El ‘efecto arrastre’ del lujo sobre la oferta turística

La concentración de hoteles de cinco estrellas distorsiona los precios, pero enriquece la oferta y atrae una demanda de mayor poder adquisitivo y rentabilidad

El notable aterrizaje que ha llevado a cabo la cadena Four Seasons en Madrid, que en su tercer año de vida ha alcanzado una tarifa media por noche que roza los 1.000 euros y duplica la media de los hoteles de cinco estrellas en la capital, constituye un signo de la buena salud que exhibe el mercado de lujo en general, pero también del salto cualitativo y cuantitativo que está experimentando el turismo de alto nivel en ciertos puntos de España. La llegada de la cadena canadiense a la capital, que se produjo en plena pandemia, ha ido seguida de otros movimientos en el mercado hotelero, como el desembarco en Madrid de la marca Thomson, propiedad de Hyatt, la reforma del hotel Ritz, en la que se han invertido 200 millones de euros, o el rebranding del Villamagna bajo el paraguas de Rosewood y su posterior venta al fondo de inversión Sancus. Esa creciente actividad ha contribuido a elevar los precios medios en los hoteles madrileños de primer nivel, que están por encima ya de los de Barcelona, históricamente más caros hasta que llegó la pandemia.

La irrupción de marcas hoteleras de lujo y la apertura de nuevos establecimientos en las capitales, como ha ocurrido en Madrid, es un fenomeno que se retroalimenta y que contribuye a elevar el nivel de la oferta turística en general, especialmente de la internacional, así como a situar los destinos de ocio en la órbita de las grandes capitales del lujo. La llegada de Four Seasons a Madrid es un ejemplo de esa dinámica, una decisión estratégica que despertó el interés de otras marcas y propició nuevos movimientos.

El alza de las tarifas media de los alojamientos de cinco estrellas y la competencia en hoteles de alta gama tiene también consecuencias sobre los precios de la oferta turística en general, un efecto arrastre que puede tensionar el mercado y distorsionar no solo las tarifas hoteleras, sino los alojamientos turísticos en sentido amplio. La gestión de la oferta corresponde en principio al mercado, pero los efectos secundarios y no deseados del turismo, como un sobrecalentamiento de los precios que dificulte la vivienda habitual o el alquiler residencial, o una saturación en el número de visitantes, son problemas que deben administrar los ayuntamientos, especialmente en las zonas de mayor afluencia, bajo criterios de optimización y flexibilidad.

Más allá de ese extremo, una mayor presencia de hoteles de primera línea alimenta la actividad turística y atrae una demanda de mayor poder adquisitivo, que busca lujo, pero también calidad en el servicio. Un modelo de negocio de alta rentabilidad para la industria española.

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