecto de las subidas de los precios. Prefieren fijarse, lógicamente, en la resistencia de los mercados laborales (el trabajo está repartido, ...
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Los Gobiernos occidentales tienen una generosa autoestima y una potente capacidad de autoengaño: en particular, son capaces de levantarse y acostarse cada día sin prestar prácticamente atención a sus crecientes pilas de deuda (solo contenidas últimamente por el efecto de la inflación) ni a la caída de los salarios reales por el efecto de las subidas de los precios. Prefieren fijarse, lógicamente, en la resistencia de los mercados laborales (el trabajo está repartido, a costa de los sueldos) y en las cifras de ahorro (infladas por el apalancamiento).
Cierto es que todas estas trampas al solitario no tienen por qué desembocar en una recesión, pero los efectos de una alternativa factible, una estanflación prolongada mientras dure la transición energética, son menos agudos, pero no mejores. Los analistas confían, con todo, en que haya una verdadera desinflación suave, a lomos del ahorro energético. Un ahorro que se ha producido, pero a costa justamente del descenso de las manufacturas, elemento clave para recuperar competitividad y PIB. No hay motivos para el catastrofismo, pero el cambio de paradigma energético es demasiado profundo como para que culmine pronto.
El índice Dax pesca en el río revuelto de la crisis alemana
Al alemán Dax le ocurre como al español Ibex, o a otros índices: que no representa exactamente la realidad económica del país. Gracias a la diversificación geográfica de los ingresos de las compañías que lo componen, está resistiendo con fortaleza al frenazo de la economía del país.
La empresa del selectivo germano que mejor evolución presenta en el año es una armamentística, Rheinmettal, que es el pescador que gana en el río revuelto de la guerra, la cual, sin embargo, daña a la industria, y en particular a la industrial Siemens Energy –aparte de sus problemas autoinfligidos.
Plenoil apuesta por que las gasolineras vendan... gasolina
Los conductores acuden a las gasolineras por la gasolina. Parece una redundancia, pero es la clave de la apuesta creciente por las estaciones de servicio de bajo coste, que tienen un personal mínimo, gracias a lo cual pueden vender combustible más barato, un elemento clave en plena crisis energética. A cambio, se sacrifica la comercialización de otros artículos, que pueden dar buenos márgenes, pero que no marcan la diferencia respecto a las gasolineras rivales, justo lo que pretenden cadenas como Plenoil o Ballenoil, recién adquirida por Cepsa.
Quizás en el futuro, si los coches se autonomizan lo suficiente, el conductor ni siquiera tenga que bajar del vehículo, y sea este el que se introduzca la gasolina sin necesidad de intervención humana.
McDonald’s, un clásico de la comida rápida que resiste a la inflación
La comida rápida, cuyo exponente clásico es McDonald’s, tiene una ventaja respecto a otro tipo de restauración, y es que puede jugar más con el tamaño de los menús y con los precios. Hace un mes presentó un beneficio operativo trimestral un 16% mayor que un año antes, en plena crisis inflacionaria, gracias a su poder de fijación de precios y al lanzamiento de ofertas más asequibles en países como Alemania o China.
En España, la compañía pretende abrir 70 locales entre este año y el próximo, en régimen de franquicia, que se sumen a los 602 que ya controla. De ellos, el 95% están en manos de 120 franquiciados. Una marca que no pasa de moda y que mantiene su logotipo casi desde el principio, allá por los años sesenta.
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