El fracaso en la sucesión de BP pone en el punto de mira a su consejo

Las dudas sobre la conducta del dimitido Looney no son una sorpresa, y la firma debería haber estado lista

Bernard Looney, ex-CEO de BP.Toby Melville (Reuters)

BP quiere seguir adelante. El CEO interino, Murray Auchincloss, subrayó ayer que mantendría su estrategia y que el presidente, Helge Lund, y otros consejeros no ejecutivos apoyaban ese planteamiento. Pero la sorpresiva marcha de Bernard Looney el día anterior da una visión pobre del consejo, que debería empezar por mirarse al espejo.

La dimisión de Looney, tras no revelar completamente los detalles de relaciones pasadas con colegas, p...

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BP quiere seguir adelante. El CEO interino, Murray Auchincloss, subrayó ayer que mantendría su estrategia y que el presidente, Helge Lund, y otros consejeros no ejecutivos apoyaban ese planteamiento. Pero la sorpresiva marcha de Bernard Looney el día anterior da una visión pobre del consejo, que debería empezar por mirarse al espejo.

La dimisión de Looney, tras no revelar completamente los detalles de relaciones pasadas con colegas, parece haber cogido a BP por sorpresa. Resulta embarazoso para el consejo, entre cuyas responsabilidades está la de planificar la sucesión en caso de que le ocurra algo al CEO. El patrón oro lo representan empresas como Diageo, que a principios de año alineó sin problemas a la jefa de operaciones, Debra Crew, para sustituir al CEO, Ivan Menezes. El hecho de que BP parezca estar empezando una búsqueda interna y externa de un jefe sugiere que estaba menos alerta.

Es cierto que a las empresas les resulta difícil tener un CEO listo. Pero las dudas sobre la conducta de Looney no son una sorpresa. BP puso en marcha una investigación sobre ella en mayo de 2022, tras la cual el ejecutivo irlandés admitió que había mantenido relaciones con colegas antes de ocupar el cargo. El consejo decidió que Looney no había infringido el código de conducta de BP, que establecía entonces que los directivos no podían mantener relaciones con un subordinado inmediato. Pero aunque el CEO aseguró que había revelado todas sus relaciones personales previas, el consejo debería haber previsto la posibilidad de que surgieran más detalles.

La falta de preparación es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que solo uno de los tres anteriores CEO de BP abandonó el cargo por decisión propia. De hecho, hay paralelismos con la salida de John Browne en 2007. Browne, que al igual que Looney defendía un cambio hacia las renovables, se marchó tras engañar a un juez británico mientras intentaba evitar que un periódico publicara revelaciones sobre su vida privada. La salida de Browne aceleró su prevista marcha, lo que permitió a BP instalar a Tony Hayward como su sustituto permanente. Hayward dimitió tres años después tras el vertido de la plataforma Deepwater Horizon.

Los errores en la sucesión no suceden en el vacío. Es probable que Lund se enfrente a preguntas de los accionistas sobre la estrategia. Los inversores que mantengan la fe deben confiar en que el consejo pueda contratar al mejor CEO disponible. Ahora mismo, eso está en entredicho.

Estrategia

Aunque la salida de Looney no parece estar relacionada con la estrategia de BP, pone al presidente y al resto del consejo en un aprieto sobre la futura dirección del grupo.

A primera vista, la estrategia no debería de verse afectada por los errores de Looney. El ejecutivo se marcha casi exactamente tres años después de esbozar ambiciosos planes para que aumentar la capacidad de generación de eólica y solar hasta 50 gigavatios para 2030, y planes aún más llamativos para reducir la producción de petróleo y gas en un 40% para la misma fecha. Aunque Looney revisó luego la reducción de hidrocarburos al 25%, BP seguía más comprometida con la transición que Shell, o Exxon y Chevron. La semana pasada, el ahora dimitido CEO declaró que la empresa estaba “manteniendo el tipo” en el abandono de los combustibles fósiles.

El giro no ha estado exento de dificultades. Desde el inicio del mandato de Looney, en febrero de 2020, la acción de BP han rendido un 31%, dividendos incluidos, frente al 46% de Shell y el 129% de Exxon. Su estrategia parecía bien cuando los precios del crudo estaban muy por debajo de 60 dólares el barril, pero no tanto después de que la invasión de Ucrania empujara los precios al doble. Exxon y Chevron cotizan a unas 6 veces el ebitda previsto para 2023, el doble de la baja valoración de BP. El nuevo jefe de Shell, Wael Sawan, ya ha adoptado una estrategia más favorable al petróleo y ha dado marcha atrás en los objetivos de bajas emisiones.

Es posible que el presidente Lund y sus colegas del consejo estén dispuestos a hacer lo mismo. Los inversores sospechan que Looney pagó de más en las subastas de eólica de Reino Unido y Alemania. Junto con la noruega Equinor, BP pretende un aumento del 54% en el precio al que poder vender la energía de sus proyectos de EE UU. Es posible que el sustituto de Looney tenga que seguir los pasos de Vattenfall y Orsted y rebajar el valor de los activos eólicos de BP.

Pero un giro de 180 grados sería incómodo. Dado que la salida de Looney no parece estar relacionada con su estrategia, se supone que los ejecutivos siguen apoyando el plan de elevar el gasto de capital en proyectos con bajas emisiones a 7.000-9.000 millones de dólares, de un desembolso total de 14.000-18.000 millones hasta 2030. El martes, la AIE afirmó que la demanda de crudo y gas alcanzará su pico en esa misma fecha. El riesgo para BP es que la repentina marcha de Looney provoque otro inoportuno cambio estratégico.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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