Abrazar la incertidumbre
La realidad sigue demostrando que confiar en las emociones o en predecir el futuro no resulta muy útil en los mercados financieros
El brutal atentado terrorista a Israel del pasado sábado hacía presagiar una semana convulsa en los mercados financieros. El efecto más evidente, se comentaba, era una previsible fuerte subida del precio del petróleo, con visos de poder sobrepasar los 100 dólares por barril en el caso de que asistir a una escalada que pudiera propiciar un conflicto de carácter regional.
Las bolsas no parecían estar en su mejor momento. L...
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El brutal atentado terrorista a Israel del pasado sábado hacía presagiar una semana convulsa en los mercados financieros. El efecto más evidente, se comentaba, era una previsible fuerte subida del precio del petróleo, con visos de poder sobrepasar los 100 dólares por barril en el caso de que asistir a una escalada que pudiera propiciar un conflicto de carácter regional.
Las bolsas no parecían estar en su mejor momento. Los meses de agosto y septiembre, y los primeros días de octubre, habían dejado pérdidas superiores al 5% en los principales índices mundiales. Los inversores estaban modificando sus previsiones para ajustar sus carteras a unos tipos de interés “higher for longer” en Estados Unidos y en Europa.
Sin embargo, el viernes previo al ataque de Hamás, desde una situación de clara sobreventa y desde niveles de soporte importantes de los índices, las bolsas parecían iniciar un rebote. Una parte del mercado, al menos, había tomado nota de unos indicadores de sentimiento negativos para comprar renta variable a mejores precios.
Al final, para no hacer el cuento muy largo, hemos asistido a una semana bastante tranquila en los mercados financieros. El lunes recordó mucho al día en que por sorpresa Trump ganó las elecciones en Estados Unidos. El mercado de futuros avanzaba una sesión de pérdidas en la Bolsa estadounidense que, conforme discurría la jornada, se iban diluyendo para cerrar el día en terreno positivo. El petróleo subió un 5% el lunes para luego no moverse demasiado durante el resto de la semana. En cualquier caso, se encuentra más de un 10% por debajo de los máximos vistos hace quince días.
Las bolsas, a falta de confirmar el cierre del viernes, terminan la semana con saldo positivo y con relativa calma. Varios gobernadores de la Reserva Federal han rebajado el tono duro que se había instalado tras la última reunión de la Fed, permitiendo una relajación de los tipos de interés de los bonos de gobierno, que también ha apoyado el movimiento al alza de los índices bursátiles. La presentación de los beneficios empresariales del tercer trimestre en Estados Unidos está arrancando ahora mismo y después de dos trimestres de caídas se espera que puedan regresar a terreno positivo si, como suele ocurrir, las previsiones de los analistas se ven mejoradas en un poco por los resultados finalmente publicados. En cualquier caso, la realidad sigue demostrando que dejarse llevar por las emociones o atribuirnos una alta capacidad para predecir el futuro no son herramientas muy útiles para enfrentarnos a los mercados financieros.
Vivimos en un mundo en el que se nos acumulan las incertidumbres, incluso pareciera que se van incrementando de manera evidente durante los últimos años. Esta mañana, en nuestra reunión diaria de mercados, se comentaba una reciente frase de la escritora estadounidense y exjugadora de póker Annie Duke en la que nos recomienda a todos abrazar la incertidumbre. Desde su punto de vista, la incertidumbre es una representación mucho más precisa del mundo que cualquier predicción sobre el futuro.
En nuestro caso, en un entorno plagado de incertidumbres, llevamos todo el año con unas carteras de inversión muy pegadas a sus niveles centrales de riesgo en renta variable. La tan cacareada, hace un año, recesión no ha llegado a materializarse, aunque sería razonable pensar que la agresiva subida de tipos de interés de los bancos centrales -y el higher for longer- continúe debilitando el crecimiento económico.
Parte de la incertidumbre está en saber si se producirá el aterrizaje suave que parecen estar poniendo en precio los mercados, o si será algo más brusco. No lo sabemos. Tenemos una cartera con sesgo a calidad que debiera responder bien en un escenario de escasa visibilidad económica. En renta fija, estamos aprovechando la subida de los tipos a medio y largo plazo para incrementar poco a poco la duración de nuestras carteras, con la intención de consolidar esos tipos más altos durante más tiempo.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la cuestión de la mayor incertidumbre no es del todo nueva. Llevamos al menos un par de décadas acostumbrándonos a lo que en términos empresariales se ha denominado entornos VUCA, acrónimo de las palabras en inglés volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. O tal vez es un tema bastante antiguo. Los estoicos abogaban por aceptar la realidad, fuera la que fuese. Esa que muchas veces no es la prevista, ni tampoco la deseada.
Immanuel Kant, en una frase que se ha convertido en una de nuestras favoritas, definió la inteligencia de una manera interesante y, en nuestra opinión, muy acertada. Para el filósofo alemán, la inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar. Buscamos orden, pero encontramos incertidumbre. ¿Estamos dispuestos a abrazarla?
Ángel Olea es director de Inversiones de Abante
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