Salvemos la industria eólica europea
Europa es todavía la potencia líder, pero el sector arroja de forma repetida resultados económicos preocupantes
Necesitamos crecer en la implementación de todas las fuentes de energía renovables, ya que la diversificación del mix introduce elementos de mejora en la gestionabilidad del sistema y, sobre todo, en la reducción de inversiones de acompañamiento. La transición energética es una oportunidad en sí misma si tenemos cuenta que España dispone de recursos energéticos renovables de calidad y en abundancia en relación con los países de nuestro entorno, pero esta ventaja comparativa no s...
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Necesitamos crecer en la implementación de todas las fuentes de energía renovables, ya que la diversificación del mix introduce elementos de mejora en la gestionabilidad del sistema y, sobre todo, en la reducción de inversiones de acompañamiento. La transición energética es una oportunidad en sí misma si tenemos cuenta que España dispone de recursos energéticos renovables de calidad y en abundancia en relación con los países de nuestro entorno, pero esta ventaja comparativa no será una realidad si no somos capaces de trasladar nuestra capacidad de generar energia eléctrica más barata a nuestros centros productivos o si no creamos y consolidamos una industria propia de fabricación de los distintos elementos que configuran la cadena de valor de las inversiones ligadas a la transición energética. La dependencia del exterior no puede evolucionar desde la necesidad de importar combustibles fósiles a importar equipamiento.
Europa no ha protegido su capacidad industrial y como muestra solo hay que analizar la situación de la industria eólica. Europa es todavía líder indiscutible con la única competencia de General Electric y de los fabricantes chinos, centrados en el mercado interior y con sospechosas ayudas de Estado.
Pero la realidad es que la eólica no está siguiendo las expectativas que los objetivos marcaban. De hecho, en Europa se han instalado en 2022 16 GW/año frente a los 30 GW/año previstos, con una reducción de pedidos del 47% para 2023. Si nos fijamos en la realidad de España, en 2022 se instalaron 1.670 MW eólicos cuando la potencia a instalar debería ser de 4.000 MW/año ,según la actualización del Pniec, para pasar de los 29.813 MW de 2022 a los 62.044 MW del objetivo de 2030 (6.000 MW/año si consideramos 15.000 MW de repotenciación).
Necesitamos una industria eólica fuerte y que tenga las señales de apoyo suficientes para que se pueda desarrollar y sirva como base de la apuesta energética renovable europea. Pero la industria eólica arroja de forma repetida unos resultados económicos muy negativos y preocupantes. Los cuatro fabricantes occidentales de mayor tamaño (Vestas, Siemens-Gamesa, G&E y Nordex) han tenido en 2022 unos márgenes de Ebit/ingresos negativos del 8%, 5,9%, 17,3% y 7,5% respectivamente, con una tendencia histórica mantenida en la mayoría de ellos en los últimos tres años y con previsiones para 2023 en la misma línea.
¿Por qué la industria eólica no tiene la imagen saludable de una actividad de éxito como es la generación de electricidad con renovables? Las causas son diversas y entre ellas podríamos destacar:
• La canibalización de la eólica por el desarrollo fotovoltaico, con costes de generación más reducidos provocados por una menor inversión y una ejecución más sencilla, aunque su factor de capacidad sea sensiblemente menor.
• La solución pasa porque las subastas de nueva capacidad no sean tecnológicamente neutrales y se prime en el precio el mayor factor de capacidad, como ya están haciendo países como India y la hibridación, para optimizar la gestionabilidad y la capacidad de evacuación de nuestras redes eléctricas. Al limitar también los precios ofertados a la baja del kWh generado, el objetivo de ser el adjudicatario traslada la presión a los fabricantes.
• La dificultad de trasladar al precio final de las máquinas la subida de las materias primas, que se ha producido principalmente por la invasión de Ucrania y por la existencia de contratos marcos de venta de largo plazo.
• La constante migración hacia aerogeneradores de mayor tamaño, que ha supuesto un incremento de los costes de desarrollo y la obsolescencia prematura de muchas plantas industriales que no son capaces de adaptarse a las nuevas líneas de producto y se han convertido en activos varados aflorando perdidas extraordinarias año tras año.
• La necesidad de disponer de nuevos modelos por la presión del mercado ha provocado que el producto a instalar este más cerca de un prototipo que de un producto maduro. Esta es la realidad que se desprende de las declaraciones del CEO de Siemens-Gamesa en las que cifraba la necesidad de provisionar más de 2.200 millones de euros, que se incluyen en la proyección de 4.500 millones de euros de pérdidas, para la adecuación de las máquinas instaladas a las condiciones de funcionamiento comprometidas en los contratos de venta y que ya es habitual en el funcionamiento de los parques eólicos (retrofits).
• La capacidad de negociación y la influencia de los grandes desarrolladores sobre los fabricantes hasta convertirlos en suministradores cautivos y sin capacidad de reacción. El desarrollo del sector eólico no ha sido simétrico respecto al reparto de los beneficios entre los diferentes agentes que intervienen en el sector. La presión de los grandes grupos promotores e inversores llevada a cabo a una tecnología a la que no se le ha dado el tiempo para madurar, pone en peligro la supervivencia del sector.
Necesitamos consolidar el aprovechamiento energético del viento, por su factor de capacidad por encima del 40%, por su complementariedad con la solar, por la menor ocupación de terreno por MW instalado, 1.500 m2 frente a 20.000 m2 de la fotovoltaica, porque debe ser el pilar de la generación de electricidad centralizada.
El desarrollo renovable se va a llevar a cabo mediante subastas o contratación bilateral y debemos trabajar en su adecuado diseño para que estas reduzcan la presión sobre la industria, establecer apoyos económicos, tanto en ayudas directas como fiscales, como hacen EEUU o China, y para flexibilizar la tramitación administrativa y evitar que el cumplimiento de los pedidos se prolongue en el tiempo y acaben estrangulando a los fabricantes.
Pensar que el objetivo es exclusivamente reducir el coste de generación del kWh, maximizando el rendimiento financiero de la inversión, es tener una visión parcial ya que supone trasladar la reducción de precio al fabricante. La transición energética no solo implica reducir el precio de la electricidad para los consumidores, sino que el sector renovable sea sostenible y viable, protegiendo toda la cadena de valor, para que sea capaz de evolucionar y lograr el reto de que la oferta sea 100 % renovable.
Fernando Ferrando es presidente de la Fundación Renovables
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